Juan Cavestany dispone de barcos, y eso marca la diferencia. Lo hace porque acaba de presentar una película cismática, dadaísta incluso, que hubiera hechizado al propio Tristan Tzara. Dispongo de barcos entronca con lo más surrealista de nuestro acerbo cultural, tiene mucho de Buñuel, de Gonzalo Suárez y de Dalí. Pero también está canteado por el otro lado del Atlántico, por las imborrables huellas de Lynch y su Inland Empire. En ella encontramos conexión e incoherencia; tragedia y diversión. Pura singularidad. También singular es el propio Cavestany quien, a pesar de la prensa, de las peticiones, de los flashes y de la expectación, se muestra muy tranquilo, contracorriente del mundo y de su ritmo. Se sienta de forma delicada y es cordial, mucho, tanto que roza la  timidez. Hay algo en él esquivo, inseguro, como si no fuera consciente de que su currículo como guionista y director ya ha demostrado mucho acerca de su competencia. Ha firmado el libreto de Guerreros, Los lobos de Washington y Salir pitando; y bajo su dirección ha convertido a Santiago Segura, satánico y de Carabanchel, en un posh en toda regla para El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo. Pero Cavestany todavía no se lo cree, y quizá eso sea lo mejor que entrega de sí mismo.

Se acerca pausado, sencillo, perfilando su mentón con esas manos inquietas con las que ya no dejará de protegerse durante toda la entrevista: una sobre otra; otra sobre una. Mira de soslayo mi cuaderno, los asientos y la grabadora. Sigo el rastro de su mirada y, cuando se percata de ello, interrumpe su inspección. Al rato reinicia su reconocimiento, no puede desligarse de esa necesidad innata y perentoria de observar, de descubrir y de explorar. No tiene prisa y yo tampoco. Argumenta y reflexiona; reflexiona y argumenta. Pura dialéctica. Mientras habla se muestra atento e indagador, carácter que, entiendo finalmente, se trasluce en el cine que realiza, un cine que, como él mismo, posee ese aspecto rompedor que lo hace tan subversivo: la capacidad de sorprender y sorprenderse del mundo. Y esto, existiendo tanta Gente de mala calidad, es todo un reto.

juan cavestany y lucia tello diaz en todo es cine

Lucía Tello Díaz.- En el equipo de Dispongo de barcos, son varios los periodistas, ¿qué tiene el cine y el periodismo que parece que uno deriva del otro?

Juan Cavestany.- En mi caso el nexo común es la observación, la verdad es que mi carrera de periodista es relativamente corta, porque yo soy politólogo, estudié Ciencias Políticas, y luego me dediqué al periodismo seis o siete años, y siempre me gustaba escribir, contar. Otro de los nexos en común es la escritura, antes que director soy guionista, en realidad soy más guionista que director. Así que entre la observación y la escritura, en un momento de mi vida todo se fundió: escribía como periodista, también escribía teatro y guiones de cine, y así al final dejé el periodismo porque no me apetecía seguir. Me produjeron una película y por ahí seguí.

LTD.- Como guionista, no se mantendrá al margen del mito, casi leyenda urbana, de que los guiones en nuestro país son de pésima calidad, a pesar de que tenemos una gran cantera de guionistas

JC.-  No sé a qué se debe esta idea, en serio. Con nuestro cine pasa algo que no sucede en otros ámbitos, y es que es un arte que la gente vive de una manera muy intensa. Es un arte que ha definido el siglo XX y que ha marcado nuestra forma de ser, y por ello hay una conexión con el cine muy especial; eso lleva a que la gente opine muchísimo sobre él; en la prensa también. No hay artículos sobre el cine con objetividad, todos están cargados de opinión, de recomendaciones sobre cómo debería de ser y cómo no. Es increíble. Es parecido al periodismo deportivo, en lo que todo es opinión y en todo emerge la valoración. Es cierto que la prensa no es puramente objetiva, pero en política es un poco menos subjetiva. Con el cine pasa lo mismo. Sólo hay que ver las informaciones que van publicándose periódicamente: que si la Academia, la crispación. Por ello creo que la idea preconcebida de los guionistas responde a este hecho. Todo el mundo siente el cine como algo propio y piensa que debería ser de otra forma. Todos creen tener la clave.

LTD.- Y todo ello pese a que nuestro cine tiene una calidad notable

JC.- Yo creo que nuestro cine es una industria muy pequeña, pero objetivamente, para lo pequeña que es, posee una calidad alta. Además ha dado, y sigue dando, nombres y películas importantes a nivel mundial. Este éxito me parece un hecho por el que congratularse. Con la pequeña dimensión y tradición que tiene nuestra industria, la repercusión que ha alcanzado es grande. No me voy a poner a dar nombres, pero todo el mundo conoce a nuestras figuras.

LTD.- Por supuesto.

JC.- Por lo tanto, hay talento en nuestro cine. Hay directores, hay guionistas, hay muchos actores, a nivel técnico ni te cuento… Pero pasa algo, no se acaba de llegar al público masivamente, los guiones es una de las claves. Sí creo que en España hay muy buenos guionistas, pero los productores no creen en los guiones, creen en doce millones de euros en taquilla; hay muy pocos productores que sepan cómo se hace un guión, cómo se desarrolla, lo que implica, cómo es el proceso de trabajo. Los productores quieren un éxito. Pero eso es muy fácil, todos lo quieren. Por eso en el guión no se invierte, y no lo digo como queja gremial, es que no se tiende a invertir y es el comienzo de la cadena de la producción del cine, es el primer eslabón y está totalmente abandonado. A nadie le importa. Es muy difícil que un guionista sobreviva con su propio convencimiento y su propia fuerza de voluntad. Luego cuando ya se lleva al cine surgen otros problemas, pero ya está puesta en marcha la maquinaria, y ya hay unos usos, unos tiempos. El cámara sabe qué escenas va a grabar y cuánto tiempo. El guionista puede estar dos años y luego la película no prospera. En fin. Las cuitas del mundo del guión.

