En primer lugar, quiero agradecer de todo corazón a Lucía Tello Díaz y María Jesús Díaz Prada, cinéfilas empedernidas, por haberme dado la oportunidad de participar en su travesía cinematográfica en la que llevan embarcadas desde 2006. A partir de hoy, el que suscribe este artículo pilotará una nave titulada “Benditas imperfecciones” de la cual desconocemos si atracará en algún puerto concreto, navegará a la deriva o se dejará llevar por los vientos que le bluehost dicten su conciencia. Lo que tenemos claro es que el propósito de esta sección es dar cabida a aquellas películas que no representan habitualmente el canon clásico. Joyas y rarezas (por su invisibilidad y desconocimiento) cinematográficas que por su imperfección son deliciosamente tentadoras. Diamantes en bruto, provenientes de todos los tiempos, géneros y filmografías, a los que pretendemos sacar brillo y colocarlos, como se merecen, en una hipotética (intra)historia del cine.

En una época donde se nos exigen la perfección y la excelencia en todas las esferas de la vida, benditas sean las imperfecciones. Pues, como se diría en el final de la obra maestra de Billy Wilder, “nobody is perfect”.

 

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