Risueña, jovial y llena de energía. Así podríamos definir a Elena Anaya, actriz española que engrosa la lista de intérpretes que brillan con luz propia al otro lado del Atlántico, y que destaca por protagonizar una de las carreras más sólidas y lúcidas del panorama actual. Optimista radical, la que fuera una candorosa adolescente en películas como Familia de Fernando León de Aranoa, ha madurado y mucho, pudiendo vislumbrar en sus ojos bicolores una transformación lenta pero firme, que sin duda ha conducido sus pasos sin trabas ni enmiendas. Anaya, con su tipo menudo y sus vertigionosos tacones de salón verde ácido, tiene muy claro que esta profesión se resume en el trabajo constante y la apuesta por la supervivencia. Aceptado el envite de Julio Médem para protagonizar su octava película, Elena Anaya nos habla de cómo ha sido el encarar un proyecto arriesgado y seductor como Room in Rome. Ya no cabe duda: esta chica llegará lejos.

elena anaya en todo es cine

Lucía Tello Díaz.- Háblanos de este proyecto que ahora presentáis, Room in Rome

Elena Anaya.- La primera vez que quedé con Julio para hablar del proyecto, le pregunté acerca del guión y me dijo que todavía no lo había escrito, y ese hecho en sí me pareció muy interesante, porque me he sentido muy presente en todo el proceso creativo. Esta es la versión ocho plus del guión –ríe-. Ha escrito ocho versiones, pero es que es increíble lo que cambia el guión de una versión a otra; yo en mi casa tengo guiones y guiones de Room in Rome, con millones de anotaciones. Tengo un micromundo de la película en mi mesa de trabajo. Pero me ha gustado mucho, el personaje estaba muy definido desde el principio, aunque ahora lo ha hecho más suyo, los dos personajes, tanto el de Natasha como el Alba, e incluso la historia en sí. La primera versión decía que no la identificaba como suya, y ahora es cine 100% Julio Médem, una historia maravillosa.

LTD.- Dices que te has sentido muy presente en el proceso creativo de la película ¿te gusta aportar elementos a tus personajes?

E.A.- ¡Es que soy una persona muy activa! –ríe-, leo cosas y no me puedo callar. A veces Médem me dice: “cállate, esto es así y punto”, y ya está; pero cuando le gusta, que es normalmente, escucha y se va a casa con la idea y no duerme, entonces empieza a trabajar como un loco y al día siguiente te trae la versión “7-H”, una nueva versión en la que te ocurre  algo increíble que tiene que ver con la aportación que tú hiciste ayer.

LTD.-  ¿Cómo sueles elegir tus proyectos?

E.A.- Pues tengo un equipo estupendo, porque este es un trabajo que siempre se hace en equipo. Yo llevo toda la vida trabajando con la misma agencia de representantes-mánagers (que en España todo lo hace el mismo grupo, no es como en otros países en que para hacer una carrera tienes a siete personas que van siempre contigo); pues como digo, llevo mucho trabajando con este equipo de Katrina Bayona, y por supuesto me ayudan, me acompañan, y hacen que este trabajo sea de todo el grupo. Luego, la decisión de elegir, terminas tomándola por intuición, pero intuición de todos, yo puedo decir si una película la hago o no, pero todos sabemos cuál es la decisión,  nunca se ha dado el caso de desavenencias.

LTD.- ¿Has visto la película en la que está basado este filme, En la cama, de Matías Bizé?

E.A.- No, no la he visto porque me lo pidió Julio; cuando me contó que iba a ser una especie de remake, le dije “bueno, pillo la película, la vemos y luego hablamos”, pero me dijo que no, que prefería que no la viera. Así que debo ser la única persona que no la ha visto… Pero la tengo en casa, así que imagínate, me la mandaron como miembro de la Academia pero no estaba en España, y no la he visto.

LTD.- ¿Y cómo fue el reencuentro con Julio Médem?

E.A.- El trabajar de nuevo con Julio fue de lo que más me atrajo del proyecto. Además, me llamó y me dijo: “este personaje es tuyo”. Era después de Caótica [Ana], y Julio también sabía en qué momento me estaba llamando. Aparte de ser director es mi amigo, a quien admiro profundamente, yo soy una fan de todas sus películas, de cada una de ellas, y estos ocho años desde que hicimos Lucía [y el sexo], pues ha hecho que yo conozca, aparte de al creador y al artista que hay en Julio, a la grandísima persona y, por supuesto, amigo mío al que admiro y quiero. Así que me llamó y le dije por supuesto.

LTD.- Según tengo entendido, has intervenido activamente en el cásting de tu compañera, debió ser una experiencia totalmente nueva para ti

E.A.- ¡Nadie se imagina cómo ha sido el cásting! -ríe de nuevo-, hemos tardado tres meses y pico. No teníamos ni idea de quién iba a ser mi compañera de reparto, sólo sabíamos que tenía que ser rusa. Nos hemos ido a Moscú y Julio, aunque habla inglés, se cortaba un poco, y me decía: “haz tú las entrevistas”, y yo claro, pues allí estaba, era la primera vez que hacía cástings… Bueno, la segunda, porque ayudé a Gustavo Salmerón a elegir el reparto de su corto Desaliñado, que luego me puso en los títulos de crédito como directora de cásting. Nunca había hecho una prueba tan personal, además buscábamos a alguien muy peculiar, muy valiente, porque es un personaje muy difícil, y hemos tenido la suerte de encontrarnos a estupendísimas actrices, con muchísimos valores y por supuesto mucho talento, si no, no hubieran llegado a esta prueba, después de una preselección. Pero es que, alguna prueba llegó a durar ¡más de diez horas!

