La magia existe. Que su concepto sea o no generalizable y abarcables sus manifestaciones es otra historia, seguramente ya guionizada y llevada a la gran pantalla. La magia existe desde siempre, no hay cultura ni colectividad que no haya guardado una parcela, un pequeño reducto, para lo inaudito, para lo inenarrable. Es tan cierto que la magia es palpable que Hollywood, incluso George Lucas necesitó de un Magic Consultant para elaborar la producción de Willow (1988, Ron Howard), una de las mejores y más redondas películas de aventuras de todos los tiempos. Un clásico no obstante menospreciado, que nunca llegó a convertirse en auténtico Blockbuster.
Si la niña muere, no habrá esperanza
Una estructura novelesca a la antigua usanza, un andamiaje al más puro estilo de la tradición literaria, es lo que da pie al guión de Bob Dolman, basado en la historia original del todopoderoso Lucas. Su habilidad al relatar este cuento mágico-ancestral, tan alejado de los postulados coetáneos del cine juvenil, hizo que la historia de Willow Ufgood fuera capaz de engatusar a un público heterogéneo y desigual, y no meramente infantil o adolescente. Tal es así que al contrario que en otros casos cinematográficos, de Willow surgió una serie de novelas basadas en el metraje, sin que paradójicamente, ninguna narración diera pie a su argumento, una historia, por cierto, con evidentes influencias de J.R.R. Tolkien, C.S. Lewis, Michael Ende, Jonathan Swift e incluso Homero.
Fotograma de Willow. Derechos reservados a su distribuidores y/o productores
La narración nos sitúa en un tiempo remoto, sin cronología ni topografía específicas. En un mundo tenebroso, la escalofriante reina Bavmorda (Jean Marsh), alerta a su ejército de una profecía cumplida: en algún rincón remoto de su reino ha nacido una niña que ha venido al mundo para derrocar su sombrío imperio. Temerosa de que alguien menoscabe su poder, la reina maga prepara su castillo Nockmar para celebrar el ritual que acabe con la vida de la niña, mientras espera que sus milicias den con la pequeña, aunque para ello deban segar la vida de cuantas embarazadas, madres y recién nacidas encuentren en su camino. Las tropas de esta Herodes apocalíptica, con resonancias a la Maléfica de Perrault, son engañadas por una anciana partera que arranca de los brazos de su madre a la niña, para adentrarse en el bosque a criarla. Sin embargo las bestias del ejército de Bavmorda siguen el rastro de la niña, encontrando al ama de cría. A ésta sólo le dará tiempo a preparar una balsa de ramas y hojas y, cuan un Moisés pagano, abandonar a la niña en el río.
Tus hijos nunca olvidarán este día
En su intrépido viaje, la futura emperatriz Elora Danan (Ruth y Kate Greenfield) señalada con la marca del triunfo -que J. K. Rowling tomó prestada-, encalla entre los juncos, a orillas de un río vigilado por dos niños Nelwyn, una población de dimensiones reducidas donde viven Willow (Warwick Davis), un granjero aprendiz de mago y Kiaya (Julie Peters), padres de los infantes que encontraron a Elora. Cuando los perros de Bavmorda encuentren el poblado Nelwyn, el consejo decidirá consultar al líder de la comunidad, el mago Gran Aldwin, quien tras consultar “los huesos”, concluye que una expedición encabezada por Willow devuelva a la niña a su correspondiente pueblo, el Daikini. La tarea a llevar a cabo no resulta en absoluto baladí. A las inclemencias del tiempo, la lejanía de las poblaciones y las kilométricas distancias, se añadirá la negativa de cuantos Daikini se encuentren, de hacerse cargo de la niña. Todos excepto uno, un preso pendiente de una jaula humana, Madmordigan (Val Kilmer), quien promete hacerse cargo de la niña a cambio de su libertad.
