Me he ido tan lejos que no veo lo que está a mi lado.
Rafael Pérez Castillo

 

Queridos amigos de Todo es cine:

Hoy me gustaría hacer una reflexión de algo que he visto y me encantaría compartirlo con vosotros, se trata del cortometraje Binta y la gran idea (2004, Javier Fesser), que por cierto estuvo nominado a los Oscar. Junto a él, hablaremos de la película de otro Fesser, Guillermo, llamada Cándida (2006).

binta y la gran idea en todos al cine

Imagen de «Binta y la gran idea» dentro de «En el mundo a cada rato» – Copyright © 2004 Tus Ojos. Distribuida en España por Alta Films. Todos los derechos reservados.

Empecemos por el largometraje. Como su propio nombre indica, Cándida es todo dulzura, humanidad, ingenuidad, así es el personaje. La trama se desarrolla en Madrid, en un barrio humilde de las afueras, donde esta mujer trabajadora incansable ha podido sacar adelante a sus hijos, con los peligros que lleva el vivir en esas condiciones. Tiene un hijo metido en las drogas, y otro esquizofrénico; a su hija sólo la ve cuando ésta necesita a su madre. Parece realmente un drama, pues lo es. Pero el director juega con la candidez de la vida de esta mujer, que limpia las casas de los demás, e intenta vivir un poco al margen de lo cotidiano, en un mundo que ella también se ha creado.

Todo parece ir en su contra, pero llega a conocer Nueva York, y vivir momentos inolvidables al lado de un periodista que la adora sólo por ser quien es. Os aconsejo que la veáis, ya que tiene mucho de gracioso, pero más de profundo en su interior. En forma de comedia la vida de esta mujer va aconteciendo.

Del mismo modo transcurre el cortometraje Binta y la gran idea, la historia de una niña africana que nos enseña su país, su continente, y que está enamorada de su sol, de sus colores,  aunque el que más le guste sea el de su piel, su color. Nos enseña a través de una obra de teatro escolar cómo hay padres que no dejan a sus hijas ir al colegio, y vemos en su propia familia cómo influye tener a personas que se les puede engañar, ya que no entienden de cuentas. Pero van más allá. Entre sonrisas, nos llevan a un estupendo final, no se espera su asombroso y extraordinario desenlace lleno de sonrisas. Hemos caminado por las calles de Madrid y por los caminos de Senegal, pero las dos películas nos dejan un poco el mismo poso. En el corto, nos queda la moraleja de las niñas sin escolarizar, de lo importante que es que ellas empiecen este nuevo curso, pues es lo que desean y lo que deben hacer. Pero no olvidemos a Cándida, cuántas Cándidas ha habido y hay en este mundo nuestro, mujeres que no han podido ir a la escuela, o fueron poco tiempo, con vidas trastocadas por trabajos (no deshonrosos, ni mucho menos), pero en los que reciben un tratamiento terrible por quienes dicen ser sus jefas; pueden serlo, pero es bochornoso poner a una mujer de rodillas a limpiar las baldosas para que queden mejor, o decirle qué es lo que debe o no debe hacer más allá de sus quehaceres.

Está claro que todo el mundo tiene derecho a una educación, a los libros, o primero los cuentos. Yo recuerdo aquellos pequeños cuentos troquelados que con mucho dibujo y poca letra grande, hicieron que empezara a amar la lectura. Luego vinieron los tebeos, con ilustraciones admirables como las de Zipi y Zape, o las de la extraordinaria Esther, de Purita Campos. Así van llegando libros como los de Julio Verne, o Los cinco y sus aventuras. Qué de experiencias vividas entre sus páginas, me alegraría tanto que todos los niños y niñas pudieran disfrutar de la magnífica literatura; así entenderían muchas más cosas, y les ayudaría también a la escritura y, con ello, por supuesto llegar a tener doctores y doctoras, maestros y maestras, y un largo etcétera, como dicen en el cortometraje.

Por eso en el nuevo curso que empezará en un mes escaso, espero que todos en la medida que podamos, empecemos con un libro, una libreta y un lápiz, para que contemos -y podamos ver- a quienes tenemos al lado, quizá muy cerca.

Con todo el cariño, feliz vuelta al cole, desde la Mecedora.

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