Hay cine independiente, cine de autor, cine de culto y hasta cine surrealista. Toni Erdmann es una película que, sin hacer gala de ninguna pretensión especial, forma parte de todas esas categorías impensadamente, a base de extravagancia, método y buen quehacer cinematográfico. Y conseguirlo con una cinta de casi tres horas de metraje es un logro al alcance de muy pocos artistas.
Su historia es manida y bien podría haber vertebrado cualquier otra película. Ines (Sandra Hüller) es una ejecutiva alemana que vive en Rumanía, donde se encarga de gestionar la reestructuración de las empresas que solicitan su colaboración. Su vida se dirime entre despedir personal a gran escala y reorganizar compañías, labor que parece desempeñar con gusto. Sus padres están divorciados desde hace años y, aunque todavía se frecuentan, no es difícil atisbar que el complejo carácter de Winfried (Peter Simonischek) fue el motivo de las fisuras matrimoniales. Su singular sentido del humor, entre grotesco y absurdo, le hace pasar por un outsider demente. Su afición al cambio de identidad y el constante empleo de unos trillados trucos de caracterización (peluca grasienta, dentadura destartalada), hacen que conversar con él se convierta en una tarea imposible, lo cual no es óbice para que su familia, resignada y paciente, soporte sus constantes performances.
Tal es así que Winfried decide, motu proprio, viajar a Rumanía para ver cómo es la idílica vida de Ines, pudiendo pasar unas semanas con su casi desconocida unigénita. Para ello crea un alter ego llamado Toni Erdmann, un extravagante coach para directores y empresarios capaz de sacar de quicio a tirios y troyanos. La estancia en el país no solo sorprenderá al hombre, sino que conseguirá tambalear la vida de su organizada hija.
Decir que Toni Erdmann es una típica comedia germana sería un completo desatino, ya que hasta el momento en Alemania no ha habido ni habrá una película como esta. Aunque bebe de la tradición norteamericana de personajes fastidiosos, no peca de la excesiva compasión e indulgencia con que el cine estadounidense ha tratado siempre a los comediantes insufribles de buen corazón, desde los clásicos de Frank Capra, a las comedias de John Hughes e incluso las sagas resacosas de Todd Phillips. Porque no, no es una cinta que lleve a la redención de un personaje freak; tras esas infinitas capas de humor mal encauzado, no hay ni un tipo bueno ni tampoco malo; solo hay un hombre, un hombre tan extravagantemente tragicómico que desconoce, o le cuesta admitir, que no da gracia.
Lo llamativo es que Maren Ade tampoco parece entender que Toni Erdmann no tiene un ápice de gracia, elemento clave si se tiene en cuenta que es él quien conduce la trama. Pero es en este punto donde vemos las intenciones de la guionista y cineasta alemana, porque Erdmann, con sus excentricidades, sus hipocresías y sus desesperantes trucos de prestidigitador es mostrado, de lejos, como lo mejor de la película, dando lugar al cuestionamiento constante de por qué. Y la respuesta es sencilla, tarda en llegar, pero resulta conmovedora: porque en la vida de Ines nada, absolutamente nada, puede dar gracia. No lo dan sus relaciones personales ni las de poder, su servilismo y hasta vasallaje laboral; no lo da el capitanear despidos masivos, mostrarse desprovista de emoción y de agallas para abandonar un puesto en el que el saldo siempre es negativo. Y no la da incluso cuando su padre aparece para desmantelar toda su vida, porque quizá, y esta es otra clave, tampoco había tanto que rescatar en esta salvo a ella misma.
Eso sí, no esperen a un padre libertador dándole una oportunidad de redención a su gélida hija, ni mucho menos; esperen encontrar una mujer paciente hasta lo indecible para soportar las constantes absurdeces de Winfried, un hombre acostumbrado a bascular entre lo ridículo y lo grotesco, con sus pelucas y sus dentaduras falsas, sus disfraces y sus múltiples personalidades.
Porque esta película no tiene intencionalidad cómica, sino que se encuentra francamente en la frontera del surrealismo, y del surrealismo así sin más, caótico, desnortado e hilarante, en el que un guion peregrino da forma a unos personajes entrañables con dolores, circunstancias y golpes puramente humanos. Que luego estén aderezados con salidas de tono y respuestas artificiosas es obra y gracia de Maren Ade, quien convierte su visión artística en una fábula de brillantez demencial.
1 comentario
ALEJANDRO CAMPOS 27 diciembre, 2023 at 2:00 am
Fue un gusto, después de años, volver a leer sobre esta maravilla que aún -con alguna dificultad- recuerdo.