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Título original: Necronomicon: Book of the dead
Dirección: Chrsitophe Gans, Shûsule Kaneko, Brian Yuzna.
País: Estados Unidos.
Año: 1993.
Duración: 97 min.
Género: Terror.
Reparto: Jeffrey Combs, Tony Azito, Juan Fernández, Brian Yuzna, Bruce Payne, Belinda Bauer, Richard Lynch, Maria Ford, Peter Jasienski.
Guión: Brent V. Friedman, Christoph Gans, Kazunori Itô, H.P. Lovecraft, Brian Yuzna..
Música: Larry Mah.
Edición: Christopher Roth, Keith H. Sauter.
Fotografía: Russ BRandt, Gerry Lively.

 

La mente de Howard Phillips Lovecraft creó grandes mitos que aún a día de hoy, perduran en el imaginario del horror. Y es que, ser uno de los autores de terror y ciencia ficción más reconocidos, no se consigue de manera fortuita con un par de libros, ni siquiera con una multitud de ellos. De hecho, a Lovecraft le bastó con un libro para alimentar todas sus atroces leyendas: el Necronomicón.

Este libro fue concebido por la imaginación de Lovecraft, como indica su nombre, para describir las leyes de los muertos. Este grimorio, protagonista de las tres historias de la cinta, parece ser motivo y finalidad de las atrocidades de que son capaces las pobres víctimas que a él se enfrentan.

La película comienza acompañando al propio Lovecraft (Jeffrey Combs en este film) en la resolución de una búsqueda del escritor. Su objetivo: uno de los últimos ejemplares del Necronomicón. Custodiado por unos monjes de increíbles habilidades, consigue zafarse de su vigilancia para acercarse hasta la sala donde se custodia el facsímil. En efecto, no necesita nada más, pues será el enigmático ejemplar el que vaya abriéndose a él, para cautivarle y aterrarle, con tres historias que recoge en sus páginas, y que el propio Lovecraft va copiando para luego nutrirse de ellas en sus geniales libros.

La primera narración (“Ahogado”) se centra en la herencia -maldita, no podría ser de otra manera- que recibe en forma de un hotel abandonado. Será el testamento de su difunto tío, el que le ponga al tanto de qué ocurrió en esa familia para acabar en sus manos. “El frío” desarrolla la extraña presencia de una familia, que parece compartir una extraña enfermedad que les obliga a vivir en ambientes extremadamente fríos, lo que unido a las misteriosas desapariciones  a su alrededor, lleva a un intrépido reportero a investigar el verdadero secreto que se oculta en esa gélida mansión.

“Susurros”, el tercer episodio de esta cinta, se centra en una persecución policíaca, que parece terminar con los agentes policiales implicados, en un extraño edificio en el que las persecuciones y el misterio, se ciernen implacablemente sobre ellos. Sin darles las posibilidades si quiera de defenderse.

Un proyecto cinematográfico que reúne a un equipo descomunal, dejando a tres directores hacer una interpretación de los textos de Lovecraft. Cuidando cada detalle, podemos sentir de nuevo ese terror cuya paternidad reclama actualmente un cine oriental pausado, absorto en la lentitud de lo desconocido mientras va confinando a sus víctimas; pero sin por ello dejar de lado un punto sangriento y absurdo, más cercano al recurrente gore. Sobre todo, merece la pena recordar cómo se grababa antes de que los procesadores tomaran el dominio de las escenas, cuando los efectos especiales implicaban latex y sangre sintética.

Tres historias, tres directores. Pero un único hilo conductor: el Necronomicón. Un libro que parece disfrutar permitiendo que los sencillos protagonistas se pierdan entre sus leyendas mágicas. Siempre presente, permite a Lovecraft, y sólo a él, echar un vistazo a misterios que desbordan toda capacidad humana. Al fin y al cabo, esta película nos recuerda que no es conveniente subestimar el poder de un libro.

Más allá de que un libro sea capaz de pasarse páginas a ritmo de torbellino, encontrando las palabras que puedan acabar con nuestra cordura, más allá de aquellos, que, por miedo a encontrarse con el Necronomicón, huyen despavoridos de las bibliotecas, la literatura siempre será el origen del cine como lo conocemos. O al menos, por el momento ha sido así.

– ¿Será tan tonto como para buscarlo?
– Por supuesto, es humano.

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