Quienes entienden de cartomancia suscriben que La Torre, el decimosexto arcano de la baraja, es un pésimo agüero. Lo dicen así, sin contemplaciones ni miramientos: La Torre da mal fario sin indulgencia. Pese a ello, de lo que estos augures no se percataron, es que bajo el auspicio de este apellido, de la Torre, iba a emerger un intérprete capaz de romper con las creencias más ancestrales, tarot y ritos atávicos incluidos. Porque Antonio de la Torre es así, herético por principio, un actor capaz de brotar de entre las nebulosas de los papeles secundarios y ganarse a pulso un puesto entre lo mejor de nuestro estrellato, laureles y vítores inclusive. Cuando hace su aparición durante el preestreno del filme Dispongo de barcos, con él llega la fosforescencia. Dinámico, saltimbanqui, inquieto, mirándole se puede llegar a la extenuación. Antonio de la Torre está exultante, pletórico, tal vez porque en poco tiempo, cinco días, sabrá si ha ganado su segundo Goya, esta vez a Mejor Intérprete Masculino. Con ese superávit energético se muestra durante horas, más de tres contabilizo, sin comprender exactamente cómo puede manifestarse tan generoso con la prensa y sus reiterados requerimientos. El cansancio no le hace mella, no le afecta. Cuando al fin llega a mí tras decenas de idas y venidas, pronuncia un doloroso “¡qué calor hace aquí!” que le devuelve la corporeidad. Antonio de la Torre es humano. Tras dar un sorbo a un improvisado refresco, descubro que se trata del trago más eficaz jamás observado: vuelve a estar extraordinariamente activo y energético. Definitivamente no, no es humano.
Me contempla con sus ojos azul sincero, profundo, casi palpable, y se ríe mientras tanto. Mirarle a los ojos tiene algo de sinestésico, se perciben más allá de la mera visibilidad, es casi táctil. Su encanto honesto, campechano y atractivo resulta tan subyugante, que se presenta complicado distraerse de tanto fervor y cariño. Lo tiene por sus películas, a las cuales mima y adora; lo tiene ante la prensa, con esa paciencia bíblica y su esplendidez ilimitada; y lo tiene conmigo, desinhibiéndose mientras habla con ese acento andaluz que ata bien corto en público y que emerge cuando hay confianza. Tras una larga mañana compartida confieso que es un lujo comprobar que en ocasiones, el mal augurio también puede ser trasmutado en suerte, la suerte de quien ha conseguido hacer de la Torre, su buena estrella.
Lucía Tello Díaz.- ¿De usted o de tú, cómo prefiere que le llamen?
Antonio de la Torre.- De tú por favor, siempre de tú.
Lucía Tello Díaz.- ¿Cómo le llega a un periodista la vocación de actor?
AT.- Todo está muy mezclado… ¿Te puedo dar una respuesta larga?
LTD.- Sí, por favor
AT.- Empecé con un picoteo durante la infancia. Recuerdo que en séptimo de EGB apareció un profesor en clase para que representásemos una pieza de teatro, una obra de gran calado literario que se llamaba Las aventuras de Pituchín y Pituchina en China –ríe guasón-, y yo hice de Pituchín, obviamente me veían en un solo registro. Lo recuerdo como algo muy divertido; yo era un tipo bastante tímido, tenía siempre una mezcla entre querer figurar pero no atreverme, y de repente encontré un espacio, me di cuenta de que actuar me encantaba, salía a interpretar mis escenas con la chica de clase que me gustaba, y hacía cosas que no me atrevía a hacer en otros ámbitos. No sé, vi que aquello me ayudaba a crecer de alguna manera. Luego hice algo de teatro infantil, pero nada, sólo picoteo. Cuando tenía quince años empecé a imitar voces, imitaba muy bien a José María García, y hacía retransmisiones y esas cosas. Pero me encaminé un poco hacia el periodismo. Yo primero quería ser periodista deportivo, luego me vine a la Complutense a estudiar, porque entonces en Málaga, de donde yo soy, no había facultad de Periodismo.
LTD.- Es cierto, todos tenían que estudiar aquí, incluso hoy en día pasa en muchas ciudades
AT.- Imagina en mi época… La época de la gente a la que hay que tratar de usted…
LTD.- Anda ya… –sigue hablando como si no me hubiera escuchado, aunque comienza a reír de manera burlona.
