Del 669 al 671 de la calle no sólo va un número, sino todo un abismo; en la sima que distancia dos edificios se encuentra la diferencia entre la comedia y el terror. En un barrio residencial de las afueras, la rutina transcurre con total normalidad para Ray Peternson (Tom Hanks), un hombre feliz y despreocupado que comparte su vida con Carol (Carrie Fisher) y su hijo, en compañía de su perfecto perro. A su vera, en el chalet 673, vive su mejor amigo Art (Rick Ducommun), a quien se une Mark (Bruce Dern), Ricky (Corey Feldman) y el adusto Walter (Gale Gordon), siempre acompañado por su inseparable caniche. Todo parece sucederse con plácida calma hasta que un día llegan al vecindario los Klopek, tres hombres misteriosos y escurridizos que siembran de incertidumbre las predecibles vidas de los convecinos.
Cuando el 669 se convierte en 666. No matarás.. al vecino. Joe Dante, 1989. Imagine Entertainment y Universal Pictures. Todos los derechos reservados |
Unidos por el parentesco y el misterio, al reservado semblante del Dr. Klopek (Henry Gibson), se suma la inaprensible presencia del tío Reuben (Brother Theodore), aunque lo que definitivamente aturda a los residentes sea la fisonomía turbadora del hijo del doctor, Hans (Courtney Gains), por cuya expresión parece sacado de un reformatorio decimonónico. Su desvencijada casa victoriana -muy del género-, sus árboles mustios y su jardín marchito, contrastan sobremanera con el aire jubiloso del resto del barrio, cuyos propietarios, enfrascados en sus cortadoras de césped y sus barbacoas, comienzan a sospechar que algo turbio se oculta en la casa de los Klopek. Los ruidos provenientes del sótano agitan el sosiego de Ray cada noche, aunque será la desaparición del huraño Walter lo que pondrá en jaque al vecindario. Sólo el ajado peluquín del hombre quedará para atestiguar que un vecino con aviesas intenciones ha llegado a la ciudad. Armándose de valor decidirán acercarse a la casa de los Klopek no sólo para presentarse, sino para hacer una inspección sobre el terreno. La actitud de los hombres, sus extravagantes gustos culinarios y la atmósfera sombría que se respira en sus habitaciones harán que los vecinos salgan de allí despavoridos aunque sin ninguna prueba. El culpable de la desaparición de Walter puede ser cualquiera.
Pero las indagaciones siguen, y con ellas las auscultaciones y las pesadillas. Libros de encantamientos oscuros, sueños de rituales ancestrales e incluso el guiño cinéfago a un filme de culto como lo fue El centinela (1977, Michael Winner), caldearán los ánimos y el ambiente para la acción. Sin embargo Carol, mujer de Ray, no verá con buenos ojos la obsesión de tamañas dimensiones de su marido, cuya imaginación ya fabula con motosierras, crímenes y barbaries. La suspicacia de Carol empuja a Ray a mantener a raya sus emociones y a poner en duda cuanto oye de la boca de Art, a quien considera paranoico e instigador de sus elucubraciones. Sólo una tarde, cuando un inocente juego con el perro de Ray le haga husmear en el jardín de los Klopek y desenterrar un fémur, hará que Ray sospeche que las aprensiones de Art y de la totalidad del vecindario no pueden ser irrealidad. Reunidos en torno al peluquín de Walter decidirán entonces urdir un peligroso plan: adentrarse en el sótano de los Klopek y no salir de allí hasta que no den con el cuerpo de Walter. Tal misión será llevada a cabo en exclusiva por Ray, naturalmente, quien ha sucumbido a la paranoia colectiva y ha creído como verdadera la pura invención.
Después de hacer explotar la casa de los Klopek y salir malherido de su gesta heroica, Ray comprende que la imaginación y el reconcomio de la mente ociosa de sus convecinos, le han llevado a la delincuencia: “somos nosotros los que actuamos de manera suspicaz y paranoica –le inquirirá a Art- nosotros somos los lunáticos. Nosotros. No son ellos. Somos nosotros”.
No matarás.. al vecino. Joe Dante, 1989. Imagine Entertainment y Universal Pictures.Todos los derechos reservados |
A pesar de que acto seguido una ambulancia capitaneada por un doctor equivocado y un conductor sin escrúpulos den al traste con su certera argumentación, lo cierto es que No matarás… Al vecino (1989, Joe Dante) resulta una de las más ingeniosas comedias satíricas de los años ochenta. No sólo porque el guión sea uno de los mejores firmados por Dana Olsen, ni tampoco porque aquélla fuera definitivamente la década de Joe Dante (sus éxitos Los Gremlins y El chip prodigioso dan testimonio de ello), sino porque su argumento sin pretensiones y su puesta en escena grotesca y hasta hilarante supone un punto de inflexión con respecto al cinema previo y al venidero. Por una parte, porque el cine dramatizado y exagerado (decorados, zooms y pantomimas incluidos), muy propio de los comienzos de Tom Hanks, acabaría con aquella década. Por otro, porque algunos de los elementos estéticos y argumentales de esta cinta fueron precursores o, cuando menos introductores, de algunos usos visuales que más tarde desarrollaría y encumbraría Tim Burton (e incluso Brad Silberling en Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket), con arquitectura estilizada, paisajes contrapuestos, personajes sombríos y vegetación desvencijada.
Junto a ello, su ya entrañable estilo amateur con personajes muy estereotipados y su humor trillado, podrían convertir legítimamente a este título en una cinta de serie B, otorgándole sin embargo al conjunto una entidad que lo dignifica y hasta ennoblece. Una comedia no exenta de crítica social a los “burbs” y a lo que son capaces de hacer sus vecinos por mantener su statu quo; una producción que sin ser de terror, ofrece una dosis considerable de elementos de suspense y miedo low-cal, con incursiones en el gore casero y además hecho a mano, todo ello flanqueado por una notable partitura de Jerry Goldsmith. Un título adecuado para una noche de Halloween en la que no se pretenda abrir la puerta ni dilucidar si se prefiere truco o trato. Quién sabe qué esconde la inocente mirada de un miembro de la vecindad.
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