Para darse por satisfecho con lo sencillo
se necesita un alma grande

Arturo Graf

Hoy vuelvo a dirigirme a vosotros con tristeza, pero con la alegría de poder hablar de una persona que, aunque todos intenten decir que era un actor secundario, desde aquí y en estas páginas le vamos a tratar con el justo respeto de un gran profesional de nuestro cine. Él es Antonio Gamero.

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Imagen de «Manolito gafotas» 1999, producida por  Castelao Producciones, Dos Ocho Cine S.L., Dos Ocho Cine S.L. Distribuida por Filmax International. Todos los derechos reservados.

Nos ha dejado este mes tan caluroso de julio, quiso tomarse unas merecidas vacaciones y, desde aquí le pedimos que siga haciendo sonreír allí donde esté, pues como ya decía Plotino (204-270) en La naturaleza del alma: “Es en el mundo inteligible donde se encuentra el ser verdadero; la parte mejor de él es la inteligencia”.

No se podría entender el cine de la transición sin tu presencia –Asignatura pendiente (1977), Un hombre llamado Flor de Otoño (1978), La estanquera de Vallecas (1987)-. Recuerdo que en tus películas siempre eras el revolucionario de izquierdas, el “progre” de la época. También en las del destape, como Cristóbal Colón, de oficio… Descubridor (1982). Pero hay una, permíteme que la escoja en estos momentos, en la que me parece que has dejado toda la bondad, el cariño y ternura, que es en el personaje del abuelo de Manolito gafotas, con su querida Cata (Adriana Ozores).

Yo entiendo que hablar de “secundario” refiriéndonos al abuelo Nicolás es una perogrullada, por lo tanto muchas gracias por tu trabajo y, como en la máxima, lo sencillo necesita de un alma grande.

Con todo el cariño para ti, desde la Mecedora.

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