En el cine, como en las demás artes, no se puede contentar a todos los públicos. No se puede pretender, por ejemplo, hacer una comedia de terror, musical y además erótico-gore, todo ello al mismo tiempo. No se puede creer que una cinta así, miscelánea sobre todas las cosas, consiga palmáres en Sundance, Sitges o Nashville, ni mucho menos que sirva para que su directora, una muy novel Agnieszka Smoczynska, pueda consagrarse. Sin embargo, las excepciones existen, los tiempos cambian y, lo que a muchos puede parecerle una caótica experiencia cinematográfica, a otros tantos le contentará su alma cinéfila, expresándolo de manera poética.
The Lure (2015) no es una película al uso, ni siquiera es apta para cinéfilos desprejuiciados, sino para personas que, como la propia cinta, se encuentren en el limbo entre la mezcolanza y el dudoso gusto. Y es así porque Smoczynska ha decidido crear un amasijo de experiencias sin mucho concierto que, tomadas en su conjunto, otorgan cierto orden a un galimatías con escasos precedentes. Sirenas vamp rodeadas de una suerte de The Rocky Horror Picture Show (1975) minimalista. Demasiada mezcla y demasiados recortes.
Golden (Michalina Olszanska) y Silver (Marta Mazurek), son dos hermanas sirenas. Ingenuas pero voraces, su existencia depende de los corazones que ingieran, especialmente de crédulos humanos que se dejan engatusar por sus cantos celestiales. Una noche, mientras intentan buscar aprovisionamiento, son seducidas para trabajar en un local de striptease, algo que les convierte en criaturas de un circo erótico de los horrores, cosificadas como meros cuerpos al arbitrio de hombres sedientos de su juventud y belleza. Mientras Silver cae rendida a los pies de un joven bajista, Golden conocerá a Tritón, otra criatura marina reconvertida en miembro de una banda de heavy metal. Cuando Silver decida convertirse en humana y Golden se dé cuenta de que su vida peligra, sabrán que el principio del fin está más cerca de lo que piensan.
Metáfora de la propia vida de Agnieszka Smoczynska, la cineasta polaca se ha valido del cuento de Hans Christian Andersen para narrar la pérdida de la inocencia y el comienzo de la edad adulta de las mujeres, proceso en el que se cosifican y parecen perder el control de su seducción y de su propia sexualidad. No obstante, si la intención inicial de Smoczynska era crítica, bien podría haber prescindido de decenas de desnudos gratuitos que incurren, sin ella saberlo, en mayor cosificación del cuerpo femenino.
La cinta, que entronca directamente con la maldad que se le presume a estos seres mitológicos en La Odisea de Homero, es tan desconcertante como sorprendente, con una estética de Jakub Kijowski que a muchos les recordará a Solo los amantes sobreviven (2014, Jim Jarmusch), aderezada con el minimalismo vintage de los filmes de Aki Kaurismäki. No tiene nada de ambos, a decir verdad, pero la fascinación que crea este conjunto bien orquestado, con imaginería transfronteriza y una cumplida interpretación, atraerá sin muchas contemplaciones.
No apto para escrupulosos del terror y de los usos del género, pero sí para aquellos que opinen que en el cine la única frontera la dicta la imaginación.
Deja un comentario