Nada hay más terrorífico que la realidad, de ahí que las peores pesadillas se gesten en nuestro día a día, y los títulos más espeluznantes vengan precedidos por el pavor de ver reflejado en ellos la pura cotidianeidad. “Basado en hechos reales” es la sentencia más aterradora del cine. M (1931, Fritz Lang) es una de esas cintas que han tomado de la realidad el basamento de su argumentación, un basamento que nos retrotrae a la Alemania de entreguerras, azotada por el desánimo, la crisis y los crímenes de Peter Kürten, un asesino en serie que encontró en la población infantil su blanco fácil. Fue tal la relación establecida entre el filme y el caso de Kürten, que tan solo tres semanas después de que se ejecutara la sentencia de muerte del “asesino de Düsseldorf”, se llevó a cabo la premiere de la cinta; en cierto sentido, la concomitancia de ambas circunstancias no solo contribuyó a aumentar el impacto de la película, sino a convertirla en una de las cintas más exitosas de la historia del cine mundial.

m el vampiro de dusseldorf en todo es cine
Imagen de M (1931), producida por Nero-Film AG. Distribuida en España por Divisa Home Vídeo 2004. Todos los derechos reservados.

Fueron los terribles asesinatos en la ciudad de Renania del Norte, los que propiciaron que en España se denominara a la película M el vampiro de Düsseldorf, en contraposición al escueto M de su versión germana. A pesar de que su este nombre no fue el original ideado por Lang, quien trabajaba con el título Mörder unter uns (Un  asesino entre nosotros), la designación de la cinta quedó definida por un escueto M, que más tarde sería ampliado en 1960, resultando MDein Mörder sieht Dich an (M. Tu asesino te contempla) y nuevamente en el siglo XXI, cuando su nuevo formato propició un título aún más rebuscado, M – Eine Stadt sucht einen Mörder (M. Una ciudad busca un asesino). Si sorprende la prodigalidad de nombres asignados a esta cinta, resulta aun más extraordinario que la acción de M no transcurra en absoluto en Düsseldorf sino en Berlín, ciudad que no se nombra en todo el metraje pero que se infiere por los distintos datos que aportan los personajes, tales como los mapas de las paredes y las denominaciones de las calles. Jamás una película tan compleja había contemplado tal ingente cantidad de nombres ni tal número de incógnitas.

Escrita por Thea von Harbou y Fritz Lang, el matrimonio se documentó exhaustivamente acerca de los trastornos mentales, acudiendo a diferentes centros penitenciarios y psiquiátricos para conocer en primera persona cómo piensa y actúa un delincuente sexual; tras formarse con distintos funcionarios de la Brigada Criminal de Berlín y después de meses de lectura y documentación, el guion de M estuvo listo para comenzar a rodarse, surgiendo entonces la mayor de las incógnitas, saber quién interpretaría el papel de Hans Beckert. Por suerte, Peter Lorre fue el elegido, encarnando un rol que marcaría de por vida su devenir cinematográfico. Encasillado en personajes atormentados y villanos, Lorre no dejó de ser visto como Hans Beckert en Europa, ni tampoco en su exitosa carrera hollywoodiense.

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Imagen de M (1931), producida por Nero-Film AG. Distribuida en España por Divisa Home Vídeo 2004. Todos los derechos reservados.

En M Lorre interpreta el papel de un demente, un angustiado hombre que sacia sus instintos violentos acabando con la vida de niños, a quienes conquista a través de dádivas y dulces, y quienes sucumben ante su aparente fragilidad. Uno tras otro, los abominables crímenes se acumulan para descrédito de la policía y consternación de la opinión pública, ya en auténtico estado de pánico ante un ávido asesino que no encuentra freno a su actividad. Alertados por la premura a la que les somete la población, las fuerzas del orden deciden entonces realizar redadas y controles minuciosos en los bajos fondos de la ciudad, lo que a la postre resulta extenuante para los delincuentes comunes, quienes comienzan a ver en la existencia de Hans Beckert un auténtico calvario para sus empresas. En vista del acecho policial, emergerá un comando distinto capitaneado por Schränker (Gustaf Gründgens), un grupo organizado de ladrones y bandidos que se erigirá en la autoridad civil en contra de la acción de Beckert; serán ellos ciertamente, quienes den con el asesino, un psicópata cuidadoso y ordenado que desdeña, sin embargo, la capacidad auditiva de un invidente, quien reconoce en el insidioso silbido de Beckert, al asesino de  Elsie Beckmann, pequeña a la que éste compró un globo antes de acabar con su vida. En ese momento, la película de Fritz Lang sufre un viraje insospechado, mutando abruptamente de thriller psicológico -indudable precursor del mejor cine noir-, a drama social, asistiendo a un juicio sumarísimo perpetrado por un jurado variopinto y cuya condena es invariablemente el linchamiento popular. Acorralado, espantado y bipolar, Beckert clamará y hasta aullará por su libertad, encontrando en la llegada de la policía la mejor salida a una muerte desreglada. Solo tres mujeres dolientes recordando que los niños son intocables, nos volverán a situar en la trama, recordándonos que M es mucho más que una historia y una película.

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Imagen de M (1931), producida por Nero-Film AG. Distribuida en España por Divisa Home Vídeo 2004. Todos los derechos reservados.

Digna merecedora de mil acepciones y exclamaciones, M sigue siendo una obra maestra de la cinematografía. Su calidad técnica, sus significativos planos, su sobriedad formal y su economía expresiva, se unen al trabajo impecable del escenógrafo Emil Hasler, a quien debemos un decorado eficaz y enérgico. Si a ello sumamos la categoría del cineasta Lang, su genio expresionista aunado con un incipiente neorrealismo y mezclado con trazas de formalidad teatral y conciencia social al servicio del naturalismo, encontramos una fusión integral, coronada por su perspicaz uso del claroscuro y del sonido, aún más valioso éste último si se tiene en cuenta que M es la primera película sonora de Lang. El escalofriante silbido de Beckert empleado como banda sonora recurrente, anunciadora del asesinato que está a punto de acontecer, resulta estremecedor aun hoy en día, cuando la pluralidad de recursos no empaña, sin embargo, la efectividad de esta melodía a bocajarro.

Imágenes imborrables como la marca de tiza dibujando una “M” en el hombro del criminal (“M” apocopando “Mörder”, es decir, asesino), señala un antes y un después en la cinematografía. Ya nadie se pregunta “¿Quién es el asesino?”, Fritz Lang nos enseñó que “M” siempre será Peter Lorre, por terrorífico que este título sea.

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