LTD.- ¿Diez horas?

E.A.- Sí, así que imagina lo que es llegar a las doce de la mañana y salir a las diez de la noche y pensar “me voy a desmayar”, y la pobre rusa pensando “pero esto ¿es un cásting o qué?”, además decía Julio: “Ahora vamos a ir al episodio tal”, porque la película tiene como veinte episodios, y claro, eso incluía más de diez páginas de texto, y yo le decía “Julio, que eso son cuarenta y cinco páginas”, y el me contestaba: “pues bueno, empezad e improvisad”, yo alucinaba. Hasta que apareció Natasha, un ángel, una mujer que tenía una calidez profunda, que era la que el personaje necesitaba. Hizo la prueba que menos duró, hicimos unos pequeños textos de una hora u hora y media, que ya está bien –ríe de nuevo-, y charlamos un rato. Julio me miró, me habló sin decirme nada, lo teníamos clarísimo, seguimos hablando con ella y resultó que se llamaba Natasha, como su personaje, otra de tantas coincidencias en el mundo de Médem, porque no es que esté pirado, ni nada por el estilo, es que su vida es así, todo el rato casualidades.

LTD.- ¿Cómo se presenta la idea de tener que realizar escenas muy sensuales con otra mujer?

E.A.- Alba, mi personaje, está encantada, así que es parte de mi personaje, como si tienes que ser ingeniera mecánica. Yo no tengo ni idea de motores, es más, si se me cala el coche soy de las que tiene que pedir ayuda para que venga alguien a salvarme. Si hay que abrir el capó, o saber dónde está la bujía de no se qué… nada, pero interpreto a una ingeniera mecánica y me he empollado todo lo que concierne a los motores, de hecho, entiendo de ellos ahora más que nunca. Es más, en un bar conocí a un ingeniero mecánico de Londres, y me hice pasar por el personaje y le dije que me llamaba Elena –claro, no le iba a decir que “Alba” porque ya me habían presentado-, y le comenté que era ingeniera mecánica, que me iba a Londres en una feria de Transporte alternativo y ecológico, y que había inventado un vehículo llamado Expasia, que lleva un motor de inyección; le expliqué cómo funcionaba técnicamente mi invento y nos pasamos dos horas hablando. Es decir, tienes que meterte en tu personaje, tienes que hacer ese personaje creíble, su manera de pensar, su conocimiento, su pasado, sus gustos, todo. Es  construir un personaje desde cero y dárselo todo.

LTD.- Pero me imagino que será un poco violento hacer un personaje tan al límite

E.A.- No tanto, porque he interpretado a personajes mucho más al límite. De hecho es mi especialidad –ríe-, no porque me salgan bien, sino porque siempre me llaman para ese tipo de personajes.

LTD.- Es cierto, pero a pesar de ello, puede resultar algo violento que gran parte de la trama esté centrada en la intimidad de estas dos mujeres

E.A.- Mira, puede ser violento cuando hay directores, a los que respeto mucho, que dicen que no es necesario ensayar, que los actores no se tienen que conocer… Y entonces tienes que rodar una secuencia, puede ser un desayuno o una escena en la cama con un señor que acaba de llegar y al que dices “ah, ¿que eres mi marido? Pues encantada, venga a la cama”, entonces sí que es marciano. Pero como te digo, hemos hablado y trabajado muchísimo. Llevo seis meses conviviendo con Alba, y prácticamente con Julio y con Natasha –ríe-, son muchas horas cada día de ensayos y preparación.

LTD.- Entonces, cómo definirías la película que vais a comenzar a rodar

E.A.- Vamos a tener la suerte de que Room in Rome sea una película más Médem que nunca. De hecho, me parece una película tan personal, y ocurre en un espacio tan pequeño geográficamente hablando, que el viaje profundo hacia las dos personas hace que aflore más todo su universo personal. Por supuesto, pensar en Médem es pensar en un plano impresionante, del círculo polar ártico con Najwa sentada viendo el horizonte. Súper Médem. Pero dos actrices contándose su historia, es casi obra de teatro, creo que tiene más oportunidad a través de esta historia, de construir las almas de ese universo tan personal del que habla.

LTD.- Después de años de carrera, ¿te sientes menos temerosa ante los nuevos proyectos?

E.A.- Absolutamente no –ríe-. Como anécdota, contaré que una vez estábamos rodando con Federico Luppi Las Huellas borradas en Riaño, nos alojamos en un hotel súper pequeñito y se oía todo. Pues Luppi se pasó toda la noche repitiendo una frase, de un monólogo larguísimo sólo repetía esa frase. Claro, me quedé dormida y, por la mañana, seguía diciendo la misma frase. Cuando rodamos al amanecer, el primer día de rodaje, le pregunté qué tal estaba, y me dijo que muy nervioso y con mucho susto. Cuando le pregunté si había estado repitiendo una frase, me dijo “sí, sí, es que no me salía bien y he estado ensayando toda la noche”. Me pareció tan bonito que un actor tan inmenso y admirable en todo, por dentro y por fuera, estuviese nervioso y asustado, que me hizo pensar que así hay que estar. Con diecinueve años, en mi primera película, estaba asustadísima, con un miedo de muerte; ahora por supuesto que defiendo mis primeras películas, pero hay que respetar mucho el oficio, entender que hay que prepararse, y saber que aquí no se llega sabiéndolo todo. Con los años me doy cuenta, de que me queda mucho por aprender y que quiero cada día sorprenderme a mí misma y pensar cuánto me queda. Eso es lo bonito.

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