Qué duro es el verano. Comprenderán que la distensión en esta etapa del año queda tremendamente reducida por limitaciones de formato, moda, cuerpo y mente. Es difícil sentirse libre entre la talla S y la XS. Si la tez debe ser dorada, los cabellos sedosos, la piel tersa, los labios carnosos, los pies delicados y la voz sensual, créanme, sale más rentable rendirse ante la comodidad de hacerse eremita; porque no, tampoco en casa podemos librarnos de la batalla de la uniformidad de manera placentera.
Póster de Un pijama para dos, producida por Universal International® Pictures, 7 Pictures Corporation, Nob Hill Productions Inc. y Arwin Productions; distribuida por Universal Pictures España. Todos los derechos reservados. |
No soy proclive a la televisión y si la enciendo, suelo elegir canales sin publicidad, un arte que admiro y comprendo pero que no tolero como entremés ni intermediario de una película. Aunque sí, también sé ceder y cuando lo hago, descubro que la sociedad va en claro retroceso, un retroceso -espero- temporal aunque indignante, en el que la mujer vuelve a ser, y llevamos demasiado tiempo siéndolo, un mero objeto. Ni de deseo, me atrevería a decir. Porque cuando nos decidimos a contemplar anuncios, además de divisar todos los productos posibles en un mismo escenario (este año las playas han debido hacer su agosto con la publicidad), se descubre que las mujeres tenemos un sinfín de problemas que, lo admito, no logro comprender.
Incontinentes. Las mujeres por lo general debemos tener incontinencia, no es hipotético sino un imperativo categórico que debiera incluirse en la ética kantiana: “Obra de forma que la mujer siempre sea el objeto de tus anuncios y, de paso, que sea incontinente”. Cantando, en el parque, cogiendo a sus nietos, la edad o el lugar elegido es indiferente, lo importante es que la mujer se sienta menospreciada. No aparecen hombres incontinentes aunque de facto los haya, es más cómodo que interprete el papel una mujer, son más laxas en eso de asumir las goteras de la humanidad. En sentido estricto.
Estreñidas. Por algún motivo, de cuya causa no puedo acordarme, los problemas de tránsito no son ya asunto de la DGT sino de las féminas, ellas no saben, no pueden o no entienden cómo reencontrarse con ese cuarto de la casa que, según el resto de anuncios, sólo ellas limpian, a saber: el baño. En el metro, en un viaje, en un hotel, en una estación, no hay momento para que las mujeres encuentren la paz ni la inspiración necesarias para acudir a él.
Desagradables. Con faldas, minifaldas, vaqueros o shorts, los olfatos humanos ceden ante esas mujeres que necesitan control de sus propios olores, ya sean de aliento, de extremidades o de higiene personal. Todos los productos se orientan a eliminar los olores femeninos, vaya usted a saber por qué, es una letra escarlata que quisiera ver reescrita por Nathaniel Hawthorne, quien seguro se hubiera perturbado al visualizar nuestros actuales spots.
Presumidas. El expediente X de todo medio audiovisual es el motivo por el que las mujeres siguen queriendo acicalarse sabiendo de antemano que es una batalla perdida. Sin dientes propios o con ellos sucios, velludas hasta lo indecible, aquejadas de varices y hemorroides, incapaces de contener la orina o desconocedoras de cómo se debe evacuar, las mujeres siempre parecen necesitadas de alguien que les enseñe cómo funciona su cuerpo y los electrodomésticos, o que les explique qué dar de comer a sus hijos. Con estas premisas, cómo van a tener tiempo o ganas de engalanarse. La publicidad no se lo pone fácil, máxime mostrado tozuda y luctuosamente que tan sólo son unas presas encerradas en los azulejos de un hogar al que deben dar brillo y esplendor, una casa que después de tanto cautiverio, debería estar ya reluciente.
Imagen del cortometraje publicitario L´agent, Copyright © 2013 Agent Provocateur ltd. All Rights Reserved. Luxurious Lingerie Online. Todos los derechos reservados. |
Y todo esto viene en un verano en el que se ha hecho público un cortometraje de Penélope Cruz titulado L´Agent, un spot publicitario realizado para la marca de lencería “Agent Provocateur”, cuyo nombre es de por sí elocuente del contenido de la firma. El anuncio, en el que se muestra la próxima colección de otoño diseñada por la oscarizada intérprete y su hermana Mónica Cruz, cuenta con Miguel Ángel Silvestre e Irina Shayk en los papeles principales, aunque en el vídeo también figuran Javier Bardem y Goya Toledo. Este cortometraje, cuyo contenido es similar a las imágenes a las que estamos acostumbrados, exhibe el sueño febril de un trabajador que desearía estar en una fiesta privada de modelos en ropa interior. Mujeres en posturas sensuales, mujeres en la piscina, mujeres haciendo malabares. Mujeres en publicidad, con lo que ello significa. Sin embargo, el anuncio de Cruz ha sido censurado y muchas redes sociales no pueden exhibirlo por lo explícito de su contenido erótico.
No dudo del buen proceder de quienes controlan el contenido de los clips que se suben a la Red, aunque sí de los elementos ante los que se reacciona y ante los que quedamos impávidos. Ver en una sesión familiar cómo una hermosa actriz muestra a un hombre el modo en que funciona el simplísimo mecanismo de un producto de higiene íntima nos parece sexismo digestivo, mientras otras imágenes, como el propio corto de Cruz, nos parecen intolerables.
Somos muchos los que demandamos equidad, aunque parece que su consecución se presenta cada día más lejana. Y es que no hay hombres, ni niños, ni jóvenes que queden en entredicho en un spot, no tienen olores ni vello; su masculinidad no decae nunca ni tampoco pierden cualidades; la presbicia, la calvicie y el insomnio sólo afectan a las mujeres. Ellos sólo tienen que colocarse un bañador y aplicarse un desodorante, para que todas las féminas se rindan ante sus pies, mujeres que antes de arribar a ese punto han debido hacerse el harakiri para esconder sus olores, sus sabores, sus defectos y sus complejos.
Seamos serios. Viendo la calidad del contenido de nuestro entorno audiovisual podemos vislumbrar que la humanidad se encuentra apenas en su punto de partida, de suerte que el cambio climático vaya a dar al traste con nuestras vidas mucho antes de que la sensatez alcance nuestro acelerado paso. Reflexionemos. Seamos constructivos. Y si nuestra avanzada sociedad no logra descubrir el modo por el que guiarse para no ofender sistemática e impunemente a su mitad, pensemos en la ética y recurramos de nuevo a Kant, quien hace dos siglos nos dio la clave de sol para comportarnos con razón y con conciencia: «Obra de tal modo que uses la humanidad siempre como un fin, nunca sólo como un medio».
Seamos incontinentes, de acuerdo, pero incontinentes con lo que nos ofende, lo que nos degrada y lo que no nos deja prosperar. Tratemos a las mujeres como un fin en sí mismo y no como objeto. Con o sin deseo.
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