la matanza de texas

En estas fechas tan entrañables, TodoEsCine quiere unirse al espíritu navideño y mostrar la cara más cariñosa del cine de terror, de ahí que hayamos elegido una película muy tierna: La Matanza de Texas (1974, Tobe Hooper), una cinta que cambió el género de terror en el cine, precursora de muchas secuelas y, con cuya base y excusa se gestaron grandes sesiones de sangre, matanzas y casquería en películas de serie B. De hecho, la propia cinta es, en origen, un filme de serie B para cuya realización, Tobe Hooper se reunió con unos cuantos amigos y, sin gran preocupación por la perfección formal, elaboró una cinta novedosa protagonizada por un asesino en serie sin motivaciones aparentes, una idea que luego tomarían prestada numerosas secuelas. Este asesino en serie parece estar basado en hechos reales, unos crímenes cometidos por Ed Gein en los años 50 y en los que también se inspirarían en cierta manera otras películas como Psicosis o El Silencio de los Corderos: el mito de cara de cuero. El desarrollo y el argumento de la película son bastante simples, como corresponde a la modestia en medios y presupuesto del filme. La acción se desarrolla en un único día: un grupo de amigos viaja a una casa abandonada propiedad de uno de ellos y allí se prepara una matanza tremenda. Sobre la base de este sencillo argumento, Hooper prepara una atmósfera extremadamente angustiosa que oprime al espectador, mostrando el decálogo de reglas a seguir por el protagonista de una película de terror.

La primera norma sería no recoger autostopistas extraños en una carretera. Sólo un grupo de pseudo-adolescentes-veinteañeros americanos podría pensar en recoger en la típica carretera americana desierta a un autostopista cuya apariencia sólo podría definirse como una mezcla entre un yonqui, un friki del programa de Jesús Quintero y un loco psicópata que juguetea con una navaja para autolesionarse. Para colmo, el muchacho tiene una vida interior bastante interesante y una conversación animada y edificante sobre un matadero que revolvería el estómago de cualquier aficionado al McDonalds y los restaurantes chinos. Una vez se quitan al loco de encima, en vez de ir a un lugar habitado, deciden poner rumbo a la antigua casa del padre de uno de ellos, una choza cuyo nivel de conservación es más bien escaso: unas ruinas infames y abandonadas, con todo el mal rollo y propensión a que te asesinen que eso implica en una película de terror. Tras encontrar la casa perdida en la montaña y/o lugar campestre aislado, en lugar de permanecer pacíficamente en su interior, los jóvenes deciden ir a bañarse a un río, con las posibilidades que tienen de ser devorados por alguna piraña, tiburón o monstruo submarino, siempre que una erupción volcánica subterránea no los cueza como un cangrejo. En ese punto, Tobe Hooper tuvo algo de compasión con sus personajes, impidiéndoles encontrar el río. Pero sus personajes no tienen descanso y, al oír el generador de una casa abandonada con una pinta que despertaba bastante poca confianza, ponen rumbo hacia allí para pedir gasolina en una mansión donde sólo puede alojarse un espíritu, monstruo alienígena, narcotraficante, asesino en serie o cantante de la tercera edición de Operación Triunfo. Así, una vez entran a la casa, a Tobe Hooper no le queda más remedio que sacar el sádico que lleva dentro montando un escenario totalmente tremebundo, dando paso a la escena más terrorífica de la película. El sobrecogimiento, temor, angustia y asco inundan la pantalla y, para colmo, la visión se complementa con el sonido de fondo de un maldito pollo que no deja de cacarear y que seguramente tendrá la gripe aviar.

Visto ese panorama, las muertes no son demasiado espectaculares para lo podría esperarse y se ha visto en otras películas donde la sangre y las vísceras inundaban la pantalla. Lo que hace verdaderamente terrorífica la escena es la angustia e incertidumbre del espectador porque sabe que ahí va a haber una matanza (si no, el título de la película no tendría sentido). De todos modos, la escena también tiene una parte algo delicada que hizo que después de ver la película me dolieran la espalda y los riñones durante un par de días… Tras pensar en el terrible destino que podían haber corrido los dos primeros inconscientes, en lugar de buscar ayuda, sus compañeros deciden ir a buscarlos para que, si les ha ocurrido algo malo, la desgracia también les alcance a ellos. Debe ser que en EE.UU. no te aconsejan aquello de no separarse en lugares desconocidos; una inconsciencia que se eleva al cubo cuando haces eso mismo pero en mitad de la noche.

Con la llegada de la oscuridad, se agradece que la típica persecución nocturna se haga de una manera bastante notoria para no despistar al espectador. La chica aterrorizada va gritando en todo momento, con unos ceñidos pantalones blancos deslumbrantes y una camiseta azul chillón más notoria que los chalecos reflectantes de la guardia civil. Su contrapunto lo representa el maníaco de la motosierra, con una vestimenta bastante más discreta pero acompañado por el sonido de su artefacto durante un cuarto de hora, un zumbido que se mete en la cabeza y termina mareando. Aún así, la persecución es un tanto light, con vagos recuerdos a aquellas míticas carreras de Benny Hill donde los protagonistas corrían como patos mareados para no alcanzarse nunca y así poder prolongar la escena. Claro, tras toda esta serie de despropósitos, no nos debe extrañar el final, un tanto loco y delirante, con gente digna de un manicomio, una locura que termina extendiéndose a toda la película para el desconcierto del espectador. Así, poco más se puede decir de la película. Los actores, aficionados, cumplieron con el papel que se les encomendó, especialmente Marilyn Burns como Sally. El montaje y el escenario fueron sobrios, sin abusar de efectos especiales que pudieran restar verosimilitud a la trama. Simplemente hay que fijarse en la historia y, sobre todo, en la idea original, que es lo que hace a esta película algo verdaderamente diferente. Así, sólo nos queda extraer una moraleja final: no hagáis locuras en las pelis de terror, puede ser malo para la salud. ¡¡Felices fiestas!!

Autor: Ángel Luis García

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