Hemos conocido Hiroshima a través de la voz susurrante de dos amantes. Hemos recorrido las calles de Tokio desde el ventanal de un hotel en el que Scarlett Johansson esperaba y se exasperaba; y hemos bebido sake, comido mochi y observado una majestuosa colección de Petite Blythe bajo la atenta mirada de Isabel Coixet. Tres perspectivas, un único escenario. Francia, Estados Unidos y España han deglutido las costumbres japonesas y han establecido un mapa conceptual y personalísimo de la inspiradora cultura asiática, a la que nosotros ahora vamos a acercarnos a través de tres filmes referenciales, distintos y auténticos en sus planteamientos: Hiroshima mon amour, Lost in translation y Mapa de los sonidos de Tokio. Adentrémonos pues, en la magia del mundo japonés. ようこそ.
Fotograma de Hiroshima mon amour. Argos Films, Como Films, Daiei Studios. Todos los derechos reservados
¿Por qué no tú, en esta ciudad y esta noche?
En 1959, cuando se daba forma a la embrionaria nouvelle vague de Al final de la escapada y Los cuatrocientos golpes, Alain Resnais presentó en sociedad Hiroshima mon amour, canto pacifista a la unidad y al perdón, en plena reconstrucción tras la funesta Segunda Guerra Mundial y su guerra fría. Con un espléndido guión de Marguerite Duras, se nos presenta la historia trágica –no puede ser de otra forma-, de dos amantes trasfronterizos, una actriz francesa (Emmanuelle Riva), y un arquitecto japonés (Eisi Okada), que compartirán intimidad en una de las cintas más brillantes y exitosas de la nueva corriente francesa. Incandescentes planos de cuerpos infinitos, su comienzo no puede ser más revelador: sobre una cama, sin cubrir, ambos personajes pronuncian con ímpetu sus pensamientos, mientras se concatenan planos aislados de las distintas partes de su fisonomía. Ella rememora un nuevo escenario, que ya no nos va a abandonar nunca, la pequeña población de Nevers. En Francia precisamente se había enamorado durante la ocupación alemana de un soldado, a quien más tarde irremediablemente perdería. Así recala en Hiroshima, donde incrédula, se cuestiona el porqué de su fortuito encuentro con el deseo nuevamente: “¿cómo iba yo a imaginarme que esta ciudad estuviera hecha a la medida del amor?”, se preguntará apacible, ante el silencio de su amante. “No has visto nada de Hiroshima, nada”, le dice él entre estremecimientos. “Lo he visto todo, todo”, responderá ella, consciente de que habiendo recorrido medio mundo, al fin se ha encontrado a sí misma en Hiroshima.
Evelyn Waugh no era mujer
Si en el filme de Resnais el amor llamaba a la puerta a la forastera recelosa, en Lost in translation (2003) es la abulia y el sopor los que se apoderan de Charlotte (Scarlett Johansson) a su llegada a la ciudad tokiota. Casada con un fotógrafo despegado e indolente (Giovanni Ribisi), la joven norteamericana se verá postrada en su habitación de hotel, desde la cual observará el mundo que se abre ante ella, tan enigmático, tan enredador. Sola acudirá a templos y locales, aprenderá el arte de los adornos florales y beberá, beberá mucho en la barra intranquila del oscuro bar del hotel. Allí conocerá a Bob Harris (Bill Murray), exitoso actor de capa caída, en las horas más bajas de su profesión. A Tokio irá a rodar una conveniente campaña publicitaria y a hacerse promoción, ahora que su imagen no atraviesa por su mejor momento. Bebedor incansable en sus ratos ociosos, e incluso en los más productivos, en Charlotte encontrará la única compañía que le haga olvidar su precaria situación familiar, su cansancio vital y su tristeza. No son amantes, ni lo van a ser; no son amigos, ni lo serán; no pertenecen al mismo mundo, ni lo van a hacer. Sólo tienen en común haber aterrizado en Japón en un momento inadecuado, y haberse conocido y gustado a pesar de su diferencia de edad, de