LTD.- ¿Y en relación con esta película?

JC.- En relación con esta Dispongo de barcos yo quería escribir un guión que se tradujera instantánea y directamente en una película, ver en imágenes lo que me estaba imaginando, sin que intermediara un productor con comentarios y limitaciones, o un equipo muy grande. Tampoco es un acto rebelde, sino un espíritu libre de experimentar, de saber qué sucede si se hace algo así.

LTD.- Personalmente qué prefieres, ¿ser sólo director, ser sólo guionista, o ser director de una película que tú también has escrito?

JC.- A mí me gustaría ser sólo guionista, poder dedicarme únicamente a escribir y tener una regularidad, y que fuera un trabajo al que uno se pueda dedicar normalmente. Soy director porque lo otro es imposible. Además me sorprendió mucho que me gustaba mucho dirigir, aunque son trabajos muy opuestos: el guionista está solo en su casa, y el director está fuera, rodando con un equipo. Me gustan las dos cosas un poco por accidente.

LTD.- ¿Volvería al cine más convencional, o prefiere seguir ahondando en este tipo de cine no revolucionario, pero sí “escindido”?

JC.- No sé, ¿“usted” qué opina? –ríe con gracejo-.

LTD.- ¡Lo siento! –me apresuro a rectificar-… Retomo la pregunta, ¿qué prefieres, seguir en esta vía o volver al cine más comercial?

JC.- Me apetecerían las dos cosas, tengo ideas para hacer más películas del estilo de Dispongo de barcos, y las haría mañana. Lo que pasa es que terminar un proyecto así es complicado, porque ahora sólo estamos sacando las anécdotas y las gracias. Pero la realidad es que hacer esto cuesta mucho. Puede que no haya costado mucho dinero, pero ha costado mucha energía, muchos favores, mucho desgaste. Eso es duro. Por eso me gustaría hacer este tipo de película pero más eficiente, es decir, hacer más en menos tiempo; pero que también me siguieran llamando para hacer encargos y poder vivir de ello, porque de Dispongo de barcos ni vamos a sacar dinero, ni la hicimos para sacarlo. Me gustaría poder hacer las dos cosas.

LTD.- Admiro lo que ha hecho enormemente. Cualquier persona que se haya puesto detrás de una cámara, aunque sea una handycam, me comprenderá. Llevar a cabo una película durante más de un año, con el proyecto en la cabeza día y noche sin poder sustraerte de él, debe ser de un agotamiento descomunal

JC.- Sí. Yo la he podido hacer gracias a que los actores se han lanzado a tope a ello. Antonio [de la Torre], ha estado toda la película, pero hay actores que sólo han estado cuatro días. Y efectivamente, aunque yo he hecho otros trabajos paralelamente, he tenido la película en la cabeza de manera constante; he trabajado por las noches en general por el montaje, el montaje de sonido. Porque claro, la gente trabaja, y uno te dice “yo puedo quedar a tal hora”, y otro “yo puedo a las ocho de la noche”, y claro, tocaba trabajar de ocho de la tarde a ocho de la mañana. Y tenía que hacerlo, naturalmente. Ha sido muy sacrificado. No lo cuento porque a la gente en realidad no le importa lo que te hayas tenido que tragar. La gente quiere valorar la película por lo que es, te lo cuento a ti porque me lo has preguntado, si no, no lo diría, aunque el hecho de que la película se haya hecho a trozos y sin dinero, es evidentemente mi problema. El espectador va al cine para pasarlo bien y no le importa lo que hay detrás.

LTD.- Cuando leí en el pressbook que estaba hecha a ratos, inmediatamente pensé en la labor de mantenimiento de quien ha de dirigir a todo el equipo

JC.- Claro, era necesario coordinar y motivar a la gente, convenciéndoles de que iba a merecer la pena. Por lo general, la gente que ha trabajado lo ha hecho de muy buena gana y muy motivada, no he tenido que pelearme ni nada de eso –sonríe-.

LTD.- Lo que le faltaba ya al director… Y ¿cómo convenciste a Antonio?

JC.- ¡Antonio me convenció a mí! Toda esta historia empieza hace casi diez años. Yo escribí un sketch para Animalario, cuando todavía no estaba consolidada como compañía. El sketch se correspondía con la escena de Dispongo de barcos en la que planean el atraco. Como te digo, lo hacían en teatro Alberto San Juan y Antonio hace como diez años o más. Decidimos hacerlo cortometraje con los mismos actores que están ahora en la película, hace como siete años, y de ese corto Antonio y yo periódicamente tirábamos el uno del otro, para hacer un largo. Al final se puede decir que nos convencimos mutuamente. No es que yo hiciera un guión y se lo pasara a Antonio, es que él está desde la gestación. Nos conocemos desde hace muchos años y está en el proyecto desde el principio. Además, no era famoso cuando empezó todo esto. Quizá ahora no querría hacerlo –ríe de nuevo-.

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