Si echo la vista atrás y busco entre mis recuerdos cuál fue mi primera vez en visitar la sala de un cine me viene a la mente un cubo enorme de palomitas bañadas por el sabor salado de mis lágrimas, recuerdo que estuve varios días llorando desconsolada por un cervatillo con muy mala suerte.

Es evidente que mi primera experiencia cinematográfica fue Bambi, ese adorable animalillo cuyo sino era más bien negro. La película estrenada en 1942 es la quinta de la serie de clásicos Disney y se basó en el cuento del austriaco Felix Salten. Obtuvo tres estatuillas en las categorías de Mejor Sonido, Mejor canción por «El amor es una canción» y Composición Musical Original.

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Todos los derechos reservados a Walt Disney Pictures

Recuerdo como Bambi estaba acompañado por Tambor, un conejillo graciosete, Flor, paradójico nombre para una mofeta y Felín una cervatilla con la que Bambi da el paso de la pubertad siendo su primer amor. Pero sin lugar a dudas el recuerdo que tengo del film es el momento en el Gran Príncipe del Bosque pierde a su mamá, para un niño no existe algo más duro y traumático que perder a la persona que le ama, le cuida, le da todo su amor y le enseña a sobrevivir; la terrible mano del hombre aparece así en forma de cazador y arrebata al pequeño a su progenitora, desde este momento Bambi entrará en una debacle cuyo destino no será mucho más halagüeño que el de su madre. Siendo niño uno se pone el lugar de Bambi y se siente desgraciado, pero desde el nuevo punto de vista que se tiene desde el lugar de madre es aún más doloroso pensar que no vas a ver más a un cachito de ti.

Bajo la sombra de su padre, el Gran Rey del Bosque, crecerá hasta ser un púber cuya misión será ser el encargado de cuidar a la manada. Pero inconsciente de los peligros que les ciernen Bambi y Felín disfrutan de sus juegos cuando una jauría de cazadores con perros presa les acechan, Felín se ve acorralada por los canes y de un modo heroico como su destino le venía dado, consiguió zafarse de ellos, pero herido se tiene que enfrentar a dejarlo todo, todo su mundo y cruzar el río para ponerse a salvo, abandonando a sus amigos y todo aquello que había conocido. La vida pasará a ambos lados del río de un modo inexorable. Cuando Bambi regresa estará tan cambiado que a duras penas lo reconocen quienes habían compartido con los juegos en la infancia.
Un recuerdo amargo para la primera experiencia cinematográfica, pero con sabor agridulce con el típico fin, pero que no consiguió mitigar mis lágrimas.

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