Título original: Bridesmaids.
Dirección: Paul Feig.
País: USA. Año: 2011.
Duración: 125 min.
Género: Comedia.
Reparto: Rose Byrne (Helen), Kristen Wiig (Annie), Maya Rudolph (Lillian), Wendi McLendon-Covey (Rita), Chris O’Dowd (oficial Nathan Rhodes), Ellie Kemper (Becca), Matt Lucas (Gil), Melissa McCarthy (Megan), Jon Hamm (Ted).
Guionistas: Kristen Wiig y Annie Mumolo.
Producción: Judd Apatow, Barry Mendel y Clayton Townsend.
Música: Michael Andrews.
Fotografía: Robert D. Yeoman.
Montaje: William Kerr y Mike Sale.
Diseño de producción: Jefferson Sage.
Vestuario: Leesa Evans.
Distribuidora: Universal Pictures International Pictures Spain.
Estreno en USA: 13 Mayo 2011.
Estreno en España: 12 Agosto 2011.
No recomendada para menores de 12 años.
Qué determina que otra-película-prenupcial no sea otra-película-prenupcial, es lo que convierte a La boda de mi mejor amiga en una de las comedias del año sin vacilación. Después de varios resacones, de soportar a los padres, a los hijos, a las suegras y a las ex parejas de las novias; tras años de damas de honor, de veintisiete vestidos, de críticas culinarias dispuestas a obstaculizar enlaces, o de mejores amigas enfrentadas por celebrar simultáneamente una boda, llega una película más que, sin embargo, ofrece mucho menos, y esto lo decimos sin ningún afán peyorativo: ofrece menos empalagamiento, menos lugares comunes, muchos menos sentimentalismos y almíbares y, sobre todo, menos féminas idiotizadas. Esta es una comedia espléndida de mujeres como la vida misma: titubeantes, cansadas, envidiosas, inteligentes y compañeras, fieles a su naturaleza humana y, por ende, tremendamente animales, como todos los seres humanos. Aquí los lazos rosas y las tiendas de novia sólo sirven para boicotearlos desde el intestino; la fondué de chocolate se ultraja sin contemplaciones y las biscuits francesas ruedan por el suelo como todos los estereotipos manidos.
La artífice de tal prodigio es Kristen Wiig, coguionista y protagonista de la cinta, quien se ha rodeado de las más inspiradas de sus colegas para dar forma a una película extraordinariamente cómica, sin toques agridulces ni empalagos, pura hilaridad. La actriz a la que acostumbramos a ver en sus burlescos sketches de Saturday Night Live –y por los que lleva siendo nominada al Emmy a mejor actriz cómica desde 2009-, nos demuestra ahora sus dotes creativas en la escritura de guiones acompañada por Annie Mumolo, compañera de Wiig en “The Groundlings” (grupo teatral de improvisación cómica), para dar forma a un guión repleto de los gags tan al gusto de Wiig, y que incluso las reúne en un fugaz cameo a bordo de un avión –quizá la mejor escena de toda la película-.
La trama redunda en la imaginería común propia de este género: Annie es una mujer desastrosa, gran repostera, a la que su pareja abandona cuando su negocio de pasteles va a pique. Su madre entonces le pide a un compañero de Alcohólicos Anónimos (grupo al que acude pese a no haber bebido una gota de alcohol en su vida), que le ofrezca un trabajo en una joyería, el cual desempeña con dificultad. A su funesta vida personal y financiera, viene a sumarse la boda de su mejor amiga, Lillian (Maya Rudolph, otra incondicional de SNL), quien elige a Annie como dama de honor. Cuando en la fiesta de compromiso conozca al séquito de mujeres que acompañarán a Lillian al altar, la vida de Annie comenzará un declive sin freno hacia el abismo, al cual llegará cuando escalonadamente pierda su casa, su trabajo y la amistad de Lillian.
De todo ello tendrá especial culpa Helen (Rose Byrne), quien con su hermosura, su riqueza, sus contactos y su exquisito gusto para preparar fiestas, desterrará a pasos agigantados a Annie, convirtiéndola en una paria dentro del grupo de damas de honor, aunque la trouppe la complete una joven crédula y ampulosa (Ellie Kemper); una esposa hastiada de sus hijos (Wendi McLendon-Covey), y la violenta y pedestre cuñada de Lillian (Melissa McCarthy). Humillada por sus propios despropósitos, por su sentimiento de inferioridad, y por los maquiavélicos y precisos movimientos de Helen, a Annie sólo le quedará refugio en el oficial Nathan Rhodes (Chris O’Dowd), un policía de Wisconsin maniático, rudo y de buen corazón que en lugar de multar a Annie por sus desbarros automovilísticos, decide en cambio enamorarse de ella.
Dirigida por Paul Feig, habitual realizador televisivo de series como The Office, Cleveland, Mad Men o Weeds, su apuesta por La boda de mi mejor amiga no ha podido serle más fecunda y propicia, por ofrecer un espacio de distracción y sintonía sin mayores pretensiones que las de cumplir el cometido cinematográfico por excelencia, divertir. Es, por tanto, Bridesmaids, una comedia alocada, con un sinfín de recovecos narrativos, de pullas y mofas, de amor a su manera, y de mensaje constructivo: en todos nosotros reside nuestra enfermedad y nuestra cura. Que Annie logre encontrarla o no, eso es ya otra historia.
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