Denis. Este era el nombre del hombre lobo al que La Unión dedicó aquella maravillosa canción que desde los 80 tantas veces ha sido aullada por todos. Y es que en octubre el horror está servido y de entre los personajes terroríficos sobre los que el cine ha realizado diversas cintas y adaptaciones tenemos al hombre lobo. El mito del licántropo proviene, como muchos otros, de la antigua Grecia. Lycaón al tratar de engañar a Zeus haciéndole comer carne humana, fue castigado por éste convirtiendo al rey de la Arcadia y a su familia en lobos. Aunque de la antigua leyenda proviene la actual, el audiovisual ha variado la temática, transformándose sólo con la luna llena. Suele estar atormentado por sus metamorfosis que lo tornan en un ser malvado y asesino. Un cambio cercano al del Doctor Jekyll.
Imagen de “El hombre lobo” Copyright © 2009 Universal Pictures y Stuber Productions. Distribuida en España por Universal Pictures International Spain. Todos los derechos reservados.
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Habitualmente, como muchos otros personajes que sufren un suplicio, en las películas más poéticas del mito, la amada o el amor será lo único capaz de liberarlo, ya sea dándole muerte como permaneciendo a su lado. A diferencia del vampiro, el licántropo no es maligno continuamente, tan sólo la luna revelará el lado animal y brutal del hombre, una transformación carente de inhibiciones. Además no posee la elegancia de Drácula, el cual representa la sensualidad y el erotismo, el licántropo ejerce una atracción sexual más primigenia, más animal.
Tradicionalmente, la mordedura de uno es lo que convertirá a una persona en él, siendo únicamente una bala de plata lo que logre matarlo. Aunque versiones recientes del mito, como la saga Crepúsculo creada por Stephenie Meyer, varía las leyendas de ambas bestias. En ella, un hombre de una raza predestinada se transforma en lobo cuando a su alrededor hay vampiros. El monstruo pasa de esta manera a ser un animal protector del ser humano. Pese a esta variante del mito del licántropo, sí permanece su relación con la naturaleza en estado salvaje y un atractivo basado en su fuerza y belleza natural, sin sofisticaciones. La transformación en animal, como en otras cintas, es completa, físicamente nada del ser humano permanece, siendo confundidos por quienes los ven.
Aunque esta saga ha tenido gran popularidad, se encuentran adaptaciones más acertadas en otras cintas como En compañía de lobos (Dir. Neil Jordan, 1984) una película donde predomina la fantasía, género que en esa década parió obras memorables, un maravilloso ejemplo en forma de cuento terrrorífico, donde dos versiones se entremezclan, Caperucita y el hombre lobo. Algo que volvió a suceder en el 2011 con Caperucita roja ¿A quién tienes miedo? (Dir. Catherine Hardwike).
Imagen de “El hombre lobo” Copyright © 1941 Universal Pictures. Distribuida en España por Universal Pictures International Spain. Todos los derechos reservados.
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Entre los clásicos lejos del cuento y de novedosos efectos digitales está El hombre lobo (Dir. George Waggner, 1941), donde el hombre al transformarse no lo hacía por completo. Es la clásica imagen del actor Lon Chaney Jr. repleto de bello. Una representación más tradicional del licántropo, en la línea que más adelante conservó Paul Nashy en las múltiples ocasiones en las que dio vida al personaje, o Joshua Jackson durante la lucha contra Christina Ricci en La maldición (Dir. Wes Craven, 2004), versión en la que tampoco falta la habitual gitana-pitonisa, aunque ambientada en la actualidad.
Este personaje también tiene cabida en la versión victoriana protagonizada por Benicio del Toro y Anthony Hopkins El hombre lobo (Dir. Joe Johnston, 2010), inspirada en su homónima del 41. El film, al que Danny Elfman puso música, obtuvo un Oscar al Mejor Maquillaje. Una versión del mito que por fin parece alcanzar cierta gloria, algo que pocas veces han logrado las películas centradas en el licántropo, pues suelen quedar relegadas a un segundo plano. Teniendo mejor acogida aquellas cintas en las que comparte protagonismo con el vampiro, como la mencionada saga Crepúsculo, o la sangrienta y oscura Underworld (Dir. Len Wiseman, 2003) en la que la dura batalla entre ambos monstruos desencadena la trama.
Un lucha que en la vida real se extiende a las salas de cine, ganando claramente el seductor vampiro a la naturaleza en estado puro del lobo.
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