El cine consta de fotogramas, planos, guiones, personajes y tramas; en él se encuentra de todo y para todos, aunque esencialmente haya películas; películas enteras, hechizantes, inmortales, eternas; películas por las que merece la pena perder el sueño y dejarse cautivar. Capítulo I: “él adoraba Nueva York, la idolatraba de un modo desmesurado”, comenzaba Manhattan (1979), el canto de amor que Woody Allen compuso con Marshall Brickman para su ciudad fetiche, la ciudad en blanco y negro que latía al ritmo de George Gershwin.
Imagen de ”Manhattan” © 1977 Rollins-Joffe Productions. Distribuida en España por MGM Home Entertainment. Todos los derechos reservados. |
En el Upper East Side, entre la calle 88 y la segunda avenida, un grupo de cuatro amigos se reúne en Elaine´s. Isaac Davis (Woody Allen), un guionista televisivo de cuarenta y dos años, se sienta junto a la jovencísima Tracy (Mariel Hemingway), una adolescente de diecisiete años con quien mantiene una relación personal basada en la admiración que la joven siente hacia la intelectualidad de Isaac. Junto a ellos están Yale (Michael Murphy) y Emily (Anne Byrne Hoffman), un matrimonio perfecto, culto y agradable con quien Isaac habla de arte, de literatura y especialmente, de su vida sentimental. Porque el guionista se acaba de divorciar y además por segunda vez; su ex mujer Jill (Meryl Streep), ha decidido escribir un libro acerca de su vida íntima, ahora que ella mantiene una relación con otra mujer. Pese a los intentos de Isaac por empezar de cero, el lastre de sus fracasos matrimoniales le persigue sin remedio, y más en la actualidad que el mundo editorial se muestra engatusado con la obra de Jill. Tampoco el matrimonio de su amigo atraviesa su mejor momento, la irrupción de Mary (Diane Keaton), en la vida de Yale hace que éste inicie una tormentosa relación con ella, una periodista bella, huidiza y vehemente que a Isaac le resulta tan sugestiva como inconveniente. Mary es impetuosa, sincera, despiadada incluso; opina sin miramientos y habla tal y como le dicta su conciencia, sin cortapisas. Por supuesto eso irrita a Isaac, cuyos gustos fotográficos, literarios y cinematográficos no casan con los de Mary, irreconciliable enemiga de Ingmar Bergman y por lo tanto, también de él.
Imagen de ”Manhattan” © 1977 Rollins-Joffe Productions. Distribuida en España por MGM Home Entertainment. Todos los derechos reservados. |
Pese a todo, no hay postura irreversible. Una conversación a oscuras, un anochecer alargado y un amanecer frente al puente de Queensboro, cambiará sus vidas, amén de convertir la estampa neoyorkina en un referente en la historia del cine. Es entonces cuando el guionista abandona su sandio trabajo y con él, su vida en las altas esferas en la ciudad. Debe renunciar a su excelente piso, pasar dos pensiones, encargarse económicamente de su hijo, sufragar los gastos de sus padres y terminar un libro. Es el momento de aprender a conocerse a sí mismo. Al mismo tiempo, los estudios en la Escuela de Arte Dramático llevarán a Tracy a Reino Unido, una noticia que a Isaac le alivia parcialmente, dado que sus flirteos con la menor no le satisfacen completamente. Antes de su ruptura, Woody Allen regala para la posteridad otra secuencia emblemática para la historia del cine, una de tantas en una película como Manhattan y que en este caso, se materializa en un paseo en carruaje por Central Park con una declaración de amor de dimensiones bíblicas.
Imagen de ”Manhattan” © 1977 Rollins-Joffe Productions. Distribuida en España por MGM Home Entertainment. Todos los derechos reservados. |
El tiempo pasa e Isaac cada vez se encuentra más engatusado por la cerebral Mary, quien con sus infinitos conocimientos y rarezas, va conquistando al distraído escritor. Cuando le es confesado que Yale y Mary han zanjado su romance, la atracción por la reportera le empuja a romper su jugueteo con Tracy, un capricho ilícito al que nunca prestó mayor atención que la que se le puede entregar a un flamante descapotable, poco útil si eres maduro y no tienes edad para semejante medio de transporte. Yale y Emily se reúnen entonces con Mary e Isaac, los cuatro juntos, como si nada hubiera existido entre ellos. Jill ya ha publicado su libro y con él, la clave en forma de ex marido que le hizo cambiar la bisexualidad por la homosexualidad. Extinguidos los devaneos con Tracy, también llega a su fin su romance con Mary. Yale y ella se siguen fascinando mutuamente y la relación con Isaac no ha hecho sino aumentar la tensión entre ellos. Sin trabajo, sin pareja, sin amigos, Isaac deberá volver a empezar de cero, de nuevo, confiando en que no todo el mundo se corrompa y pueda mantener algo de fe en las personas.
En el cine hay fotogramas, planos, guiones, personajes y tramas, y hay películas en las que todos estos elementos se unen para crear un universo paralelo, un estado mental: “¿No es precioso?” preguntaba Diane Keaton mirando Manhattan desde el puente de Queensboro, “Sí, y más aún cuando amanece”, contestaba Woody Allen absorto en la prodigiosa fotografía de Gordon Willis. Y es cierto que hay algo mágico en la vista que ofrece el puente de la Calle 59, la vista que convertida en escena, nos demostró que para Woody Allen Nueva York es la ciudad en la que siempre es posible volver a empezar.
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