harry potter and the death hallowsTítulo original: Harry Potter and the Deathly Hallows – Part I.
Dirección: David Yates.
País: Reino Unido. Año: 2010.
Duración: 148 min.
Género: Aventuras, fantástico.
Interpretación: Daniel Radcliffe (Harry Potter), Rupert Grint (Ron Weasley), Emma Watson (Hermione Granger), Ralph Fiennes (lord Voldemort), Michael Gambon (Albus Dumbledore), Bill Nighy (Rufus), John Hurt (Sr. Ollivander), Rhys Ifans (Xenophilius), Helena Bonham Carter (Bellatrix Lestrange), Robbie Coltrane (Rubeus Hagrid), Imelda Staunton (Dolores Umbridge), Jason Isaacs (Lucius Malfoy), Miranda Richardson (Rita Skeeter), Alan Rickman (Severus Snape), Maggie Smith (Minerva McGonagall), Brendan Gleeson (Alastor ‘Ojoloco’ Moody), Timothy Spall (Peter Pettigrew), David Thewlis (Remus Lupin), Julie Walters (Sra. Weasley), Tom Felton (Draco Malfoy), Bonnie Wright (Ginny Weasley), Jamie Campbell Bower (Gellert), Evanna Lynch (Luna Lovegood), Fiona Shaw (Petunia).
Guión: Steve Kloves; basado en la novela de J.K. Rowling.
Producción: David Heyman, David Barron y J.K. Rowling.
Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Eduardo Serra.
Montaje: Mark Day.
Distribuidora: Warner Bros. Pictures International España.
Estreno en España: 19 Noviembre 2010.
Raiting: No recomendada para menores de 7 años.

Paradójica y confusa. Sólo así puede comprenderse en toda su extensión la nueva propuesta de David Yates, el éxito sobre seguro que supone, y siempre supondrá, un capítulo de la millonaria saga de Harry Potter. Y decimos paradójica porque, de manera incomprensible, y contra todo pronóstico del mainstream mercadotécnico, Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte I, no se dirige a público objetivo alguno; es más, se aleja de cuanto desean los espectadores más contrapuestos. Y es que la séptima entrega de Potter es equidistante no sólo de quienes no han seguido su estela a lo largo de los escalones precedentes, sino también de cuantos reverencian sin condición al mago de J. K. Rowling. De este modo, para los idólatras de Harry Potter, la séptima entrega se presenta como abrupta, presurosa, enfocada al detalle en un libro magistral y, a pesar de ello, desproporcionadamente expeditiva, comprimida incluso. Sus 148 minutos se hacen cortos por lo exiguo de su argumentación, si atendemos a la trama de la última novela de Rowling, cuyo ritmo trepidante transporta con premura página por página. Para quienes no conocen la versión literaria del desenlace potteriano, la película sin embargo se mostrará incomprensible, seca, indefinida por la plétora de detalles, vocabulario y personajes que se dan cita al unísono en un concierto sincopado en argumento y, pese a todo, dilatado en el tiempo. Esta contradicción hace del filme una experiencia confusa.

No obstante, habrá de hacerse justicia con su director, Yates, quien se ha vestido de gala con esta última entrega, demostrando una más que probada competencia a la hora de abordar producciones de envergadura y complejidad. Sin duda Harry Potter VII es de una oscuridad heroica, consiguiendo una impecable clase de funambulismo y acrobacia, aunando estilos, humores, incluso géneros, dentro de una misma cinta, y demostrando que la seriedad, el buen hacer, la calidad y la cantidad, sólo van de la mano si un director competente es capaz de orquestar un gran equipo.

Ni qué decir tiene que la fotografía, el montaje y los efectos visuales y sonoros de Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte I, proyectan una gran belleza, resultante indudable de la pericia y aptitud de unos profesionales que desean dar el do de pecho en el último aliento de Potter, todavía por estrenar, pero del que la propuesta actual es un seductor y atrayente preliminar. Por supuesto, es de necesidad ortodoxa remarcar la valía del completo plantel que David Yates ha sido capaz de reunir, con adquisiciones loables como su indispensable Bill Nighy, asiduo en las producciones del realizador; o un secundario nada accesorio como Peter Mullan en el papel del mortífago Yaxley, icono de la escena inglesa e inmenso en su escasa presencia.

Qué duda cabe de que en esta ocasión, como en las precedentes, Radcliffe, Watson y Grint suponen el motor irrebatible de la película, percibiéndose en ellos una madurez muy de agradecer, y una seguridad y aposentamiento provechosos, que invitan a reflexionar acerca de la gran cantera interpretativa que se derivará de la saga Potter. Varones como Fiennes, Gambon, Hurt, Rickman o Thewlis, y perfect ladies como Smith, Bonham Carter, Staunton, Walters o la fugaz Shaw, no dejan de redundar en la idea de que Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte I, es más de lo que se promociona, y mucho más, incluso, de lo que se espera.

En definitiva, una película del todo recomendable, inquietantemente efectiva y competente pese a las críticas, y categóricamente mejorable atendiendo a las expectativas. A quien le guste Harry Potter sentirá que le han privado de la mitad del metraje, y quien deteste al mago más épico del panorama cinematográfico, convendrá en que el tiempo de la cinta se dilata en demasía. Confusa y paradójica, ya lo hemos advertido. No se le puede pedir menos, si bien podría haber dado un poco más.

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