Nos gusta pasar miedo. A todos nos gusta sentir esa perturbación angustiosa que provoca en nuestro interior una descarga de adrenalina ante un riesgo cercano. Si bien sólo nos agrada cuando ese daño es imaginario, cuando nos cuentan una terrible  historia de terror, o bien leemos alguna leyenda de Bécquer, o vemos desde la butaca imágenes espeluznantes que nos sobresaltan. Sólo entonces, sintiéndonos a salvo es cuando el ser humano disfruta de un buen susto. Entre los diferentes tipos de cine de terror está el poético, el de corte gótico, leyendas y cuentos repletos de seres malvados, bestias, vampiros y hombres lobo, un imaginario que reside en bosques y montañas en los que algún personaje incauto se adentra olvidando o esperando la fatídica llegada de la noche. Como ocurre en El proyecto de la bruja de Blair, (1999, Dir. Eduardo Sánchez y Daniel Myrick).

Dracula

Imagen de Drácula de Bram Stoker © 1992  American Zoetrope, Columbia Pictures Corporation, Osiris Films. Distribuida en España por Columbia TriStar Films de España. Todos los derechos reservados.

Pero hay seres que traspasan los límites  de su mundo para adentrarse en el nuestro, sin necesidad  de que vayamos en busca del peligro, pues es él quien  viene a nosotros. Esos seres son los vampiros y el más famoso de todos ellos posee nombre propio: Drácula. Aunque en la actualidad gracias a la literatura (Drácula, 1897, Bram Stoker),  y al cine de terror gótico (Nosferatu, 1922, Murnau, Drácula, de Bram Stoker, 1992, Francis Ford Coppola) casi siempre el personaje vampírico principal es un hombre, en su génesis el mito en el cual se basa eran mujeres. Según la mitología grecorromana las lamias o lamia, devoraban o chupaban la sangre (según la versión) de sus víctimas, niños en los albores de la adolescencia. Lo que siempre permanece común en todas las versiones es su papel de asustaniños y de seductora, siendo esta combinación de mujer tipo fascinante devoradora el antecedente del vampiro y de las vampiresas. Pero la historia de Vlad Tepes, más conocido por su leyenda como el Conde Drácula, convirtió el mito al género masculino y Bram Stoker configuró la historia literaria que le haría pasar al celuloide y pervivir en cientos de versiones, hasta tal punto que podríamos denominar al cine de vampiros como un subgénero del de terror. La figura del vampiro ha variado en el tiempo, el hombre ha modificado su leyenda para adecuarlo a una época o una edad determinada.

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Imagen de Nosferatu © 1922 Jofa-Atelier Berlin-Johannisthal, Prana-Film GmbH. Distribuida en España por Divisa Home Video. Todos los derechos reservados.

Sin embargo, hay características que permanecen intactas. Para él es durante la noche cuando comienza la “vida”, posee una sensual elegancia y altivez  propia de su aristocrático rancio abolengo, está condenado a una vida eterna y su mordisco nocturno revela su característica más notable, la de seductor implacable e insaciable. Dentro del género de terror es más habitual y representativo el arquetipo de romántico maligno e insaciable sexual, una fusión entre Casanova y el demonio. Es una bestia que vive en un castillo solitario y se alimenta durante la noche de jóvenes vírgenes, adentrándose en su dormitorio para morder su impoluto cuello. Como en la iconográfica representación  que hizo del personaje  Bela Lugosi durante tres décadas. Formando parte del imaginario colectivo su mirada hipnótica y ese porte aristocrático rematado con su capa negra y su peinado en “pico de viuda”, Drácula, 1931 de Tod Browning. Es  con este film con el que las mencionadas características estéticas del personaje y su mundo quedan fijadas. Este tipo de personaje de malvado seductor lo encarnó también en 1966 Christopher Lee en Drácula, príncipe de las tinieblas, de Terence Fisher, siendo este actor a su vez figura representativa del personaje. Unos vampiros de corte destructivo, prototipos del mal y en relación con su insaciable ansia sexual y su sed de sangre, equiparables a un tipo de demonio, un sátiro. En 1992 Coppola lleva al personaje a la gran pantalla en Drácula, de Bram Stoker, representando una faceta más romántica del vampiro y mezclando este género con el de terror gótico. Un hombre castigado a la vida eterna por renegar de Dios por la muerte de su amada. Y aunque la sangre, la sexualidad, las bestias y alimañas continúan acompañando al personaje, aparece encarnando a un tipo más romántico y algo menos demoníaco que los anteriormente mencionados. Esta clase de vampiros en parte personifican el arquetipo de perfecto amado deseado, pese a esta faceta benefactora, debe pagar por su otro lado más oscuro, convirtiendo ese amor hacia la mortal en un imposible, estando así predestinado a un trágico final. Como sucedió con el televisivo personaje del vampiro con alma Ángel (David Boreanaz) de la serie de Joss Whedon Buffy Cazavampiros (1997-2003). Un dramático vampiro, casi siempre benefactor, castigado a un sufrimiento eterno  con el que debe purgar  todos sus pecados cometidos. Es una clase de personaje atormentado que tiene su antecedente en el carácter de otro mito, el rebelde y atormentado James Dean, y que sentaría la base de la personalidad del actual personaje literario y cinematográfico del vampiro Edward Cullen, creado en 2005 por Stephenie Meyer para la saga Crepúsculo.

También cercanas en el tiempo nos quedan las cintas de terror  de la saga Underworld (2003, Len Wiseman), donde el mundo de los vampiros se entremezcla con el de los licántropos en una eterna batalla. Ambas especies de monstruos  tienen connotaciones sexuales en sus numerosas películas y leyendas, pero mientras el vampiro es un elegante extranjero refinado y seductor, el hombre lobo  es una bestia salvaje que sigue sus rudos instintos,  incapaz de dominarse. La protagonista y narradora de esta saga es una mujer, una vampiresa, que pese  a mantener la habitual belleza y sensualidad del mito ya no posee otras cualidades como la de seductora implacable. Ahora representa a una nueva mujer, modificando su ancestral leyenda para adaptarla a la actualidad y así poder identificarse el espectador con el personaje.
Es una guerrera diestra en el arte de la lucha, una enamorada capaz de transgredir las normas arcaicas para salvar y proteger la vida de su amado, siguiendo estas dos premisas en todo momento, como todo buen héroe. Tampoco debe ser olvidado el tremendo sacrificio heroico  y el precio que paga el protagonista de Treinta días de oscuridad, (2007, David Slade), al convertirse para proteger a los suyos.

Son estos algunos de los muchos posibles ejemplos de un universo de muertos no muertos, de vampiros que asustan y dan miedo. Un mundo terrorífico y cruel donde en unas ocasiones domina más el romanticismo y en otras más el terror, pero que al final siempre nos atrae de forma inexorable.

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