blackjackDirección: Robert Luketic.
País:
USA.
Año: 2008.
Duración: 123 min.
Género: Drama.
Interpretación: Jim Sturgess (Ben Campbell), Kate Bosworth (Jill Taylor), Laurence Fishburne (Cole Williams), Kevin Spacey (Micky Rosa), Aaron Yoo (Choi), Liza Lapira (Kianna), Jacob Pitts (Fisher), Josh Gad (Miles).
Guión: Peter Steinfeld y Allan Loeb; basado en el libro «Bringing down the house» de Ben Mezrich.
Producción: Dana Brunetti, Kevin Spacey y Michael De Luca.
Música: David Sardy.
Fotografía:
Russell Carpenter.
Montaje: Elliot Graham.
Diseño de producción: Missy Stewart.
Vestuario: Luca Mosca.
Estreno en España: 11 Abril 2008.

“A ganar a ganar, pollo para cenar”

Desde el comienzo éste es el marco con el que se nos presenta la película, pero lo que no podría haber llegado a imaginar en esos primeros minutos de expectación, en los que la emoción por disfrutar o la angustia por sufrir surgen curiosos en mi cabeza, es que ni al final de la película entendería qué es lo que significa.

Lo primero que me intrigó de esta película no fue la historia, ni el equipo (la verdad es que el director, Robert Luketic,  no atrae por sus anteriores trabajo, véase “La madre del novio”, “Una rubia muy legal”), ni tan siquiera el tan lastimado póster de la misma; sólo el hecho de que estuviera “basada en hechos reales”. Es increíble cómo parece que cuando se utiliza esta expresión en las promociones de las películas, éstas ya ganan unos puntos extras (me refiero claro, a su recaudación).

Esta película esta basada en el libro «Bringing down the house» de Ben Mezrich, donde se cuenta la historia de seis estudiantes del MIT que entre 1992 y 1999 consiguieron ganar unos tres millones de dólares en los casinos de Las Vegas con una técnica sencilla: formar un grupo que controle las mesas donde se juega, tener un código para saber cómo estaba el juego en cada mesa y contar.

La historia de la película parece fácil: un chico necesita dinero para estudiar y debido a su gran aptitud para las matemáticas le introducen en un grupo organizado por un profesor que se dedica a estudiar estrategias acerca del Black-Jack – que aún no sé ni en que consiste – y las ponen en práctica todos los fines de semana a lo grande, en Las Vegas.

El chaval con el que se nos presenta la trama, es exactamente el tipo de personaje del cual todos sentimos empatía, pensando: “Pobre; a mi tampoco me concedieron una beca parecida, y yo soy seguro mucho más inteligente que él”, “Vaya, él tampoco se va con la gente enrollada, sólo con el más que típico grupo de freaks (de esos que se autodenominan “consejo de sabios”)”, “Mira qué cambio, como recorre triunfante las fiestas de Las Vegas”. Pero, ¿tiene algo de real este personaje? Es más, ¿tienen algo de real todos los personajes? Porque son la verdad todo menos verosímiles: tenemos a la “ingeniera aeronáutica” que es tan guapa, inteligente y sexy que mejor que meterse a modelo, o estudiar un poco sus asignaturas prefiere irse todos los fines de semana a desbancar casinos – que en ningún momento se explica para qué lo necesita, pero nos conformamos porque le toca a interpretar a mujeres rusas en las mesas (sí, es cierto, pese a que Kate Bosworth – ya la vimos en “Superman Returns” (2006) – ya es incapaz de llegar a dar vida a un personaje, el guión le hace desarrollar a otro partir de ése) -, el típico profesor de matemáticas (personaje salvado por Kevin Spacey), que en vez de saciar su rencor hacia la vida en sus exámenes y posteriores correcciones y revisiones, entrena a un grupo de gente aventajada (estoy seguro de que no en la interpretación); los típicos amigos del protagonista que representan todo lo anti-cool en la Universidad (de acuerdo, estos pueden a ser algo reales); tenemos también a los compañeros de pillerías, que cómo no sufren un ataque de celos regado por mucho alcohol, y no podemos dejar de olvidarnos de  las bailarinas de striptease que aportan una gran carga emotiva contoneando sus cuerpos en un segundo plano (sí, fijaos, podréis verlas en la mayoría de las escenas de discotecas exclusivas de Las Vegas, e incluso me atrevo a decir que en la casa de la madre pude ver a alguna por detrás de las cortinas, para hacer más amena la escena ).

El personaje que, personalmente más me decepcionó y gustó al mismo tiempo es el matón de los casinos (Laurence Fishburne), que por una parte es muy previsible, pero por otra añade esa parte de realidad al robo de tanto dinero. Es divertido cuando se pone anillos para pegar a la gente…

A favor de la película tengo que destacar dos cosas que me hicieron reír: la primera es el problema que plantea el profesor en clase, cuando descubre el gran talento de nuestro protagonista. Sin lugar a dudas no hay mejor atrezzo para una clase de ecuaciones no lineales – en general, para cualquier escena de película americana en la que tengamos que ver el más mínimo atisbo de enseñanza – que sus integrales, sus sumatorios y números y fracciones a discreción, no hace falta ni saber si representa algo mínimamente coherente (o quizás es que era el día de descanso de las bailarinas de striptease y no había nada mejor para el segundo plano). Por cierto, el problema del concurso que comentan tiene de ecuaciones lineales los que tiene esta película de “basada en hechos reales”. Que me pregunto yo, mucha inteligencia para resolver “enigmas matemáticos”, pero luego nos aparece guardando sus ahorros en el techo falso de su habitación.
La segunda es el momento de gastar el dinero, ya que pese a que  pensaba inocentemente que la película no caería en demasiados clichés, se hunde por su propio peso en ese momento compras, y aún más en las fiestas tan increíbles que aparecen (de acuerdo, es posible que haya cierta envidia en estos comentarios, pero es que sólo faltaba Richard Gere en la tienda, sentado en un sofá y sonriendo a nuestros protagonistas).

No es todo tan malo como parece en esta película, es cierto que consigue atraer tu atención, presenta el mundo como una gran oportunidad para Ben (nuestro audaz protagonista) y pese a que el final es tremendamente evidente es inevitable sentirse aliviado al saber que nuestro indefenso Ben es capaz de tomar decisiones… acertadas. Y sobre todo, lo mejor es que – como ha debido considerar el director – no hace falta saber cómo acaba todo, es mejor terminar la historia cuando corresponde, no alargar más argumentos insulsos que lo único que hacen es robar tiempo para escenas en las que podamos poner bailarinas o pizarras de sabiduría (¿o por qué no ambas?).

Al acabar la película sólo aciertas a sacar dos conclusiones: la primera, que te han gustado mucho más las palomitas (aunque sepas que con ellas envenenes tus arterias) y la segunda…

… “A ganar a ganar, pollo para cenar”…

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