La capacidad de entusiasmo es signo de salud espiritual.

Gregorio Marañón

Queridos amigos de Todo Es Cine:

Un placer volver a estar con vosotros. Vamos a comenzar un nuevo mes y, con él, reflexionaremos acerca de una película escrita y dirigida por Pawo Choyning Dorji:  Lunana, un yak en la escuela (2019).

Imagen de “Lunana. Un jak en la escuela” © 2019. Dangphu Dingphu: A 3 Pigs Production. Todos los derechos reservados.

Imagen de “Lunana. Un jak en la escuela” © 2019. Dangphu Dingphu: A 3 Pigs Production. Todos los derechos reservados.

La historia nos lleva a Bután donde Ugyen es profesor. Para poder acceder a un puesto fijo, debe hacer unos años de preparación en distintos colegios; pero él no está motivado, todo le cuesta y, cuando llega la supervisora del estado, le indica la gran cantidad de tareas que Ugyen no está dispuesto a hacer. Como solo le resta un año para obtener su plaza, la supervisora le envía a Lunana, un pueblo situado a gran altitud en el Himalaya, alejado de todo lo que Ugyen conoce. El profesor se niega y se queja con sus amigos, ellos le animan a ir e incluso le compran el equipamiento necesario para la montaña. Con ese equipaje Ugyen se pone en camino, un camino largo para un viaje largo.

Imagen de “Lunana. Un jak en la escuela” © 2019. Dangphu Dingphu: A 3 Pigs Production. Todos los derechos reservados.

Al llegar en autobús a la estación se encuentra con dos hombres jóvenes. En sus caballos cargan las cosas del profesor y todo aquello que ellos han comprado para él, entre otros objetos papel higiénico, algo que ellos no usan. Pero por fin su aldea va a tener un profesor, por lo que le entregan todo lo que tienen y le desean lo mejor.

Imagen de “Lunana. Un jak en la escuela” © 2019. Dangphu Dingphu: A 3 Pigs Production. Todos los derechos reservados.

Cuando se pone en camino, todavía lleva los hábitos de la gran ciudad. Sus auriculares y su música le aíslan de su entorno. Pregunta una y otra vez cuánto recorrido les queda, pero sus acompañantes no se lo confiesan. Ellos llevan seis días descendiendo la montaña para ir a recogerlo, y ahora les toca otros seis días de ascensión hasta Lunana.

El camino comienza a hacerse más difícil. Se paran hacia la mitad del destino en una cabaña, donde una familia humilde les acoge y les da de comer. Descansan esa noche bajo techo y lumbre; los anfitriones le dan el mejor cuenco, de madera. El sabor le recuerda a Ugyen su infancia y la comida de su abuela, quien sigue en Bután esperando su regreso.

Imagen de “Lunana. Un jak en la escuela” © 2019. Dangphu Dingphu: A 3 Pigs Production. Todos los derechos reservados.

Se fija en el padre, está descalzo, sus pies oscuros y curtidos por el frío y por caminar a la intemperie. Aunque admite estar más cómodo así, su hijo, un niño pequeño, sí lleva botas de goma para poder pisar los helados charcos de barro. Ugyen se da cuenta de que es demasiada la amabilidad y deferencia que muestran hacia él, pero es que los habitantes de Lunana le están profundamente agradecidos. Un profesor, le dicen, toca el futuro, por ello le tienen mucho respeto. Ellos desean que sus hijos aprendan.

El viaje sigue y Ugyen continua con sus auriculares, aislado de todo. Cuando al fin llegan, a dos horas del pueblo, toda la aldea baja a darle la bienvenida, felices de tener al fin un maestro.

En aquel páramo, Ugyen lo observa todo pobre y muy humilde. Quiere regresar a la capital y así lo dice, el jefe de la aldea le indica que le llevarán montaña abajo en un par de días, en cuanto se recuperen sus acompañantes y los animales. Pero pronto conoce a la delegada de clase, una pequeña niña que le enseña la simpleza de la felicidad. Le muestra el colegio, le recuerda los horarios y el aula. El papel que cubre las ventanas, para que no entre el frío, hace a nuestro profesor ponerse manos a la obra. Y la aventura es para vosotros.

Imagen de “Lunana. Un jak en la escuela” © 2019. Dangphu Dingphu: A 3 Pigs Production. Todos los derechos reservados.

Es una película amable, tranquila, feliz, que permite la reflexión. En este mes de primavera podemos ver la naturaleza, las personas que viven casi en la edad de piedra, cuyas vidas son sencillas, con poco material, pero con ansias de conocimiento para su cabeza, mientras tienen lleno el corazón. Todos son amables, cuidan de lo que merece la pena y de quienes les harán tocar el futuro.

Por eso, la capacidad de entusiasmarse en signo de salud espiritual.

Con todo el cariño, feliz mes de mayo y feliz primavera desde La Mecedora.

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