Tiene una firma peculiar que saca a relucir aspectos inconfesables de un carácter tenaz. Extravertida y espontánea, aparecen en sus trazos rasgos de una persona de fuertes tendencias instintivas y una pizca de falta de afectividad. Lo que no se atisba en sus rasgos, y esto es quizá lo más curioso, es el talento innato de esta mujer menuda de meñiques rollizos, para la invención y recreación de los crímenes más rebuscados, acaso los más célebres de la criminología de ficción. Con sus cuatro billones de ejemplares vendidos en todo el mundo, Agatha Mary Clarissa Miller, más conocida como Agatha Christie, jamás tocó una cámara de cine, nunca planificó una escena y mucho menos se puso ante un guión, y todo ello a pesar de que ha escrito los pasajes más memorables de la historia del cine de misterio.

suspiction en todo es cine

Fotograma de Sospecha (Alfred Hitchcock). Derechos reservados a su distribuidores y/o productores

Nacida el 15 de septiembre de 1890, hace ahora 120 años desde que “la reina del suspense” viera la luz en su Torquay natal (Reino Unido). La enigmática niebla inglesa fue sustituida prontamente por la artística vida de París, donde aprendió las más aristócratas habilidades de baile, canto y piano a los dieciséis años. El mismo año en que estalló la Primera Guerra Mundial, comenzó su particular batalla, no sólo porque Christie sirviera a la causa como enfermera en un hospital, sino porque también en 1914 contrajo matrimonio con el que sería su primer marido, Archibald Christie, un tortuoso casamiento al que daría fin en 1928 y que dejó como resultado la única hija de la novelista, Rosalind Hicks, y un enigmático ataque amnésico que desembocará en la desaparición de Christie durante tres semanas, sin que nadie supiera el paradero de la mujer o su estado de salud. Incógnitas aparte, lo cierto es que a partir de 1930 la vida de la escritora daría un vuelco esencial para su futuro desarrollo como autora del género de suspense. Casada nuevamente, el arqueólogo Max Mallowan consiguió dotar de una estimulante inestabilidad a Christie, haciéndole partícipe de sus numerosos viajes por Oriente Medio, experiencia que más tarde daría lugar al escenario en que situó gran parte de sus novelas (quizá la más conocida de esta época fuera Muerte en el Nilo, de 1946), y que le haría formular una de sus frases más populares: “Cásate con un arqueólogo: cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará”.

Chascarrillos al margen, tal vez uno de los hombres más importantes de su vida fuera Hércules Poirot, personaje de ficción creado en 1920 a imagen y semejanza de la tradición inglesa de Arthur Conan Doyle, mezcla entre Hercule Popeau, creación detectivesca de Marie Belloc Lowndes, y del policía francés Monsieur Poiret, nacido de las entrañas de Frank Howell Evans. Desde El misterioso caso de Styles, primer título en que figuró Poirot, hasta Telón (1975), este detective apareció en más de treinta novelas, incluso a pesar de la insufrible relación que su autora sostenía con respecto a él, y quien llegó a señalar su determinación de acabar con Poirot, decisión que posponía repetidamente por el cariño incondicional que el público profesaba al impertinente detective (en el momento de su defunción, incluso The New York Times le dedicó un sentido obituario). Aunque personajes como el de Poirot y la entrañable y perspicaz Miss Marple, o adaptaciones acreditadas como la de Los diez negritos (1944, René Clair) hayan encumbrado el talento y pulcritud de Agatha Christie, tal vez la mejor novela que jamás escribió es y será siempre Testigo de cargo (1953), cuya adaptación cinematográfica resulta tan brillante como su versión escrita.

Dirigida por Billy Wilder en 1957, fue el propio realizador al alimón con Harry Kurnitz quien se encargó de su adaptación a la gran pantalla. Protagonizada por un póker de ases como Tyrone Power, Marlene Dietrich, el gran Charles Laughton y Elsa Lanchester, Witness for the Prosecution representa una obra maestra del cine de intriga, con un final colosal que el propio Wilder se apresura a preservar, rogándole a los espectadores que mantengan el secreto de su desenlace con monacal reserva. Con sus seis nominaciones a los Oscar, incluidos el de Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor Principal (a Laughton), Mejor Actriz de Reparto (Manchester), Mejor montaje y Mejor sonido, Testigo de cargo representa la cúspide del talento narrativo puesto al servicio de la historia del cine.

Acabaremos este repaso citando a un personaje que, si bien no está relacionado con Agatha Christie de manera directa, sí que resulta un fiel reflejo de la influencia de su trabajo. En Suspiction (1941), otra obra maestra del cine clásico –basada en la novela de Frances Iles, Before the Fact-, Alfred Hitchcock nos narra cómo Lisa (Joan Fontaine) perece en vida por la sospecha de que su esposo Johnie Aysgarth (Cary Grant), quiere asesinarla a toda costa. Atribulada, buscará respuestas y quizá consuelo en la casa de una buena amiga, Isobel Sedbusk (Auriol Lee) una escritora de novelas de misterio que ha asesinado, en la ficción, a más de un centenar de víctimas. Sus nociones de anatomía y su conocimiento de un veneno capaz de borrar toda huella del crimen, no sólo llamarán la atención del finalmente devoto marido, sino que turbarán, todavía más, a la trastornada Fontaine.

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Fotograma de Sospecha (Alfred Hitchcock). Derechos reservados a su distribuidores y/o productores

Tras años de fervorosa carrera literaria, de estudio concienzudo y de matemático pensamiento (se sabe que sopesaba los pros y contras de sus personajes hasta el punto de convertirlos a todos en víctimas y asesinos), la vida de Agatha Christie se apagó en enero de 1976, ochenta y cinco años después de que diera comienzo la existencia de la más importante escritora de novelas, piezas teatrales y relatos cortos de suspense, que a tantos y tan célebres pasajes cinematográficos ha dado lugar.

Por esta dedicación monástica y absoluta hacia un género al que tanto ha dignificado, desde aquí le rendimos un merecido tributo a Christie, el homenaje que tanto se merece una autora que, sin saberlo, todo lo ha dado por el séptimo arte.

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