AT.- Estudiando Periodismo conocí a Alberto San Juan, y los dos nos divertíamos imaginando lo genial que sería convertirnos en actores. Mientras tanto hacía prácticas y en cuarto comencé a trabajar en Canal Sur; de hecho quinto ya lo hice a distancia. En la época de la Expo92 trabajé en un programa de humor de Canal Sur con muchas imitaciones y llamadas por teléfono de ésas que ahora se hacen mucho, de broma, intentando mantenerte firme en tu personaje… Entonces Alberto me propuso volverme a Madrid a estudiar interpretación en la escuela de Cristina Rota. Y acepté.
LTD.- Y ahí empezó todo…
AT.- Ahí empecé. Tuve la suerte de que en aquel verano del 93 me salió una serie, la de Lleno por favor. Pero no dejaba de trabajar como periodista. Como mis padres no estaban, me tenía que buscar las habichuelas. Yo tiraba del periodismo como fuente de ingresos, porque ya llevaba un recorrido, y me sentía más seguro como periodista que como actor. Cuando al final de los noventa no me salía ningún trabajo, lo dejé todo y me fui a Sevilla a trabajar de presentador en Canal Sur. Entonces empecé a presentar los Deportes, pero iba haciendo bolos en lo que me salía, con mucho AVE de por medio. Luego me salió Padre coraje y más tarde Azuloscurocasinegro, que fue la película que me cambió la carrera. A raíz de entonces, cogí una excedencia en la televisión, hace ya cuatro años, y aquí estoy. Esa es mi vida un poco resumida.
LTD.- Me resulta impactante un hecho que a nadie le ha pasado desapercibido. De repente, en los últimos años, apareces sistemáticamente en todos los títulos españoles importantes, ¿cómo llevas ese cambio brutal desde el anonimato al trabajo ininterrumpido?
AT.- No soy consciente de ello. No me paro mucho a pensarlo, tengo la sensación de que no me conoce nadie. No sé, quizá es una película que me monto yo para hacerme el despistado… Bueno, a ver, no me he caído del alto de una higuera, a veces noto que la gente me mira, y otros me preguntan “¿Oye, eres Antonio de la Torre?”, pero yo no me siento conocido, te lo digo de corazón. No voy por la calle y me entra la gente, a lo mejor alguna vez. También lo quiero ver así porque esto me lleva a algo que te voy a decir ahora, el que sería mi sueño, aunque entiendo que es muy difícil porque es una paradoja. Me gustaría ser muy reconocido por mi trabajo, y muy poco conocido por la calle. Pero es una contradicción porque evidentemente, tienes tú razón, cuando más reconocido soy por mi trabajo, es porque salgo en más películas. Pero bueno, estoy súper agradecido con todo lo que me ha pasado y estoy viviendo.
LTD.- Esta película que ahora presentas, Dispongo de barcos, nació de un sketch que hiciste con Juan Cavestany hace tiempo, ¿por qué llevarlo ahora al largometraje?
AT.- En esta época paralela, cuando me vengo a Madrid con Alberto, empezamos a hacer cosas, aparte de las clases, sobre todo scketches. Había uno de Juan que iba de cuatro tipos planeando un atraco absurdo e imposible. Esto lo hicimos en algún bar, en el Orán o en el Sol. Más tarde, cuando me di cuenta de lo difícil que era este oficio, vi que la única manera de conseguir trabajo sería autocontratarme. Fue entonces cuando pensé que si algún día iba a producir algo, sería aquel corto, porque era sólo de cuatro tipos en un mismo decorado. Pasado el tiempo se lo dije a Juan, y contamos también con David Serrano, que removió el proyecto y, entre David y Juan, se hizo el corto en un fin de semana. Juan lo reescribió, añadió ciertas secuencias de qué estaban haciendo los cuatro en el momento del atraco y lo hicimos. El corto se llama El último golpe, lo puedes ver porque está colgado. Verás que es bastante parecido a Dispongo de barcos. Yo lo kinescopé, que fue mi aportación como productor; pedimos una subvención y nos la dieron, llevamos algunos premios y tuvo una difusión bastante buena, incluso recuperamos y ganamos algo de dinero, muy poquito, pero algo ganamos.
