El sabio no dice todo lo que piensa,
pero siempre piensa todo lo que dice.
Aristóteles
Queridos amigos de Todo es cine:
Un placer poder volver a ponerme en contacto con todos vosotros. Hoy, si os parece bien, vamos a reflexionar sobre una película, Criadas y señoras (2011, Tate Taylor), The Help, en su versión original, basada en la novela homónima de Kathryn Stockett.
Imagen de Criadas y señoras (The Help) – Copyright © 2011 DreamWorks II Distribution. Fotos por Dale Robinette. Todos los derechos reservados.
La historia nos coloca en los años sesenta en una ciudad sureña de Mississippi. Allí la vida aparentemente tranquila y pacífica, se ve alterada por el regreso de la Universidad de Skeeter (Emma Stone), una chica del lugar que, pudiendo comparar la vida de su pueblo, se da cuenta de las injusticias que allí están pasando. Al intentar contar la historia de mujeres afroamericanas, también cuenta su propia historia, la historia de las mujeres. La intolerancia de las señoras con sus criadas y la falta de respeto se van haciendo patentes según va transcurriendo la investigación.
Pero llama la atención que esa “help” (ayuda en inglés), es más que real. En esa rectitud, en esa perfección se necesita a alguien que te ayude; mujer contra mujer, como reza en la canción de Mecano (aunque no se refiera a esto), pero quedémonos con la frase. Mientras Skeeter va haciendo el libro y las mujeres abren sus corazones y sus experiencias, se va construyendo una historia, una historia que tiene que ver la luz. Mujeres que trabajan de sol a sol en otras casas, y al llegar a la suya también tienen sus problemas, sus hijos, sus parejas que les pegan. Y por otro lado, mujeres que llegan de otros sitios que se casan y quieren pertenecer al grupo de “esposas maravillosas”, y no son bien acogidas; el «mobbing» entre ellas. Los hijos que nacen y no son del agrado de los suyos, pues son “patitos feos”. Ellas mismas, queriendo ser mujeres perfectas para matrimonios perfectos. Dar hijos, aunque no se pueda; dar aspecto pulcro, aunque no se pueda. Tener cáncer, como la madre de la escritora, y querer estar siempre perfecta. Qué historia, la historia de las mujeres. Ojalá haya una gran conciencia de la necesidad, de la ayuda de unas a otras, el tener un poco de empatía, de no luchar en distintas trincheras. Si alguien conoce los problemas, las angustias, están dentro de esa “ayuda”, de una madre, de una hermana, de una amiga, de la persona que trabaja para ti, para que tú puedas llegar a todas partes, ya que se espera tanto de un ser humano.
Podemos hacer que la vida sea un poco más llevadera, un poco más liviana, ponte en el papel de la otra y quizá entiendas el porqué.
Como dice la máxima, hay que empezar a pensar más en lo que se dice y aún así, hay que tener mucho respeto a las personas que hacen tanto bien.
Con todo el cariño, desde la Mecedora.
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