Título original: Ironman
Dirección: Jon Favreau
País:
USA.
Año: 2008.
Duración: 126 min.
Género: Ciencia Ficción.
Reparto: Robert Downey Jr, Gwyneth Paltrow, Jeff Bridges,  Terrence Howard, Shaun Toub, Leslie Bibb, Bill Smitrovich
Guión: Arthur Marcum, Matt Holloway, Mark Fergus, Hawk Ostby
Producción: Paramount Pictures (Ari Arad)
Música: John Debney
Fotografía:
Matthew Libatique
Estreno en España: 30 de Abril del 2008.

La historia se repite: cómic conoce director, director conoce cómic, se enamoran, piensan que pueden hacer una película y… ¡allá que vamos! Desde el  primer momento ya con esto causa gran expectación, e incluso puedes llegar a oír en la cola para comprar tus entradas comentarios acerca de lo mucho que la gente conoce el cómic, las veces que se han leído el primer número o lo indignados que llegarán a estar si no se trata con el suficiente “respeto” a este personaje y todas las grandes disyunciones metafísicas que se presentan en su tan lograda biografía gráfica (evidentemente, estoy siendo sarcástico).

Espero ansioso el día en el que se haga una versión cinematográfica del diccionario, que a mucha de esta gente que va a lo último no les vendría mal leérselo (aunque sólo fuera la A). Volviendo a la película: está basada en el archiconocido cómic del mismo nombre, en el que se presenta a un multimillonario – dedicado a la industria armamentística – que diseña un traje con el  adquiere habilidades de superhéroe y lo utiliza para remendar todas las injusticias que están apoyadas por sus armas.

La verdad es que comienza asombrosamente bien, es ágil, se muestra una historia bastante interesante (y como todas, increíble) y resulta entretenido. Pero este comienzo aceptable se ve indudablemente eclipsado por nuestro gran protagonista, Tony Stark (interpretado por Robert Downey Jr). Es un gran héroe, pero al estilo del tío Sam: un canalla patriota, de mala vida pero grandes sentimientos, un héroe que permite que la fuerza militar americana consiga llegar allí donde no hay democracia (y sobre todo donde no falta oro negro) para liberar a pueblos y someter a terroristas desdentados: vamos, una versión americana de nuestro Manolo Escobar (suponiendo un traje metálico de superhéroe en lugar de patillas, claro). Según cuentan, las escenas de bingo, mujeres y alcohol las grabaron todas de una vez, sólo con un cámara que seguía a nuestro querido Robert Downey Jr (que manía americana con el junior, cuando podría ser más nuestro diciendo el “Robertillo Downey” ). En esta cinta además cuentan con otros dos grandes personajes: el típico que desde el principio se le ve el plumero de la traición (no seguiré diciendo quién es, para los que aún creéis que vais a ir a verla después de leer ésto), y cómo no una chica que parece haber estado de compras cuando se repartieron los cerebros, interpretada por… Gwyneth Paltrow, algo que no logro comprender.

Querida Gwyenth, sé que me estas leyendo, que sabes español y que visitas regularmente esta magnífica web, así que directamente me dirijo a ti, sin metáforas intermediarias: no te leíste el guión, ¿no? Porque no puedo entender como una actriz de tu nivel, de tu pedigrí – recuerda la estatuilla que te llevaste a casa por “Shakespeare enamorado” en 1998, si, mujer, la que tienes en la estantería, la que sostiene unos álbumes de fotos – aceptó ese papel. Para mí no tienes secretos, sé perfectamente lo que pasó: te fueron a dejar el guión, pero claro, tú estabas ordenando tus tarros de comida macrobiótica y dijiste “Déjalo por ahí, que me lo leo y en dos semanas te llamo”.

Cuando pasaron dos meses te llamo el señor Marvel (¿o es Stan Lee?) para saber que te pareció, pero tú, claro, ni te acordabas, y no permitiste que pensara que se te olvidan esas cosas. “Sí, sí me encanta, la verdad es que el guión alcanza un ambiente muy tenso cuando mi personaje se replantea sus principios” – le decías por teléfono. Y cuando te leíste la primera página pensaste, “la verdad, no está mal… Siempre me quise teñir de pelirroja”.

Y no me digas que cuando llegaste a plató no pudiste ver ese espectáculo tan dantesco, porque sólo podías mirar tu imagen reflejada en el espejo, con esos tacones que parecías el propio Ironman en pleno vuelo, y decías “sí señor, no vuelvo a hacer de gorda, porque aprendí de ese error, y ahora reviso lo que le hacen a mi personaje”.

Pero lo que le hicieron a tu personaje en esta ocasión no fue nada en comparación con lo que te hicieron a ti: ¿cómo lo permitiste, Gwyneth? ¿¿Cómo?? Porque era increíble verte de secretaría sexy, con carpeta y escote allá donde fuera tu jefe. Porque tú no eres de esas que pintan bien en ese estilo, las hay que pegan mejor como mi Nicole Kidman, que daba el pego de rubia tonta fenomenal. Pero tú no puedes ser de esas, de las chicas “Uy-que-mona-soy-pero-como-me-toques-me-rompo” (gracias, María), de ésas que pelean en la película por correr sobre sus tacones, con el arma mortal por el que la persiguen los malos malísimos cyborgs (véase también monstruos o alienígenas) mientras se rascan el ombligo con el sacro, en un intento por meter tripa, cual posado veraniego de Ana Obregón.

Me duele que hayas hecho esto y espero que en la próxima te leas el guión, que es algo a tener en cuenta (y por cierto, deja ya tu amistad con Madonna, que como vemos te está afectando seriamente).

Después de esta carta para mi querida señorita Paltrow (no dejes de leer y toma nota, querida) no podemos dejar de decir, como las 40 personas más que salían de la sala: estaban bien los efectos especiales… Veamos, estamos en el 2008, si no estuvieran bien los efectos especiales sería para que nos devolvieran el importe de la entrada; es más, ¿qué película de éste género no cuenta con efectos especiales que tengan un nivel de calidad? Porque ya es evidente que tras esa frase se esconde nuestra frustración por una historia insulsa, un desarrollo plano, un argumento previsible y un final insoportable.

En realidad, la película no deja lugar a sorpresas, todo está bastante claro: el caradura que trafica con muertes puede ver en primera persona la doble cara de su negocio; pero como además es un genio consigue desarrollar un armamento tan sumamente sofisticado (sólo con ayuda de unos robots, que por cierto eran capaces de mostrar más expresividad que él) que supera cualquier diseño enemigo, por muy musulmán o calvo que sea el malo malísimo.

Pero sin lugar a dudas lo peor se nos presenta en el final, ya no sólo porque sea bastante superficial y asquerosamente previsible, sino porque… es un final… ¡abierto a más entregas! Si, es así, parece que se han mezclado las ganas de seguir haciendo caja, la desgana de tener que inventar una historia (porque, seamos sinceros, el hecho de tenerlo escrito es bastante cómodo, y más si hay el doble de ilustraciones que de texto) y creo que un importante factor también ha sido, según fuentes cercanas a la productora, que Gwyneth ha manifestado que le gustaría probar con un color de pelo más oscuro y que Robertillo Downey sigue de fiesta en el decorado del casino, hasta el punto de que ha llegado a secuestrar a las figurantes que aparecían con él y no consiguen reducirle.

Por eso, esperemos que esta locura se quede en una sola parte, porque al menos yo no estoy preparado para salir del cine y tener que volver a valorar con más nota las palomitas, que la película.

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