Detonaciones, persecución y sonidos estentóreos. No es una escena bélica, es la habitación contigua del hotel en el que estoy alojada. Al otro lado del tabique un huésped cinéfilo, y probablemente aquejado de un problema de audición, vive con vehemencia una película emitida por algún canal internacional. Es curiosa la naturaleza de los hoteles, tienen llaves para preservar la intimidad pero nadie se ha percatado de que sus paredes desnudan a sus ocupantes. Verdaderamente se descubre mucho viajando. “Ama, aprende, vive” reza el eslogan del hotel de Birmingham en el que estoy pernoctando, un lugar al que he venido para dar una ponencia en el marco del Spanish Cinema: Gender and Ageing, en el que voy a hablar de lo que más me gusta, el séptimo arte español.

Imagen de “James Bond contra Goldfinger” © 1964 Eon Productions. Distribuida en España por MGM/UA Home Video. Todos los derechos reservados.

Imagen de “James Bond contra Goldfinger” © 1964 Eon Productions. Distribuida en España por MGM/UA Home Video. Todos los derechos reservados.

El cine de Isabel Coixet es el tema de mi charla, y en ello pienso mientras a escasos metros el crescendo sonoro de suspense me hace permanecer alerta. Definitivamente la película no parece de serie B. Recobro la concentración aprovechando la oportuna emisión de anuncios publicitarios cuando, de inmediato, escucho de nuevo aglomeraciones y griterío, lo que me recuerda al día netamente cinematográfico que he tenido hoy. Jamás había observado tantas idas y venidas, colas infinitas y mujeres caminando en calcetines por un avión. Me doy cuenta bruscamente de que estoy aquí gracias a que un viajero brasileño me ha colado en la fila de la compañía aérea, a donde he acudido porque no leían bien el billete de avión; también que el piloto (de perfecta dicción española pero nacionalidad incierta), me ha advertido jocoso de que no recorriera el aeropuerto con tanta prisa, ya que sin él no íbamos a despegar, al igual que un pakistaní espléndido me ha cedido su sitio en la cuarta fila para poder viajar con mayor comodidad. Tampoco hasta ahora me había percatado de que mi equipaje de mano no cabía en el vuelo y lo han facturado minutos antes de cerrar la puerta de embarque, que he llegado a una terminal incorrecta y que he debido atravesarla a pie y a toda prisa; que el arco metálico se me ha antojado el arco del triunfo y que una vez en el avión hemos tardado más de una hora en despegar, recorriendo con paso agónico una y otra vez la misma pista.

Imagen de “James Bond contra Goldfinger” © 1964 Eon Productions. Distribuida en España por MGM/UA Home Video. Todos los derechos reservados.

Imagen de “James Bond contra Goldfinger” © 1964 Eon Productions. Distribuida en España por MGM/UA Home Video. Todos los derechos reservados.

Todo ello, insisto, surge en mi mente mientas intento repasar la ponencia que daré a primera hora de la mañana sobre el cine de Isabel Coixet. Simultáneamente una explosión sigue a un tiroteo; el volumen de la habitación colindante vuelve a aumentar. Justo ahora rememoro, quizá transportada por el sonido que me obliga a alejarme de mi concentración, que al llegar al aeropuerto con más de una hora y media de retraso, tomé un taxi convertido en premonición, conducido por un hombre sij delicado hasta el extremo, que acertadamente animó el recorrido con música punjabi style. Un taxista sacado casi milimétricamente de Learning to drive y que tanto se asemejaba a su protagonista Darwan (sir Ben Kingsley) me pareció una excelente señal.

Imagen de “James Bond contra Goldfinger” © 1964 Eon Productions. Distribuida en España por MGM/UA Home Video. Todos los derechos reservados.

Imagen de “James Bond contra Goldfinger” © 1964 Eon Productions. Distribuida en España por MGM/UA Home Video. Todos los derechos reservados.

Más gritos y detonaciones vuelven a concentrarse a escasos metros de mi cama y, al fin, me vence la curiosidad. Enciendo el televisor, busco entre el centenar de canales y finalmente mi imagen y su sonido se sincronizan: Goldfinger (1964, Guy Hamilton) es la película que alcanzo a ver justo cuando está a punto de concluir. No ha sido deliberado pero tampoco parece casual. Una vez más compruebo que el cine nunca es tan peregrino como la propia realidad.

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