El cine, en su concepción, tuvo como finalidad el entretenimiento de las personas. Pero al igual que ocurre con los libros o con los cuadros, directores (y guionistas) vieron que el cine se podía usar como un canal que permitiera transmitir aspectos que fueran más allá de los 120 minutos de media que suelen durar las películas. Los que amamos el cine debemos de reivindicar este tipo de películas y hablar de ellas. Contar cuáles son aquellas que nos han hecho volar. Compartir los sentimientos que nos surgen viéndolas, las emociones y las lecciones que podemos aprender de ellas. Sería triste que, al igual que los libros se van aproximando irremediablemente a una fecha de caducidad (se está demostrando que a las nuevas generaciones les cuesta mantener la atención en textos de más de tres párrafos), ocurriera lo mismo con el cine y la futura sociedad fuese incapaz de mantener la atención durante más de 5 minutos a una pantalla. Está bien tener capacidad de sintetizar, pero todo tiene sus procesos, y con el ritmo que lleva esta sociedad de »lo inmediato», el cine va a acabar perdiendo terreno y así también lo hará su capacidad de transmisión.
Es curioso como el desarrollo de las tecnologías, que supuso que se pudiera hacer cine, vaya a ser su final. ¿Os parece impensable? Esperemos que no se cumpla. La tecnología es capaz de modificar muchas cosas. Ya va a cambiar, de hecho, bastantes aspectos de los seres humanos que, a priori, van contra nuestra naturaleza. Os propongo este sencillo ejercicio de imaginación. Imaginemos un futuro en el que los seres humanos se relacionan a través de máquinas. Imaginemos que las relaciones sociales físicas se pierdan por relaciones a distancia. Imaginemos un mundo en el que esa pérdida de contacto físico entre las personas nos dificulte expresar nuestros sentimientos y emociones abiertamente, sintiéndonos más cómodos al expresarnos a través de un ordenador. Imaginemos un mundo en el que los seres humanos se relacionen con programas informáticos ¿A qué no es tan difícil? No suena nada descabellado y seguramente nuestra manera de relacionarnos vaya a cambiar, si no lo ha hecho ya, en un futuro no tan lejano.
Y ese futuro no tan lejano es el punto de partida de Her. Una película con la que tendríamos que hacer un experimento: hacer que la vea gente de distintas generaciones y como son sus reacciones a lo largo de la película. En una muestra muy pequeña, he sondeado a gente de distintas edades que la ha visto y he logrado encontrar sentimientos muy diferentes. Las personas que pertenecen a una generación más mayor encontraron la película como una buena crítica a ese futuro dominado a las tecnologías. Algunos más jóvenes, en cambio, no vieron esa crítica y, de hecho, querían que acabara bien. Hasta los hay que han confesado que se enamoraron de Samantha. Y, para el que ha leído la crítica hasta este punto y no ha visto la película, decirle que Samantha es un ordenador. Tranquilos, no es ningún spoiler.
En cualquier caso, esta gran diversidad de opiniones con respecto a una misma película y con un tema tan interesante es motivo suficiente para que inicie mi primera crítica, en la que intento dar mi interpretación sobre Her. Animo a cualquiera que la haya visto a que participe en el debate. Antes de nada, decir que, a partir de aquí, la crítica va a tener spoilers. Lo advierto antes de que sigáis leyendo; ahora, eso sí, si dejáis de leer la crítica que sea porque os ponéis a ver esta maravillosa película.
Planteamiento inicial
Her comienza con Theodore (Joaquin Phoenix) en una mesa dictando al ordenador. Trabaja en una empresa que se encarga de redactar cartas personales de los clientes a gente querida por ellos. Pagas y te redactan una carta emotiva como si la hubieras escrito tú. Todo ello sumado a una sucesión de planos en los que vemos a nuestro protagonista vagando en un mundo en el que todos van sin levantar la cabeza de la pantalla del móvil y hablando a través de él. Un mundo frío y gris, solo resaltado por los llamativos colores del lugar de trabajo de Theodore.
Theodore no se encuentra bien: está en proceso de divorcio (solo le falta firmar los papeles) y se siente infinitamente sólo. Le veremos ahogar sus penas jugando a videojuegos y con citas sexuales virtuales. Nada de conversación. Nada de qué tal el día. No escuchamos ningún sentimiento en un hombre profundamente triste.
El planteamiento es Theodore, como ser solitario, en una sociedad en la que todo el mundo está obsesionado con los ordenadores y las tecnologías y que tienen éxito empresas que se encargan de redactar cartas personales a terceros.
Theodore, o imaginary feelings vs real feelings
Está soledad llevará a Theodore a, tras observar un anuncio, comprar un sistema operativo que tiene capacidad de adaptarse a las necesidades del individuo. Theodore establecerá un vínculo sentimental con el sistema operativo, o, más bien, con Samantha (Scarlett Johansson). Realmente, Samantha funciona como un cerebro humano: tiene voluntad propia, capacidad de aprendizaje y sentimientos. Así, ambos personajes se enamoran, gracias en parte a gestos de Samantha como preguntarle a Theodore como le ha ido el día, qué tal se encuentra y contarse confidencias. Theodore se enamora de Samantha gracias a que Samantha le permite abrirse y expresar sus sentimientos.
Pero surge el primer dilema. Samantha no deja de ser un sistema operativo. ¿Son sus sentimientos reales? ¿Está bien enamorarse de un sistema operativo? La respuesta se la dará su amiga Amy: sí es lo que le hace feliz, ¿por qué no iba a seguir con ella?
