El odio se alimenta de sí mismo
González Seara
Parece que fue ayer cuando escribimos la primera carta a los Reyes Magos desde la Mecedora, y ha pasado ya un maravilloso año a vuestro lado. Me siento muy feliz pudiendo escribir otra bonita carta cerca de vosotros, y que cada uno, poseedor de su propio rey, sea el mago de este año, que espero tanto para el cine como para todos, sea inmejorable.
Hoy os voy a hablar de la película Un puente hacia Terabithia (2007, Gabor Csupo), inspirada en la novela infantil homónima de Katherine Paterson. La historia nos acerca a la vida de dos chicos, una niña con trágico final, y un niño que, aunque no acepta ese final precisamente, aprende a caminar con él. Su amistad nació en un contexto social y escolar determinados, teniendo que inventarse un mundo de fantasía que me recuerda al de El laberinto del Fauno, donde los niños acuden para huir de un mundo hostil.
Imagen de «Un puente hacia Terabithia» – Copyright © 2007 Walt Disney Pictures, Walden Media y Hal Lieberman Company. Distribuida en España por DeAPlaneta. Todos los derechos reservados.
Si tuviesen amigos y todos juntos formaran un equipo, una unión, la problemática cambiaría. Pero por desgracia, en nuestro mundo real (a veces terriblemente real), y más concretamente en el contexto escolar, más de un 33% de los alumnos reconoce ser víctima de insultos; un 4% de agresiones físicas y casi un 1% de amenazas con armas (reflejado en el informe del Defensor del Pueblo del año 2000).
Estos niños son estigmatizados, lo que hace que sean evitados por el resto de los alumnos por temor a convertirse a su vez en víctimas de rechazo. El bullying o “matonaje”, suele llevarse a cabo a través de los comportamientos cotidianos en los centros escolares, con prácticas como la exclusión y el acoso. El riesgo está en minimizar la gravedad de esta tendencia a las agresiones entre iguales, considerándola como habitual e inevitable. Esto es lo que ocurre en el colegio de Jess y Leslie, como en otros tantos sitios. Cuando apelo a vuestro rey mago, lo hago desde el convencimiento de que las cosas cambian, y que siempre se pueden mejorar; una llamada de aviso tanto para el agresor como para el agredido. Enseñar a nuestros hijos el respeto por sí mismos y por los demás, y que su libertad empieza y acaba en la libertad de todos, sin distinción, es tarea prioritaria. El odio sólo nos puede dejar un poso de amargura y engendrar más odio. En días tan estupendos como éstos, en que los niños están de vacaciones, es una oportunidad fantástica para que entre todos los adultos intentemos enseñar con nuestro ejemplo la tolerancia; la forma de canalizar las emociones negativas cuando alguien nos hace daño y, en lo que buenamente se pueda, mi querido rey mago, a decir “lo siento” y “te quiero”: a veces un poco de humildad y de respeto hacia los demás hace milagros.
Feliz día, felices milagros. Que nuestra sociedad sea cada día más sana, lo que nos llevará a la felicidad.
Con todo el cariño, desde la Mecedora.
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