LTD.- Qué buena manera de empezar…
AT.- Eso de alguna manera dio fuerzas para realizar un largometraje con la historia de estos cuatro personajes; yo le iba animando pero llegó un momento en que uno quería seguir con el corto y otro quería meterse en el largo. Pero bueno, de alguna manera existía una fuerza que nos empujaba en la misma dirección porque, había algo que era indudable: si el corto funcionaba, el largo también podía funcionar. En definitiva, iban a ser los mismos personajes, por lo que había un tronco común, si al público le gustaba el corto, también le gustaría el largo. No sé, es como si dices: “si le gusta las manzanas, también le gustarán las peras”… No sé si es muy buen ejemplo éste que he puesto…
LTD.- Sí, es una analogía que se entiende bien
AT.- Bueno, quizá es mejor: “si les gusta los melocotones, también le gustarán los albaricoques”, ¿no crees?
LTD.- Mucho mejor, dónde va a parar… –ambos reímos-. Esta cinta tiene muy poco que ver con tus otros trabajos. Habiendo actuado bajo las órdenes de Almodóvar, de Saura, de Álex de la Iglesia, de los grandes, ¿cómo se conjuga al mismo tiempo el rodaje de un largo tan modesto como Dispongo de barcos?
AT.- Afortunadamente, en este caso coincide que Juan y yo somos amigos desde hace casi veinte años. También casi coetáneo es Roberto, Andrés y Diego [compañeros de reparto de la película], hay una cierta complicidad y eso se nota un poco en la manera de trabajar, hay un caldo de cultivo. Juan sabe que no le íbamos a preguntar por qué nuestros personajes hacen esto u aquello, algo que yo me pregunto mucho; pero no en este proyecto, no con Juan, porque ya sabía cómo quería la película, hay unas claves previas que están fijadas, y eso me facilitaba mucho el trabajo y poder simultanearlo con otros rodajes. Nosotros nos reuníamos y lo rodábamos, totalmente kamikazes: quedábamos, lo hacíamos y nos íbamos.
LTD.- Me imagino que será una forma de abordar un rodaje totalmente diferente
AT.- Sí, exacto, completamente distinta
LTD.- Sólo quedan unos días para los Goya, y podría preguntarte qué director o qué película crees que va a llevarse el premio pero… Quiero comprometerte, ¿quién crees que se llevará el Goya al Mejor Actor?
AT.- Bueno…. –se queda inmóvil meditando, no sabe qué contestar-. No lo sé… Es que me da un poco de palo decantarme… Yo veo un poco favorito a Javier Bardem. Pero no quiero largarle el muerto de ponerlo de favorito, porque a ver si luego resulta que sale Luis (Tosar), sale Ryan (Reynolds), o salgo yo –ríe jocoso-, así que bueno, yo lo veo difícil para mí. Es que está Javier, pero también está Luis, o Ryan Reynolds que se come la película él solo.
LTD.- Pues yo a Ryan Reynolds no lo veo ganador
AT.- ¿No?… Quizá por el tema de hablar en inglés…
LTD.- Veo una situación similar a la que pasó Nicole Kidman cuando estuvo nominada por Los otros, que al final no se hizo con el Goya…
AT.- Es verdad, tienes razón… –cavila antes de reiniciar su argumentación-, pero mira a Benicio del Toro, ganó el Goya, aunque es cierto, hizo un papel en castellano…
LTD.- Claro, en el matiz está la diferencia…
AT.- Puede ser, puede ser… Pero bueno, ¡Javier también está nominado a los Oscar! Pero en fin, que tampoco quiero señalarle con el dedo. Mira, yo me sitúo como no-favorito, aunque en ningún sitio en concreto… –sonríe aliviado-.
LTD.- Me parece bien. Pues espero volver a entrevistarte cuando te hayas ganado el segundo Goya, así que hasta la semana que viene, el lunes sin falta nos vemos
AT.- ¡Perfecto! –de nuevo ofrece su sonrisa más honesta-. Es más, el mismo domingo, aunque acabase la celebración a las cinco de la mañana, si gano te concedo la entrevista en ese mismo momento –ríe jovial mientras me regala dos besos-, aunque esté hecho polvo y no me mantenga ni en pie, yo te llamo y me entrevistas.
LTD.- Queda dicho..
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