Sucedió un día cualquiera, como todos los acontecimientos, de manera fortuita sin premeditación y mucho menos alevosía. Era agosto de 2011, una tarde sofocante. Lo recuerdo porque en aquel aparcamiento la piel abrasaba y sólo existía un mínimo de alivio dentro de los tornos de un gran centro comercial, aunque alcanzarlo, con semejante calima, resultaba una pasión dolorosa. Las puertas de este gran emporio sueco de muebles rápidos y poco caros, se abrían como de costumbre, circular y lentamente, dejando leer a ambos lados carteles con nombres impronunciables pero no exentos de gracia; de cuando en cuando alguno se acaba aprendiendo.

jon kortajarena colin firth

Fotograma de A single man. Derechos reservados a su distribuidores y/o productores

Y allí, en plena exaltación de mobiliario auto-montado, me fui a encontrar en un pasillo a un hombre capaz de perturbar el ritmo cardíaco de la más sosegada. Fue nuestra compañera María Jesús, la gran Mecedora, la que me avisó acerca de quién estaba con nosotras. Magnífica capacidad de reconocimiento después de un duro día de trabajo, a decir verdad. El joven vestía informal, asombrosamente casual, con unos denim oscuros y una camiseta verde sin mayor prosopopeya. Pese a su vestimenta, nada en él parecía natural, no de esa naturaleza típica en un Madrid a cuarenta grados a la sombra, aire caliginoso y pavimento ígneo. Su flequillo largo, sus mechas claras, sus ojos verdosos y su piel tostada eran increíblemente atípicos, por no decir inauditos en aquellos parajes. De lejos no habría sido capaz de reconocerle pero tan cerca, inclinado buscando algún producto escondido, mostró algo que es incapaz de ocultar y que le define con certeza matemática. Y es que el esquemático árbol que luce tatuado en su nuca me hizo identificarle con total rapidez: Jon Kortajarena. El modelo español con mayor proyección internacional (junto con Andrés Velencoso y Oriol Elcacho) compartía con el resto de los mortales no sólo espacio sino incluso menaje en aquel soporífero agosto. El de su tatuaje era un diseño en verdad sintético, líneas rectas y esbozadas para simbolizar un árbol, apenas un cuadrado con un trazo en el centro. Al incorporarse, flequillo en ristre atusado con su mano, se quedó mirando con fijeza a nuestra codirectora, ambos absortos, enajenados en el recuerdo de haberse visto antes, un déjàvu. Debía hacer mucho calor porque recuerdo aquello como eterno, los dos mirándose y reconociéndose.

Aquella anécdota, una de tantas que se suman sin más, me viene a la cabeza cuando leo la noticia de que Madonna ha elegido a nuestro bilbaíno como compañero de reparto de su nuevo videoclip, “Girl gone wild”, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta lo trendy de la reina del pop, capaz de caer en los brazos de Kortajarena después de que ya lo hicieran Lagerfeld, Cavalli, Versace, Armani, Guess y hasta Forbes, considerándole uno de los diez modelos más exitosos del momento.

Pocos saben, o no tan pocos, que Kortajarena no es sólo maniquí de grandes firmas, sino también actor, aunque la suya haya sido una carrera cinematográfica meteórica y de momento fugaz, realizando su primera aparición en la opera prima de Tom Ford Un hombre soltero (2009). Su metro ochenta y ocho estuvo a la altura del plantel que le rodeó, a pesar de que sus compañeros de reparto son grandes entre los grandes, encabezado por Julianne Moore y Colin Firth, y secundado por Matthew Goode. Sus cinco minutos filmados seguro contribuyeron a que A single Man fuese presentada en la 66 edición del Festival de Cine de Venecia (2009), donde valoraron que nuestro vasco más internacional interpretara su papel de “Carlos” con puro esplendor en la hierba y como un gigante, es decir, con claras reminiscencias a James Dean.

Pero no sólo Venecia cayó rendida ante los pies del diseñador-cineasta y su productora “Fade to Black”, sino que su versión de la novela homónima de Christopher Isherwood (en colaboración con David Scearce), también le granjeó una Copa Volpi y un Bafta a Colin Firth, así como nominaciones a los Oscar y los Globos de Oro, premio éste último al que igualmente nominaron a Moore.

En la cinta el estilismo de Kortajarena tenía mucho de sofisticado, de deliberado, un aspecto que el joven cuida y mima sin coquetería y sin galanteo, aunque lo sepa seductor. En este look mucho tiene que decir su madre, una brillante estilista y peluquera que conoce el charme del flequillo de su hijo, el cual ayuda a mantener y conservar. Pero si de conservación se trata, no debemos obviar que Kortajarena ha sido elegido por Al Gore en representación de España y América Latina como “embajador” para informar acerca del peligro real del cambio climático y del calentamiento global, causa con la que el modelo español no sólo está concienciado, sino altamente comprometido.

Quizá el árbol que luce su nuca, trazo minimalista para tan insigne cuello, alude precisamente a ese compromiso con la naturaleza; al verde de su Euskadi natal y que tan orgullosamente resplandecía en su camiseta y en aquel pasillo protegido del sol, al calor de su propia sencillez, y que disfrutamos del modo en que ahora, con suerte y por mérito propio, lo hace y por las dos, la reina del pop. Girl gone wild, dice su canción. Por qué será que no me extraña.

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