Fotograma de Willow. Derechos reservados a su distribuidores y/o productores
Todos parecen conformes con la tutela del delincuente salvo Willow, quien recelará de él hasta el último momento. Pese a ello le entregará a Elora, iniciando su camino a casa. Cuando vea a la niña en las fauces de un águila capitaneada por dos Brownies (dos diminutos personajes con influjos de Gulliver), decidirá entonces hacer suya la advertencia del Gran Aldwin: “la magia es la sangre vital del universo, olvidad lo que sabéis o creéis saber, lo único que necesitáis es vuestra intuición”. Guiado por ésta, se unirá a Madmordigan y a los Brownies en busca del hada Fin Raziel, convertida en roedor por la reina, la única capaz de luchar contra Bavmorda y conducir a Elora a su destino como emperatriz de Tir Asleen. También Raziel será quien ponga a prueba el temple de Willow y su capacidad para la magia, entregándole la varita de Cherlindrea, y solicitándole que le devuelva su naturaleza humana. Pero no será capaz. Willow todavía no está preparado para ser un gran mago, su única fortaleza radica en su buen corazón. De camino al castillo de Tir Asleen, el que será el reino de Elora Danan cuando derroque a Bavmorda, la hija de la malvada monarca, Sorsha (Joanne Whalley), alcanza al grupo y encuentra la marca profética en el brazo de la niña. Apresada por el agraciadísimo Madmordigan, y complaciente al enamoramiento de éste cuando cae encantado por el elixir “corazón roto”, la guerrera terminará cediendo ante sus encantos, decidiendo traicionar a su madre y unirse al ejército de Willow, como ya había profetizado el druida consejero de Bavmorda. Estaba escrito.
Habla y sé un mago con las palabras
Pero Willow sigue sin ser mago. Sus intentos frustrados por devolverle corporeidad a Raziel hacen que el hada se encarne en un cuervo, una cabra e incluso un avestruz. Una noche, en el campamento base en torno al castillo de Nockmar, Raziel persuade a Willow para que la transforme y así pueda destruir a Bavmorda: “cree en las palabras, concéntrate”, le instará el hada: “no eres un mago pero puedes serlo, habla y sé un mago con las palabras”. Y así es que la varita de Cherlindrea hace su efecto y las palabras de Willow dotan de carne y hueso a Raziel, décadas después de que la reina le robase su fisionomía. Convertida en una bellísima y venerable anciana, Raziel llega a las puertas de Nockmar con el propósito de derrotar a Bavmorda, acompañada por el aguerrido Madmordigan, los pequeños Brownies, Willow y el ejército de Airk, antiguo compañero de Madmordigan y defensor ahora de la causa del pequeño nelwyn.
Mientras los guerreros hacen su lucha en los fosos de la fortificación, Sorsha y Raziel se enfrentan a Bavmorda en pleno ceremonial de sacrificio de Elora. Ninguna de las dos es capaz de acabar con ella. Willow hace entonces su aparición tomando a la niña del altar y, haciendo uso de su sentido común disfrazado en magia, hace desaparecer a Elora. Ese será el fin de Bavmorda.
Dragones y mazmorras
La historia de Willow, con sus sinuosidades argumentales, su intertextualidad y sus referencias míticas, no deja de ser de una unicidad emblemática, tal vez propiciada por su magnífica banda sonora a cargo de James Horner (a la sazón oscarizado compositor de Titánic, y autor de la música de Aliens, Braveheart o Avatar). Tampoco desdeñable resulta su puesta en escena, sus localizaciones en Inglaterra, Gales y Nueva Zelanda, o los treinta y cinco millones de dólares empleados en su realización. Sin embargo, y como rezaba el artículo de Janet Maslin en The New York Times, “Willow siempre perecerá bajo la alargada sombra de Star Wars”, ambas cintas proyectos personales de George Lucas, cuya originalidad impide considerarlas como entes aparte, como propósitos únicos.
Fotograma de Willow. Derechos reservados a su distribuidores y/o productores
Con independencia de sus críticas y de su escaso reconocimiento público este filme, a caballo entre la mítica serie Dungeons & Dragons, el libro The Hobbit, y las infinitas influencias y hasta copias que se le pueda achacar, lo cierto es que Willow marcó un antes y un después, inspiró cómics y novelas (léase Shadow Moon, Shadow Dawn y Shadow Star), y dotó de fantasía a una generación que no volvería a ser la misma después de haberla visto. Porque cuando falta tanta magia, es bueno saber que existe Willow.
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