visioriginal_clip_image002_0020Título original: Taxi driver
Dirección: Martin Scorsese
País: EEUU
Año: 1976
Duración: 113 min.
Género: Drama
Reparto: Robert de Niro, Cybil Shepherd, Jodie Foster, Peter Boyle, Albert Brooks, Harvey Keitel
Guión: Paul Schrader
Producción: Julia Philips, Michael Philips
Fotografía: Michael Chapman
Música: Bernard Herrmann

 

Nueva York no es sólo la Quinta Avenida… No sólo es una visita a la Estatua de la Libertad… Es mucho más que el World Trade Center… Cuando la noche llega a la Gran Manzana, las calles transforman a todos sus huéspedes en unos personajes que, refugiados en la oscuridad buscan la vida en la ciudad que los acoge.

Pese a tratarse de una película con 35 años a sus espaldas, Taxi Driver nos ofrece lo que aún a día de hoy podría ser un válido retrato de la faceta nocturna de la humanidad. A oscuras, sin la determinación de la luz, podemos sacar nuestros más tenebrosos secretos sin temor a ser rechazados. Podemos buscar un alivio a nuestras reprimidas obsesiones en los más lóbregos lugares de nuestra ciudad. Podemos dejar de maquillar nuestra alma y no morir en el intento. Y es allí donde Travis Bickle (Robert de Niro) consigue poner freno a su insomnio, pretendiendo ocupar su eterna vigilia con un trabajo que pueda amenizar sus eternas noches.

Para su sorpresa, la rutinaria tarea de taxista nocturno parece no ser suficiente para equilibrar su vida, y lo arrastra hacia una espiral maníaca, en la que Travis se considera un héroe y purgador de todos los pecadores de la noche neoyorquina. Azuzado por el intento de salvar a Iris (Jodie Foster) de un presente abrumador al verse obligada a prostituirse pese a sus 13 años, Travis no duda en armarse de todo su valor, y un arsenal de armas de fuego, y poner un punto y final en la decadencia que lo rodea.

Haciendo un increíble ejercicio de reflexión, tanto Schrader como Scorsese nos describen lo que puede ser el declive urbano de la ética humana. Ahogados en nuestras propias paranoias, no podemos más que ser espectadores del ocaso que nos pertenece, que somos capaces de proyectar sobre los mismo escenarios en los que basamos nuestra sensatez. Sólo con que el Sol se oculte podemos duplicar la identidad de Nueva York y hacer que se convierta en dos metrópolis que comparten situación espacial.

Alejándose del héroe romántico, idealizado tanto por sus métodos como por sus resultados, nuestro taxi driver se convierte en un paladín de la violencia, seguro de poder ahogar con sus propias armas la corrupción que infecta la ciudad que recorre con su taxi. Sus clientes, más que colaborar en la recuperación de su insomnio le precipitan a un abismo. Entre ellos, destaca la participación del propio Scorsese, como un celoso marido que lo único que anhela es acabar con las infidelidades de su mujer… ayudado de una Magnum 44.

Esta película ya ha quedado consagrada como un clásico en el ideario colectivo: jamás se podrá olvidar esa chulesca disertación ante el espejo, haciendo un ejercicio de pérdida definitiva de la racionalidad, y dejándonos seducir por el poder individual de cambiar el infierno a golpes de percutor. Poder disfrutar de las actuaciones de los que hoy son renombrados actores, nos permite comprender cómo a veces no es necesario un nombre para arrastrar a las masas al cine, si no simplemente es necesaria una narración bien ejecutada. Como no, el film no escapa a las anécdotas, quizás entre las más sorprendentes esté el hecho de que la cinta fuera de una tremenda inspiración a John Hinckley Jr., quién atentó contra la vida del entonces presidente Reagan en un intento de llamar la atención de Jodie Foster.

A pesar de toda la violencia que pueda ir destilando esta cinta a medida que nuestro personaje va perdiendo el control, no podemos olvidar que cualquiera de nosotros podemos caer en el mismo precipicio delirante. No podemos escapar a la oscuridad de Manhattan, no podemos huir de una urbe que engulle a las personas, no podemos  hacernos los decentes ante la Big City en su esplendor nocturno. No nos engañemos, a Nueva York siempre le queda una bala en la recámara. Por eso, y llegados a ese punto, sólo queda una opción… casarse con esa noche.

You talkin’ to me? … You talkin’ to me? … You talkin’ to me?…

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