El guion, ese aspecto tan olvidado y fascinante. Una palabra que significa tanto y al tiempo se diluye; comienzo y fin en sí mismo; referente y abandono, todo en uno. El guion no solo ha perdido la tilde por el camino, sino que ha conseguido transmutarse en cada persona que lo piensa, que lo escribe y que lo dirige. En una película el guion no es nada y, sin embargo, lo es todo.
El pasado 30 de mayo se celebró en Madrid un encuentro que reunió a profesionales de primer orden en el mundo cinematográfico, quienes participaron en una animada disección audiovisual en torno a una consigna común: cómo conseguir que un guion germine en un proyecto cinematográfico, televisivo o transmedia. Este seminario, organizado por el claustro del Máster Universitario en Creación de Guiones Audiovisuales de UNIR (Universidad Internacional de La Rioja), congregó a protagonistas de la industria audiovisual, aquellos que, estando detrás de la pantalla, consiguen emocionar a quienes se encuentran delante de ella.
Montxo Armendáriz, dos veces ganador del Goya al Mejor Guion, y nominado al Óscar a la Mejor película extranjera por Secretos del corazón, dio la clave de la escritura cinematográfica: “es difícil tener una idea original” señaló el cineasta navarro “es imposible que la historia que quieres contar no se haya contado antes. Lo que diferencia una película es el punto de vista, la mirada es la que debe ser diferente. Lo esencial a la hora de hacer un guion es que sea algo propio, que tenga un elemento diferencial; este elemento puede ser narrativo, ideológico, ético o estético, pero es fundamental que sea personal. Y es que, como decía Canet ‘Vemos muchas películas, pero muy poco cine”.
A esa conclusión llegó María Zamora, Productora ejecutiva de Avalon, una de las más importantes compañías de producción y distribución cinematográfica: “Hacemos cine para llegar al público, para emocionarles”, por ese motivo, añadió: “Siempre buscamos temas que trasciendan nuestras fronteras, con los que pueda empatizar el mundo entero”. Y es que la trascendencia es un elemento esencial para el cine. Nadie puede negar haber sido seducido por Yoji Yamada, por Maren Ade o por Ruben Östlund, reciente ganador de la Palma de Oro en Cannes por The Square. Absolutamente nadie. Todos son diferentes y, pese a ello, o quizá por ese motivo, todos alcanzan al espectador.
De ello también habló la icónica productora Puy Oria, auténtica maestra de maestros, presidenta de la Asociación Madrileña Audiovisual (AMA), creadora de Oria Films e ineludible productora de películas paradigmáticas como El sol del membrillo (1992, Víctor Erice), Jamón, jamón (1992, Bigas Luna), Silencio roto (2001, Montxo Armendáriz) o De tu ventana a la mía (2011, Paula Ortiz). Para la productora “es importante participar en un proyecto desde el principio, porque más allá de un guion perfecto siempre está la historia, una historia que tenga sentido”.
Porque, aunque lo pueda parecer, escribir un guion no es sencillo. Es arduo, complejo y, en demasiadas ocasiones, malagradecido. Muchos guiones acaban postrados en un cajón sin visos de emerger durante años, décadas incluso. “Esto es algo que hay que aceptar”, remarca José Cabeza, guionista de 7 años (2016, Roger Gual), primera producción de Netflix en nuestro país protagonizada por Juana Acosta, Álex Brendemühl, Paco León y Juan Pablo Raba: “un guionista debe saber, ante todo, cuál es su papel y tener humildad; si quieres control absoluto del resultado de tu obra, mejor escribe poesía y autoedítala, como decía John Irving”. Entre risas cómplices, Cabeza señaló: “ser guionista es igual que ser funambulista o trapecista, tienes que lanzarte al vacío y esperar que alguien te coja; por eso es importante elegir quién es esa segunda persona, la que te tiene que agarrar”. Asimismo, añadió: “el mejor guion ya se ha escrito, así que solo te queda hablar con la figura del productor y del director. Rafael Azcona hablaba horas y horas con ellos, descubría qué querían, marcaba sus límites. Esto no es malo, también La flauta mágica de Mozart fue un encargo, y ninguno de nosotros somos Mozart”.
La humildad del guionista es un elemento fundamental, pero ¿qué sucede cuando el director es el guionista? Montxo Armendáriz lo explica con una reveladora visión histórica: “en los primeros tiempos de Hollywood, todos los departamentos mantenían su total independencia, eran estanco; el productor era, de alguna manera, quien creaba todo el producto, lo que también sucede en las series de televisión. Después llegó el cine de autor, en los cincuenta y sesenta, en el que los directores propugnaban mayor control, y buscaban la autoría de la obra escribiendo también los guiones. En el cine de los ochenta, el director también fue productor para controlar todo el proceso, y así nacieron George Lucas, Steven Spielberg o Francis Ford Coppola. Hoy en día existen todas las opciones, aunque yo sigo siendo un guionista-realizador que trabaja con la producción adecuada”.
En esta idea redundó María Zamora, al indicar: “Efectivamente, es importante transmitir a los jóvenes que el cine es un trabajo en equipo, que el productor no es el enemigo, que es importante que hagamos equipo. Porque sí, el camino va a ser duro y poco fructífero, por eso es mejor que el productor sea tu amigo”.
Comandado por Laura Fernández, directora del Máster, y moderado por los profesores Rafael Linares y Eva Fernández, el encuentro se trasladó a la tarde, cuando analistas y desarrolladores como María Cortés (de series como Cuestión de sexo, Siete vidas, Los Serrano, El Comisario), y guionistas como Pablo Tobías (Seis Hermanas, Amar es para siempre, Amar en tiempos revueltos), Juanjo Ramírez (José Mota presenta, Pixel Theory) y Luis Alcázar (director de El Cañonazo) tomaron la palabra para debatir el mejor modo de crear un proyecto de televisión y web, ahora que los contornos de la realidad audiovisual han ampliado exponencialmente su radio de acción.
Por ello, porque el universo de la narrativa audiovisual ha excedido las previsiones más descabelladas, resulta vital que podamos contar con espacios para debatir los derroteros por los que debe discurrir la actividad del guionista. Porque sí, para convertir un guion en película, además de tinta deben correr sangre, sudor y unas cuantas lágrimas; y es que en esto del éxito no hay nada escrito. Como afirma Jean Luc Godard: “El cine no es una ciencia, es un misterio”.
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