cinco metros cuadradosDirección: Max Lemcke.
Guion: Pablo Remón y Daniel Remón.
Producción: Isabel García Peralta.
Intérpretes: Fernando Tejero (Álex), Malena Alterio (Virginia), Manuel Morón (Arganda), Secun de la Rosa (Nacho), Emilio Gutiérrez Caba (Montañés), Jorge Bosch (Toño).
Música: Fernando Velázquez.
Fotografía: José David Montero.
Montaje: Laurent Dufreche y Ascen Marchena.
Dirección artística: Javier Fernández.
Vestuario: Helena Sanchís.
Duración: 91 min.
Género: Drama.
País: España.
Año: 2011.
Distribuidora: A Contracorriente Films.
Estreno: 11 Noviembre 2011.
Calificación por edades: No recomendada para menores de 7 años.

 

El cine es distracción y es también crítica. Soslayar el contexto social es uno de los pecados capitales de los guionistas que pretenden hacer comulgar al público con ruedas de molino. Existen sin embargo, quienes eligen luchar contra otros molinos, los de viento, escritores y realizadores quijotescos que conocen bien su profesión y exponen con intrepidez y sin bizarría los males de su época, de su mundo. La nuestra es una etapa de farsa, de manejos, de pespuntes mal hilados y además notorios; la especulación, el consumismo, la voracidad y el aislamiento son algunos de los males que Lemcke expone en esta película nada casual, como tampoco lo fue su primer filme, Casual day. Bilis en dosis permitidas aunque no por ello menos indigestas, se nos ofrece como píldora para hacernos partícipes de una realidad conocida por todos, la de esta crisis que bajo el título de economía, encierra una lección mal dada que enraíza en un sistema de valores fallido.

Álex (Fernando Tejero) y Virginia (Malena Alterio), son una pareja de treintañeros dispuesta a empezar una vida en común. Arengados por conocidos y amigos, deciden invertir sus ahorros (y los de sus padres) en una vivienda con piscina, jardín, a diez minutos del centro y con vistas al mar. Todo un lujo al alcance de las hipotecas basura. Encerrada en la letra pequeña de los laboriosos discursos de los comerciales, se esconde una laguna legal del sistema, una quiebra que lleva a la pareja a perder los cincuenta mil euros que habían invertido en su vivienda, y a tener que desperdiciar tiempo y nervios en litigios, burocracia y desplazamientos. Pero Álex sigue adelante, continúa incluso cuando Virginia decide poner freno y dar marcha atrás, mejor preservar el equilibrio que el sueño de un hogar feliz. Por el contrario Álex no ceja en su empeño de conseguir que  el especulador que ha arruinado su vida, el señor Montañés (magnífico Emilio Gutiérrez Caba), se retracte del daño infligido y le devuelva la dignidad, ahora que Álex está obligado a vivir en un piso piloto tan artificial como las promesas incumplidas de los folletos inmobiliarios. Película arriesgada, que supura tanta realidad en sus diálogos (punzante Pablo Remón) que llega a escamar, pero que al mismo tiempo se entrega cercana y amena, Cinco metros cuadrados entronca con lo mejor de la sátira española, la que hiciera legendarios a cineastas como Berlanga o Fernán Gómez, y que se ha encarnado en autores y cintas de nuevo cuño como El método Grönholm (2005,  Marcelo Piñeyro) o Concursante (2007, Rodrigo Cortés), llenas de crítica a un sistema caduco con excesivos limbos y recodos.

Una apuesta atrevida, incómoda bajo cualquier prisma, en la que pese a reticencias iniciales, se ha revelado un reparto competente y adecuado, con un Fernando Tejero que se supera a sí mismo, una Malena Alterio comedida y generosa, y un Gutiérrez Caba imponderable, en una trama de la que nadie saldrá bien parado, ni tan siquiera el espectador.

Un filme al que se acude por la cercanía de los personajes, que se aplaude por la exquisitez con que está narrado, y que se recuerda por la honestidad de sus palabras. Una película espléndida para una realidad espeluznante. Enhorabuena Lemcke.

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