Que el cine está lleno de grandes historias de amor, eso ya lo sabemos, pero hay algunas que sobresalen y nos marcan formando parte del imaginario colectivo. De entre todas, posiblemente la más enrevesada sea Gilda (Dir. Charles Vidor, 1946) y su complicado romance a tres bandas. Una obra clásica perteneciente al género negro, aunque su protagonista no sea la femme fatale ni la mujer destructora habitual. Como su promoción anunció en la época “Nunca hubo una mujer como Gilda”. Ni tampoco una película. En ella la trama de la corrupción típica del género queda totalmente ensombrecida por la de una evidente relación de amor-odio destructiva y por otra más solapada, la relación homosexual entre los dos hombres con los que esta mujer ha estado. Lo que se intuye por las explicaciones veladas y no explícitas, por lo cual  cuanto más se visiona la cinta más cosas se  descubren, requiriendo nuestra plena atención para que los detalles no pasen desapercibidos.

Imagen de Gilda © 1946 Columbia Pictures Corporation. Distribuida en España por Columbia TriStar Pictures. Todos los derechos reservados.

Unas insinuaciones necesarias en la época si quería pasar por la dura censura que regía el país. Aun así, pese a las restricciones, el erotismo y la sensualidad que desprende el personaje de Gilda dio mucho que hablar, y no sólo en Estados Unidos pues fuera de sus fronteras también resultó ser peligrosa, era una mujer que vivía plenamente su sexualidad, con una actitud libre y segura. Los grupos más conservadores de nuestro país se llevaron las manos a la cabeza, ese comportamiento en una mujer no era un buen ejemplo. El filme fue producido por Virginia Van Upp, con guión a cargo de otras dos mujeres Marion Parsonnet y Jo Eisinger, lograron crear una película ambigua, de grandes diálogos y profundos sentimientos de odio y de celos, los que Gilda consigue crear en el amor de su vida Johnny Farell (Glenn Ford), si bien no queda claro si tiene celos de ella o del marido Ballin Mundson (George MacReady) con el que claramente vivía antes de que contrajera matrimonio con la protagonista. Ella es la única que ama de forma sincera y real y por lo cual saldrá perdiendo. Ninguno la ha querido, únicamente la atormentan, uno porque sólo la tiene como a un objeto, posiblemente Ballin nunca la tocase, y Johnny quien la tortura por celos. En determinados momentos Gilda demuestra ser consciente de todo: “Nunca pude imaginar que me casaría con dos desequilibrados, uno tras otro” o “Si yo fuera un rancho me llamarían Tierra de Nadie”. Es continuamente humillada y denigrada, pero su fortaleza hace que su personaje se levante y continúe la lucha, en un intento de lograr su final liberación.

Si los celos son los que destruyen y hieren a Johnny eso es lo que ella le da para lograr librarse de él y como venganza a esa “cárcel” que él le construye. En ese momento, borracha y enfundada en su impresionante vestido de raso negro es cuando canta la mítica Put the blame on Mame, canción que trata irónicamente sobre la culpa universal de la mujer,realizando el sensual striptease  en el que se limita a  quitarse un guante, número al cual sigue otra reconocida escena, cuando Johnny herido por el comportamiento de la que es ahora su esposa, la abofetea.

Imagen de Gilda © 1946 Columbia Pictures Corporation. Distribuida en España por Columbia TriStar Pictures. Todos los derechos reservados.

El único personaje que la trata como a  un ser humano y la comprende es tío Pío, el encargado de los lavabos. Sólo él la escucha y acompaña en los momentos en los que se la ve más triste y vulnerable, como cuando canta melancólicamente con su guitarra Put the Blame on Mame con tío Pío como único espectador. Evidenciando en su mirada perdida lo sola que está. La segunda vez que oímos la canción el tono es muy diferente. Es con este personaje masculino ante quien se muestra más natural, pues no es un hombre destructor. De él nunca sale la palabra odio, la más repetida en toda la cinta. Y es que es una película de mucho odio y rencor. El de ella, por haber sido abandonada en el pasado por Johnny. A él le espeta “Te odio de tal modo que buscaría mi perdición para destruirte conmigo” o la maravillosa frase que también a él le dice  “Creo que voy a morir de odio”. Así esta cinta donde priman los sentimientos encontrados resultó ser una inesperada obra de  arte. Ninguno sospechó la repercusión que llegaría a tener la película que estaban creando, todo un clásico que para preservarlo se llegó a enterrar una copia en los Andes.

Imagen de Gilda © 1946 Columbia Pictures Corporation. Distribuida en España por Columbia TriStar Pictures. Todos los derechos reservados.

Un personaje tan fuerte que marcaría para siempre a la actriz Rita Hayworth, quien nunca sería fotografiada igual gracias a Rudolph Maté, desbordando sensualidad en todo momento, con una sobresaliente melena que destaca continuamente gracias a la iluminación trasera. Que era una excepcional bailarina ya se sabía, habiéndolo demostrado con anterioridad en la gran pantalla junto a Fred Astaire, pero el erotismo que desprenden sus bailes en los cabarés es inusual, siendo de los más recordados en la historia del cine, debido a la coreografía que corrió a cargo de Jack Cole.

No obstante, lo que convirtió en inolvidable esta cinta es la magnífica actuación de Rita Hayworth, quien dio vida a uno de los personajes femeninos más relevantes y recordados. Representó a la mujer que todas las mujeres querían y quieren ser, no por su vestuario o su belleza, sino por su sensualidad, su libertad y la gran seguridad que posee. Tan fuerte que es indestructible y tan bondadosa que es capaz de perdonar a quien la hirió.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *