Conocí a Enrique Meneses por casualidad. Y es que en la vida existen extrañas coincidencias, no sólo cuando las enuncia David O. Russell, sino cuando menos te lo esperas, tal vez cuando el destino o la suerte deciden qué camino debes seguir y te empujan hacia él. Así fue como yo encontré a uno de los periodistas más importantes de nuestro país y del mundo, el primero en tantas materias y el mejor en todas ellas.
Fotografía captada por Enrique Meneses |
Si aquel día Gervasio Sánchez, otro puntal del periodismo comprometido, no me hubiera invitado a acudir a la presentación de Hasta aquí hemos llegado en 2006, jamás le habría conocido. Pero la fortuna estuvo de mi parte. Aquel hombre menudo, de ojos vivarachos, lúcido hasta la extenuación y culto, muy culto, me resultó de una candidez extrema. Todo cuanto decía poseía esa cualidad ya en desuso que antes se llamaba humanidad y ahora tildan de osadía. Siempre es osado decir la verdad.
Hablaba con total naturalidad de haber presenciado los momentos más relevantes del siglo XX, desde la guerra del Canal de Suez hasta el asesinato de J.F. Kennedy. Nada parecía impresionarle ni conmoverle salvo lo humano, las vidas de las personas, el día a día. Estuvo presente cuando Martin Luther King hizo historia y también cuando la tragedia azotó a Sarajevo. Porque el devenir del pasado siglo marcó la vida de este periodista de raza, representante de una época que por desventura ha finalizado ya.
Fotografía captada por Enrique Meneses |
Fueron horas las que Meneses narró sus itinerarios, su experiencia como freelance, los países en que vivió, las experiencias que atravesó y, sin embargo, nada me llamó más la atención que una historia portentosa, una historia que por aquel entonces me pareció cinematográfica y que sin embargo no llegó a serlo: su presencia durante la revolución cubana de 1959. No me refiero a una presencia meramente física, Meneses fue el primer reportero que convivió con los revolucionarios, con el Ché y con Castro, durante sus movimientos contra el régimen de Batista. De hecho, el propio Meneses estuvo en la cárcel por ello, pese a lo cual consiguió enviar su reportaje a la publicación Paris Match. Fue el primero y el único. Como era de esperar, el artículo causó sensación en el mundo editorial.
También Meneses consiguió retratar a través de su objetivo un sinfín de personalidades del mundo del cine, una esfera más frívola, menos palpitante. Por su aguda cámara pasaron Tippi Hedren, Alfred Hitchcock, Charlon Heston, Anthony Perkins, Mel Ferrer, Burt Lancaster, Anthony Quinn, Marlon Brando, Sydney Poitier o Paul Newman, todos ellos mostrando una expresión captada de la cotidianeidad, de sentir y de anhelar, de ensimismamiento y reflexión. La cámara de Meneses lograba captar lo imperceptible, tal vez el alma, esos 21 gramos que están aunque sólo sean inteligibles para quien los observa de verdad. Superado un siglo de conflictos, una salud con resquebrajos y una profesión con fisuras, Meneses demostró que la fotografía no está al servicio de las naturalezas muertas, su cámara exudaba realidad, vida, estremecimiento, al igual que su cuarteada voz, una voz que por mucho tiempo que transcurra, seguirá denunciando las injusticias le pese a quien le pese.
Gracias maestro.
Deja un comentario