caracteres y de ideas. Ganadora del Oscar a Mejor Guión Original, así como dos Globos de Oro, dos Bafta y cuatro Independent Spirit Awards, a Sofia Coppola no pudo serle más rentable su experiencia personal con Spike Jonze para escribir un guión inestimable, desasosegante y lúcido, en el que la personalidad de Johansson comienza a despuntar con fuerza, y que dejará para el recuerdo una escena –de tantas excelentes-, que nos recordará que las rubias protagonistas de Coppola son tan inteligentes en su cine como en la vida real: “me he registrado como Evelyn Waugh en recepción”, le referirá al marido de Charlotte, una empalagosa estrella del cine. “Así que pregunta por Evelyn”, le insistirá. Cuando la provocativa actriz desaparezca por los pasillos del hotel, Charlotte le inquirirá a su marido no ya que haya estado insinuándose a la joven, ni tan siquiera que no la haya presentado, sino algo aún más sugestivo: “Pero si Evelyn Waugh era un hombre”. Ante el error delatado, su marido no podrá ser más tajante: “es que te crees que todo el mundo ha estudiado en la universidad como tú”. Y es que Coppola nos recuerda que ni siquiera en Tokio, con sus neones, sus karaokes y su ímpetu, se puede abandonar el fracaso en el amor.
Place des Vosges. Bastille
Nunca antes en el cine, un falso vagón de metro francés había resultado tan intensamente turbador. Y es que nunca antes nadie se había atrevido a retratar la pasión en Tokio como Isabel Coixet, tan dada a atraparnos y embelesarnos, como a sobrecogernos. Narrada por Min Tanaka en su versión original, y por Mario Gas en español –que tanto nos recuerda a Ben Kingsley en Elegy-, la fascinante Mapa de los sonidos de Tokio (2009) nos adentra en la vida de Ryu (Rinko Kikuchi), apocada joven que en manos de Coixet se nos presenta como una compleja muñeca Kokeshi, trabajadora nocturna en la lonja tokiota, y sicaria implacable por encargo de sus eventuales clientes.
Fotograma de Mapa de los sonidos de Tokio. – Copyright © 2009 Mediapro y Versátil Cinema. Distribuida en España por Alta Classics. Todos los derechos reservados.
En este continuo bipolar se dirime su vida hasta que un empresario poderoso, Nagara (Takeo Nakahara), solicita a su asociado Ishida (Hideo Sakaki), que contrate a un esbirro para acabar con la vida de David (Sergi López), antiguo amante de su hija Midori, quien se ha suicidado a causa de su ruptura. La tarea de Ryu se complicará cuando conozca al español, de quien pronto quedará vivamente prendada y a quien, por supuesto, no podrá asesinar como le ha sido encomendado. Sus encendidas noches de pasión en el hotel Place des Vosges, y todo lo que ha presenciado el discreto vagón de metro que ambienta la habitación Bastille, provocarán que esta joven de aspecto quebradizo, exponga su propia vida para proteger la de su amante.
Sayōnara desde Occidente
Siempre con el amor de fondo, hemos comprobado cómo los países de Occidente han retratado el mundo japonés de manera apasionada, en ocasiones estridente, destacando los elementos más llamativos de una cultura distinta, y, pese a ello, dejándose seducir por su sensualidad, sus usos y su modelo de vida. La fusión de personajes orientales y occidentales en la generalidad de los títulos nos demuestra que el entendimiento no es sólo posible, sino además altamente gratificante para quien se deja embelesar por lo desconocido y excitante. Ponemos, por tanto, un punto y seguido a este repaso al cine japonés, convidándoles a seguir leyendo en este enlace, ya que todavía nos queda por conocer qué retrato de la cultura del país asiático ha diseminado el propio cine japonés. Con un hasta luego, pues, concluimos este repaso, para darles la bienvenida a nuestra segundo recorrido por Oriente. El viaje acaba de comenzar. では、また
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