La vida es larga, lo es aunque a nuestra generación le urja exprimirla y sorberla hasta las últimas consecuencias, hasta conseguir extasiarse, acortarla y que pierda intensidad. Pero la vida sigue adelante, se expande, se extiende hasta el infinito. La ciencia ha descubierto que el Universo no deja de crecer, que no cesa en su inflación. Se sabe que no existe el vacío, la Nada de Michael Ende, aunque se sepa que el 23% de la materia que compone el Universo es oscura. Qué ampulosa revelación, nunca supuse que fuera plausible una inmensa nada, por mucho que los científicos tengan el derecho y sobre todo el deber de ponerlo en duda. Cargas de su cargo.
Fotograma de Tron. Derechos reservados a su distribuidores y/o productores
Pero Dan Brown estaba en lo cierto, el bosón de Higgs existe y además lo dice el CERN, ya no es ciencia ficción. Para entenderlo de manera epitelial, un bosón es una partícula subatómica (muy pequeña) que, al contrario que los fermiones, no componen la materia, sino que se encargan de las fuerzas, de las interacciones. Así las cosas, serían fermiones los electrones, los protones y los neutrones, es decir, los estudiados componentes del átomo. Por su parte los fotones, entre otros, serían bosones, componentes de la energía electromagnética. Tiene la singularidad el bosón de Higgs de tener una doble naturaleza: por un lado es partícula y, por otro, es campo ondulatorio, un campo (el de Higgs), al que se le atribuye la creación del orden que siguió al Big Bang, el surgimiento de la materia. El cine, el mundo, nosotros mismos y la vida como la entendemos no sería posible sin los bosones y los fermiones, a pesar de que sus nombres, rayana en lo esotérico, no sean conocidos por el común de los mortales. Sin embargo forman parte de la vida que nos rodea, de nosotros, de lo que está aquí mismo. Esta frase spielbergiana, tan de ciencia ficción, se hace ahora más patente que nunca porque todo, absolutamente todo, está aquí mismo.
Cavilando al respecto enciendo el televisor y alcanzo a leer un post enviado por un espectador a un espacio en que se explicaba la tecnología semántica aplicada a Internet; el mensaje no podía ser más claro: “por qué nos empeñamos en llamar ciencia ficción a lo que termina siendo realidad”. La cita no es textual pero el sentido, hablando de la semántica, era en esencia el referido. Aquella frase sí suscitó en mí mayor reflexión si cabe. No les ha de ser extraño al conjunto de los científicos que el cine, como antes la literatura y todo tipo de arte, se ha adelantado a la ciencia en años y aun en décadas, en lo referente a evolución tecnológica. Quizá por ello se le denomina ciencia ficción a los relatos de ficción que, tarde o temprano, acaban convirtiéndose verdaderamente en ciencia. Curioso que el cine siempre acuda al mundo del futuro y que la ciencia, al menos en la actualidad, se retrotraiga al instante primigenio, al momento cero, para luego acercarse al presente y al futuro. Nunca mejor que ahora ha sido acertado en el mundo científico el título de Robert Zemeckis Back to the Future I, II y hasta III, por muy malas que hayan sido y siempre sean las secuelas.
Fotograma de Regreso al futuro. Derechos reservados a su distribuidores y/o productores
Me agrada sobremanera este futurismo pretérito, esta manera de entender quiénes somos volviendo hacia atrás, y combinarlo con el quiénes seremos visto desde el presente. Cine y ciencia se dan la mano para que entendamos un poco mejor por qué estamos aquí, y nos entretengamos mientras intentamos en vano comprenderlo.
El bosón de Higgs se convierte ahora en la píldora rosa de Neo en Matrix, el momento de la verdad, el instante en el que Star Wars, Stargate, Blade Runner, Tron, Origen, Avatar, Minority Report y sobre todo Inteligencia Artificial, se unen para demostrarnos que a la larga, estos títulos serán biopics y no extrema ficción. Insólitamente las comedias y los dramas históricos serán lo más lejano a nuestro universo, y la telepatía, el teletransporte y la precognición, serán en el futuro lo que en el pasado fueron los detectores por huella, pupilas o voz; la transmisión de datos vía Wi-Fi o el propio prodigio de la World Wide Web. Los avances que supondrán el conocimiento del bosón y el campo de Higgs para la informática, la tecnología y sobre todo, para la medicina, quizá faciliten no sólo la suspirada quinta dimensión, sino también la cura contra el cáncer, el alzheimer y, esperemos, la indiferencia.
Quién sabe, quizá estamos a las puertas del futuro tecnológico, justo al tiempo que muchos siguen sin entender no ya cómo funciona el grabador de DVD, sino incluso y todavía, cómo se programa el vídeo de VHS. Pero hay tiempo, la ciencia nos avala. Ya hemos dicho que la vida es larga.
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