Solo lo honesto emociona. El pragmatismo puede ser de utilidad en el ámbito de la razón pero en el arte, en el verdadero arte, solo importa la emoción. Por descontado los más grandes artistas se han valido de lo exacto, del cálculo, de las matemáticas, pero esto solo es válido si se combina con cierta entidad emocional y también moral; “la técnica es ciega sin la ética”, decía Emmanuel Kant, e igualmente el arte está vacío sin la emoción. No importa la época, el material o la pericia, igual conmueven las siluetas de “La cueva de las manos”, en Argentina, que la silente Intolerancia (1916, D. W. Griffith), o la performance “Cut piece” de Yōko Ono. En ello radica lo intangible del arte, su capacidad de alterar y golpear al espectador.
Imagen obtenida del sitio web “Banksy New York”, de su colección “Better out than in” October 2013. – Copyright © 2013 http://www.banksyny.com/ Todos los derechos reservados. |
Hace unos días Banksy, artista o vándalo según qué ojos, abandonó su estancia en la ciudad de Nueva York, lugar al que había acudido un mes antes para realizar su peculiar lectura de la gran manzana bajo el epígrafe “Better out than in”, un conjunto de manifestaciones plásticas que Banksy se apresuró en plasmar. Su primera interacción con la ciudad no se hizo esperar, y así el primero de octubre los habitantes de la calle Allen, en Lower East Side, descubrieron en una de sus paredes a dos niños que advertían de lo peligroso del arte urbano: “Graffiti is a crime”, rezaba el spray que uno de los pequeños intentaba alcanzar. A pesar de la sentencia, lo cierto es que hace tiempo que nadie ve criminales las acciones de Banksy, tal es así que la Policía de Nueva York, lejos de ser llamada a buscar al grafitero de Bristol, dejó hacer al joven a lo largo y ancho de sus calles, permitiendo que sus stencils adornaran huecos que antes ocupaba la simple oscuridad.
Pese a todo, y con independencia de los admiradores y detractores que el autor ha ido recolectando desde 1992, los trabajos de Banksy hasta el momento, no dejan de tener un trasfondo emocional, un posicionamiento si no político, sí ideológico, que subraya y denuncia determinados aspectos con los que no acaba de comulgar. En su currículum el hambre, el consumismo, la falta de libertad o la violencia, se mezclan con plantillas irreverentes de oficiales orinando, ratas haciéndose con la ciudad o reinas ataviadas con maquillaje de Kiss.
Esa línea, esa denuncia explícita, resulta consonante con el tipo de sociedad en que vivimos actualmente, denuncia que comparte con la música e incluso con el cine; el propio Banksy dirigió Exit Through the Gift Shop (2010), un documental nominado a los Oscar, y que recuerda –de otro modo, con otra calidad- al ingenio que muestran otras películas sobre el arte y la influencia de los artistas, llámense Basquiat (1996, Julian Schnabel), Avatar (2009, James Cameron) y las resonancias de Roger Dean; Un americano en París o Gigi y el homenaje a las vanguardias; La chica de la perla (2003) y Johannes Vermeer o el propio Goya para Saura en su Goya en Burdeos (1999). Este retrato, que en manos de Bansky une plasticidad pero también descompostura, no deja de ser una muestra de insolencia y sátira, como el camión que conduce a un matadero a una legión de peluches-reses u osos panda.
Imagen obtenida del sitio web “Banksy New York”, de su colección “Better out than in” October 2013. – Copyright © 2013 http://www.banksyny.com/ Todos los derechos reservados. |
Ni en el Bronx, ni en TriBeCa, se ha decidido todavía qué hacer con los Banksy que ahora distinguen sus paredes, aunque hay quienes han optado por salvaguardar la obra y cobrar por la entrada. No sería la primera vez que esto ocurre, muchos de los lugares que actualmente lucen un Banksy en sus fachadas los protegen como bienes impagables, sabedores de la valía que pueden alcanzar. No en vano, las obras de Banksy se han expuesto en museos como el MOMA de Nueva York, el Tate Modern de Londres o el Museo Británico. Es tal la cotización que adquieren sus obras, que en su aventura neoyorkina el grafitero se acercó a Housing Works, casa de subastas para contribuir a la erradicación del SIDA, donde adquirió un cuadro vulgar y lo customizó a su antojo, devolviéndolo para que fuera subastado. El cuadro, titulado ahora “The banality of the banality of evil”, alcanzó los 600.000 dólares.
Imagen obtenida del sitio web “Banksy New York”, de su colección “Better out than in” October 2013. – Copyright © 2013 http://www.banksyny.com/ Todos los derechos reservados. |
Frente a este flujo de cifras astronómicas, destaca una de las sutiles estratagemas urdidas por Banksy, quien decidió poner un puesto de venta ambulante en el que sus obras, originales y firmadas de su puño y letra, fueran vendidas por 60 dólares. El descreimiento neoyorkino y su incapacidad de sorpresa tras tantos lustros, hizo que apenas un par de viandantes reparase en los cuadros y adquiriera alguno. Es difícil sorprender a quien ya lo ha visto casi todo. Sin embargo, esos cuadros en el futuro pueden alcanzar centenares de miles de dólares; habrá quien tenga alguno colgado en su pasillo, su despacho o incluso su salón, sin saber el valor que semejante pintura tiene. Podrá pasar como en La hora de los valientes (1998, Antonio Mercero), que un Goya auténtico sea confundido con el retrato de un pariente lejano, muy lejano, que sin grandes aspavientos legó un pequeño cuadro a su descendencia. O quién sabe, tal vez sea al revés, y de tanto abusar de su propia marca, Banksy llegue a saturar al público y a las autoridades, quienes en cierto momento decidan que no da para más. Será entonces cuando el joven convertido por su aura inconformista en superhéroe, dé la vuelta y deje de vagar por las calles. Ventajas de mantener el anonimato y salvaguardar su identidad.
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