Grandes aventuras en el cine hay muchas, a lo largo de más de un siglo multitud de historias han narrado la salida y regreso al hogar con un viaje heroico intermedio más o menos entretenido e interesante, dependiendo de la calidad de la cinta y del guión. De entre esos inolvidables hay clásicos insuperables como el colorido Robin Hood que Curtiz dirigió en 1937 (Robin de los bosques) con un Errol Flynn insuperable. Más cercano en el tiempo y basado en la novela homónima de Tolkien, está la trilogía de El Señor de los Anillos con la que Peter Jackson parece que inició una nueva moda en los largometrajes, el sobrepasar las 2’30 horas, como si con ello halláramos un indicativo de calidad fílmica. Que Jackson lo hiciera una vez no quiere decir que el resto lo logre, pues ni siquiera él mismo lo consiguió en su siguiente trilogía. Sin embargo, otras más modestas que en su época no tuvieron gran repercusión en los cines aunque mucho en la televisión, pasaron a ser un ejemplo de cómo realizar un guión de aventuras y una película impecable del género, siendo estudiada por el gremio. Así ocurre con La Princesa Prometida (Dir. Rob Reiner, 1987). En un término intermedio, en cuanto a producción, está la inimitable Los Goonies (Dir. Richard Donner, 1985) la cual se convirtió en una película de culto, naciendo con ella una generación, la denominada generación goonie.
Los Goonies son un grupo de niños que habitan en un pintoresco pueblo costero, en un barrio amenazado por unos especuladores que pretender expropiar sus casas para construir un campo de golf. Por casualidad, en el desván de la casa de Mickey encuentran el mapa de un tesoro. Brand, el hermano mayor, les narra a los chiquillos una vieja leyenda local sobre un galeón pirata con un gran tesoro, capitaneado por Willy el Tuerto el cual lo escondió en alguna cueva de la costa de Astoria, en el siglo XVII. Con estas y sin nada BandwagonHost que perder, los cuatro pequeños encabezarán la búsqueda del tesoro, para más adelante en la trama unirse a la compañía el hermano mayor de Mickey, Brand, su novia y una amiga. Así los siete niños recorren pasadizos, sortean trampas piratas y descubren un gran tesoro. Siendo siempre seguidos y amenazados por una familia de mafiosos, los Fratelli. El grupo antagonista de malhechores aporta rapidez a la trama, pues es de ellos de quienes huyen y por ellos por quienes se apresura el regreso al hogar de la aventura heroica.
La aventura de la búsqueda del tesoro, rayana a las del profesor Indiana Jones, está repleta de trampas mortales que sortear, esqueletos, bichos y un lugar exótico como marco de la búsqueda, solo que a diferencia del famoso aventurero, el paraje en el cual se adentran los Goonies no es un lugar lejano y extraño, si no que lo encuentran a la vuelta de la esquina de su familiar hogar. Todo ello entremezclado, por momentos, con las más puras películas de piratas. La peculiar compañía compuesta por niños, es un grupo inseparable, con una lealtad y amistad imperturbable, algo muy del gusto del creador y productor Steven Spielberg, quien deja su particular y brillante sello por todas partes. Todos los integrantes de la compañía son totalmente indispensables, cada uno desempeña una función sin la cual el conjunto no lograría su cometido.
La inolvidable película de los ’80 se convirtió en todo un himno para una generación, y como todo buen himno posee una letra que lo abandera, cantada por el icono de dicha década Cindy Lauper The Goonies “R” good enough, porque los Goonies realmente lo son.
Pese a que el argumento quedó bien cerrado y era lo bastante bueno como para no necesitar una continuación, el fervor que despierta la película ha llevado al director Richard Donner a revelar la futura creación de una secuela con todo el reparto. Veremos si supera o tal vez estropea el buen recuerdo de la primigenia.
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