Hubo una época en la que el amor estaba loco, una época que el cine conoció con la screwball comedy, la comedia de enredo en la que todo era excesivo y desproporcionado: los celos, las situaciones, las decisiones y la pasión. En 1941 el director de Historia de dos ciudades, presentó Love crazy, alocada propuesta de Jack Conway en la que dirigía a una de las parejas con más solera de la década de los años cuarenta, la formada por William Powell y Myrna Loy. Este dúo, consolidado gracias a la serie de seis películas basadas en la emblemática novela de Dashiell Hammett, The Thin Man, encontraba en Love crazy una nueva vía para darle forma a su amor en la gran pantalla, amor que llegaba seis años antes de que la serie de Nick y Nora Charles alcanzara a su fin.

Imagen de Love crazy © 1941 Metro Goldwyn-Meyer, MGM/UA Home Entertainment. Todos los derechos reservados.

En este caso Powell y Loy son una pareja que no alcanza el lustro unidos. En su cuarto aniversario, como cada año, Steve y Susan repiten mecánicamente todo lo que hicieron aquella primera vez en la que se comprometieron, los mismos escenarios, las mismas horas, los mismos diálogos. Pero este año Steve propone un cambio, realizar su ritual a la inversa, iniciándolo por el final y concluyéndolo en el inicio, es decir, empezar por el postre y finalizar con los aperitivos. Ambos consideran una buena idea revitalizar su aniversario con un cambio tan insustancial como el orden, sin saber que la celebración iba a concluir en una solemne ruptura. La aparición de una antigua novia de Steve, la llegada de la madre de Susan y la irrupción de dos hombres en el edificio del matrimonio, derivarán en la sala de un abogado con un divorcio sin mutuo acuerdo. Porque Steve sigue enamorado de Susan aunque ésta crea que él le ha sido infiel. Y es cierto que pudo serlo, porque tanto el arquitecto como su ex novia se quedaron encerrados en un ascensor y más tarde salieron a festejar su particular aniversario juntos. Pero Steve es inocente y no quiere perder a Susan; por ello urde un perverso plan con su abogado, fingir incapacidad mental para evitar que Susan pueda divorciarse de él. Como toda locura, también ésta se le escapa de las manos, viéndose obligado a huir de un sanatorio mental.

Imagen de Love crazy © 1941 Metro Goldwyn-Meyer, MGM/UA Home Entertainment. Todos los derechos reservados.

Con un planteamiento disparatado y una puesta en escena desmedida, Love crazy no deja de ser un divertimento, un slapstick sincero no exento de momentos desafortunados (la escena de Abraham Lincoln y el mayordomo es buen ejemplo de ello). Su ligereza y frivolidad son, sin embargo, una mera ilusión, ya que tanto la interpretación como lo novedoso de su planteamiento, hacen de Love crazy una modesta joya dentro del mundo del cine. Su guion, escrito por Charles Lederer (The front page, Luna nueva, Los caballeros las prefieren rubias), junto con William Ludwig (Oscar por Interrupted Melody) y David Hertz (Stronger than Desire, Sublime obsesión), es un impecable juego de matrioskas, en el que la trama se complica hasta alcanzar cotas insospechadamente excéntricas sin llegar a ser desequilibradas.

Imagen de Love crazy © 1941 Metro Goldwyn-Meyer, MGM/UA Home Entertainment. Todos los derechos reservados.

Y por supuesto, Love crazy es una magnífica oportunidad de ver en escena a Myrna Loy y William Powell en uno de sus catorce títulos juntos, ambos dadivosos en su interpretación, espléndidos como tándem, y mágicos como pareja, compenetrados tras una década de pesquisas como matrimonio detectivesco que, en este título, presentan su faz más alocada y divertida. Nunca antes el amor fue más galante ni estuvo tan loco como en Love crazy.

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