Samantha le permite una evolución a Theodore: a partir de un ser que no existe, es capaz de experimentar y expresar sentimientos reales. La sociedad de Theodore no está tan preparada para expresar sus sentimientos debido al menor contacto interpersonal que tiene por la gran influencia de los ordenadores. Recordemos que Theodore es capaz de escribir cartas muy bonitas a personas que ni siquiera conoce y es incapaz de expresar sus sentimientos a las personas que quiere. Al final, Theodore sí que será capaz de hacerlo, haciendo que, su mejor carta, la escriba precisamente a su ex-mujer.
Samantha y el aprendizaje
Al igual que es interesante la evolución de Theodore en su capacidad de relacionarse con el medio, es también apasionante el personaje de Samantha. Antes de nada, hay que alabar el trabajo de Scarlett Johansson. Cuesta imaginar una actuación que transmita tanto sin ni siquiera aparecer en la pantalla.
Samantha es un sistema operativo que, como he dicho, tiene capacidad de tener sentimientos, deseos, aspiraciones y aprendizaje. Va evolucionando a medida que va viviendo. Al principio se enamora de Theodore porque él es su vida. Ve a Theodore como el elemento que le permite conocer el mundo en el que se encuentra.
A medida que avanza la película, el personaje de Samantha va desarrollándose. Es un sistema operativo con las capacidades de tal, y lo que al principio es una dependencia absoluta de Theodore, se acaba transformando en independencia y unas capacidades que sobrepasan a Theodore y que no puede satisfacer nunca. Lo que al comienzo son lamentaciones por no tener un cuerpo físico que le permita ser humano como Theodore, acaba siendo una ventaja al no ser mortal. Se relaciona con otros sistemas operativos y otras personas a la vez porque tiene capacidad para ello. Quiere seguir aprendiendo. Su círculo sigue y sigue aumentando exponencialmente. Y Theodore se le queda pequeño.
Amy y la sociedad de Her
Amy, la amiga de Theodore, es, en realidad, un personaje fundamental. Realmente sirve para caracterizar mejor al mundo de Her y dar sensación de universalidad a la evolución del protagonista. Las fases por las que atraviesa Amy en la película son muy parecidas a las que pasa Theodore: el divorcio, la soledad, establecer relación (de amistad en este caso) con un sistema operativo y la tristeza final por su marcha.
Esto nos permite ver que, lo que le pasa a Theodore, realmente no es algo exclusivo de él y que le pasa a más personas del mundo de Her. Ya no los sugieren diversos planos en los que se ve a pasajeros hablando con su móvil de la misma forma que habla Theodore con Samantha. Es una gran manera de definir que la forma de ser de Theodore es la manera estándar de relacionarse que tiene la sociedad de la película.
El ¿final?
La película, aparentemente, tiene un final triste en el que, Theodore y Amy se abrazan desconsolados por la marcha de sus sistemas operativos. Sin embargo, visto desde otra perspectiva, podría considerarse un final feliz. ¿Por qué? Theodore ha evolucionado como persona. Los sentimientos que experimenta a lo largo de su relación con Samantha le permiten ser capaz de tratar con sentimientos reales. Gracias a ella, Theodore puede mirar adelante y firmar el divorcio, le permite establecer una relación de mayor confianza con Amy o incluso publicar un libro. Y lo más fundamental: Theodore, que trabaja escribiendo cartas con sentimientos que no son suyos, se vuelve capaz de escribir una personal con sentimientos reales, sus sentimientos, la mejor carta que podía escribir, a su ex-mujer. Todos estos cambios, sin Samantha, hubieran sido muy difíciles en la vida de Theodore. Como Theodore no deja de tener un estilo estándar dentro de la sociedad, no es descabellado imaginar que esos cambios se han producido también en otros usuarios del sistema operativo.
Pero yendo más allá, quiero hacer una pregunta: ¿quién diseña un sistema operativo que ayuda a personas a tener esos sentimientos y que luego desaparece sin más? Gracias al programa, sus usuarios son capaces de volver a tener relaciones interpersonales físicas (Theodore y Amy). A que vuelvan las caricias, los abrazos o el apoyar la cabeza en el hombro de una persona querida a un mundo frío en el que todo el mundo habla con su móvil, en el que se ha perfeccionado al extremo el mundo del videojuego y existen empresas que redactan cartas personales. ¿No sería el objeto de los programadores el de destruir los cimientos de las relaciones sociales de esa sociedad futurista? Resulta tentador y emocionante pensar que así es.
Her y la sociedad actual
Creo que no cabe duda de que la sociedad actual va camino de evolucionar a una como la de Her, en el que las relaciones personales físicas se vayan sustituyendo por relaciones a través de máquinas. De hecho, seguramente llegaremos a un punto en el que tratemos más con máquinas que con otras personas.
Quizás, esta película tenga en nuestras vidas un papel como el de Samantha en Theodore y nos recalque la importancia del contacto físico entre humanos y busque curarnos de whatsapps, facebooks, tinders y twitters. Los seres humanos somos sociales. Es dramático que evolucionemos a individuos a los que les da miedo expresarse en público y a contar sus sentimientos físicamente. Por ello, quiero dar las gracias a Spike Jonze. Por esta obra maestra. Por usar el cine para transmitirnos más de lo que aparentemente hay. Por dar pie a que podamos tener interpretaciones como la que acabo de hacer. Y por ser nuestra »Samantha» particular.
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