Con el inicio del año entramos en una época de premios cinematográficos. Recientemente se han celebrado los oriundos Premios Goya, ceremonia en la cual se rindió homenaje a Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) con ella Almodóvar y su obra se harían con varias estatuillas y una nominación a los Oscar. En la presente edición tanto él como algunas de sus actrices fetiche y en honor a la cinta entregarían el codiciado premio a la Mejor Película.
Mujeres es una obra de amor y desamor ambientada en ese Madrid de Almodóvar, quien la convierte en un personaje más, como el apartamento es a Friends o Nueva York a Woody Allen. Por sus calles deambula de un lado a otro la protagonista, Pepa, tras la pista de Iván quien la ha dejado una semana antes de su alocada aventura de búsqueda, para darle una noticia médica que concierne a ambos. Durante la búsqueda llega el autoconocimiento y la cura de su enamoramiento. Al averiguar que Iván ni la merece ni es buena persona logra desenamorarse, curarse y así se le revela una certeza: tampoco lo necesita.
Por el apartamento de Pepa transcurre gran parte de la acción, en él ocurren los más extraños acontecimientos, hay un incendio, un corral, un intento de suicidio, una tentativa de secuestro por medio de un gazpacho drogado…
Un gazpacho preparado para Iván y del cual termina bebiendo todo el mundo con su “lógica” consecuencia. Un ir y venir de situaciones y personajes con sentimientos exaltados y decisiones no pensadas, viscerales. Todo el conjunto es estrambótico y alocado, de ritmo trepidante como las antiguas comedias cinematográficas.
Todo contribuye a crear ese mundo de rarezas y comicidad, convirtiendo muchas partes de ese universo en mítico, como los pendientes cafetera del personaje de María Barranco, o el inolvidable taxi (Mambo Taxi) encargado de las persecuciones, de Guillermo Montesinos, dos personajes tan peculiares como tiernos.
La originalidad y ritmo frenético de la obra, hace que pasemos por alto las referencias a Hitchcock que hay en ella, la música es tal vez la más evidente, recuerda a algunas obras que Bernard Herrmann compuso para el realizador. Otra es a La ventana indiscreta cuando Carmen Maura, sentada en un banco, observa un edificio y sus ventanas que enmarcan la vida de sus habitantes.
Además, desde la terraza del piso de Pepa vemos ese Madrid de fondo, sus tejados y famosas cúpulas, como desde la ventana de La soga se asomaban esas maquetas de Nueva York.
Las obras de Almodóvar requieren de la atención del espectador, no son cintas palomiteras, si bien son entretenidas y ágiles, sin embargo, los pequeños detalles que pueden pasar desapercibidos, no deben de ser obviados, pues al estar tan cuidados contribuyen a dar forma al todo.
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