Título original: Women Talking. Año: 2022. Duración: 104 minutos. País: Estados Unidos. Dirección y guion:Sarah Polley, basado en la novela de Miriam Toews. Música: Hildur Guðnadóttir. Fotografía: Luc Montpellier.Reparto: Rooney Mara, Claire Foy, Ben Whishaw, Jessie Buckley, Frances McDormand, Judith Ivey, Sheila McCarthy, Michelle McLeod, Liv McNeil, Kate Hallett. Producción: Hear/Say Productions, Plan B Entertainment.  Distribuidora: Orion Pictures, United Artists Releasing. Género: Drama.

2010. Un granero. Un grupo de mujeres. Una decisión. Con un planteamiento concreto y una puesta en escena soberbia, Sarah Polley introduce al público en un episodio acontecido entre 2005 y 2009, la violación masiva de un centenar de mujeres a manos de sus propios compañeros y familiares. Este hecho, sucedido en Bolivia en el seno de una colonia menonita (cristianos anabaptistas que viven al margen del sistema), conmocionó a la opinión pública, siendo retratado por Miriam Toews, escritora y antigua miembro de la colonia, en su obra Ellas hablan.

Cuando el debate de la sumisión química sigue vigente, Toews explica cómo algunos hombres de aquella comunidad rociaban de anestésico veterinario las casas por la noche, para que, una vez inhalado, las familias quedaran inconscientes y así poder violar a mujeres de todas las edades (desde niñas de cuatro años hasta ancianas). Al despertar, tal como relata Toews, descubrían en sus lechos hemorragias inexplicables, dolor y adormecimiento, infecciones y embarazos que los hombres de su comunidad achacaban a la acción del diablo o a su propia infidelidad, amenazándolas con quedar excluidas de la salvación eterna si hablaban. Pero ellas necesitan hablar.

Este es el punto de partida del que se vale Polley para dar forma a una trama sobrecogedora, cuyo eje gira en torno a las reuniones que llevaron a cabo las mujeres  para dilucidar si debían quedarse y seguir permitiendo el abuso o huir para fundar su propia comunidad. Con este propósito, Ona (Rooney Mara), Salomé (Claire Foy), Mariche (Jessie Buckley), Greta (Sheila McCarthy), Mejal (Michelle McLeod), Agata (Judith Ivey) y Neitje (Liv McNeil) se reúnen en un granero, sopesando los pros y los contras de cada una de las decisiones. Para que quede constancia de su decisión, y dado que ninguna de ellas sabe leer ni escribir, solicitan a August (Ben Whishaw), profesor renegado de la colonia, que transcriba cada una de las intervenciones, de forma que quede constancia de ellas para la futura consulta de los hombres de la comunidad.

Estilística y narrativamente extraordinaria, Polley asume una posición de testigo de unos acontecimientos con fuerza suficiente como para trascender la pantalla y hacer comprensible una realidad, la de las mujeres, que no puede ser soslayada. La intensidad interpretativa de todo el elenco (desde las contadas intervenciones de Frances McDormand a la profunda actuación de Claire Foy, Jessie Buckley o Ben Whishaw) queda subrayada por una impecable puesta en escena, lorquiana y contenida, que conduce el foco de atención hacia el drama de estos seres humanos heridos, sin artificios, tramoyas ni efectos de ningún tipo.

Los abusos, relatados a través de flashbacks mínimos que dejan entrever el alcance de los ultrajes, se perciben más por las consecuencias sufridas por las mujeres que por la visualización del hecho en sí mismo, con un respeto y hasta pudor que dan muestra del tratamiento delicado de Polley. El embarazo de Ona, los ataques de pánico de Mejal, la dentadura postiza de Greta, la hostilidad de Mariche y la sed de venganza de Salomé ilustran el calado del daño que se les ha infligido, sin generalizaciones ni lugares comunes. No es difícil deducir lo que Polley parece indicar: No hay dos seres humanos iguales, sean del sexo o de la condición que sean.

Lo acertado de su guion y su puesta en escena quedan acompañados por la sobria fotografía de Luc Montpellier, semejante a una obra de Andrew Wyeth, así como por la banda sonora minimalista de la compositora Hildur Guðnadóttir, poseedora de una belleza desconcertante. 

El retrato de esta jornada de reflexión, en la que se pone de manifiesto la capacidad humana para la resiliencia y, sobre todo, para la supervivencia, se asemeja a una experiencia emocional, la que se experimenta al acompañar a unas mujeres que, pese al horror, todavía guardan espacio para la fe, el humor, el amor y la vida.

Una película compleja, descarnada y, con todo, de una hermosura insondable, en la que se realiza una de las escasas odas cinematográficas a las emociones puras y profundamente humanas.