En el fondo de cada alma
existen tesoros escondidos que sólo descubre el amor
Edouard Rod

Queridos amigos de Todo es cine:

Bienvenidos a esta sección que está encantada de poder poner a vuestro servicio toda nuestra dedicación y nuestro esfuerzo, y así poder daros cada día un poco más de la “cosecha” del séptimo arte que tanto nos apasiona. Y además en los días que pasamos, en que ponemos las noticias y parece que el mundo se ha vuelto loco, intentaremos poner algo de cordura, poner cariño y amor en palabras, las mismas que a veces hieren tanto. Y como esto es el cine, empecemos con una película maravillosa: El bazar de las sorpresas (1940, Ernst Lubitsch).

Se trata de una historia en Budapest, una pequeña y maravillosa ciudad en la época de Navidad que tiene de todo, incluso un pequeño bazar, esas tiendas que parecen de cuento. Allí hay vida, pues hay personas, seres estupendos que trabajan y son felices con sus vidas más o menos ricas, que tienen lo justo para vivir y soñar. James Stewart interpreta como siempre a un personaje central, es Alfred Kralik, un dependiente solícito al que el señor Matuschek quiere como a un hijo. En la tienda entrará Klara Novak (Margaret Sullavan) pidiendo trabajo, siendo admitida en la pequeña familia de Matuschek. Todos tienen sus vidas aunque la tragedia está servida, ya que el dueño de la tienda demandará los servicios de un detective privado, descubriendo finalmente que su mujer tiene un amante en el bazar.

Los celos y la rabia hacen que el señor Matuschek enferme, y toda su mala gestión acaba repercutiendo en Alfred, a quien acaba echando a la calle. Mientras todo esto sucede Alfred escribe a un apartado de correos, siendo Klara su destinataria sin saberlo ni el uno ni la otra; ella será la mujer de sus sueños, y él será el hombre de los suyos. Pero cuando queden en un pequeño café y él se dé cuenta de que su anónimo amor es su compañera Klara, no se presenta en la mesa. La joven había tenido rencillas con él por cuestiones de trabajo y porque no se conocían de verdad, sus egos hacían de ellos personas desagradables para quedar por encima, y en esa guerra tenían el consuelo de ser amados y queridos por alguien que les comprendía “por carta”, sin saber cada uno que eran ellos mismos pero sin máscaras, dejando salir lo más hermoso de sí mismos. La aventura termina bien, todos los intérpretes están sublimes y hacen un papel estupendo, muy de su época.

Ojalá encontremos “cartas”, es decir, formas de saber realmente quiénes somos y qué necesitamos: tener trabajo, amigos que te ayuden como el caso de James Stewart; tener amor y además de tener, ser amigos de nuestros amigos, ser personas con fuerza ahora que tanto se necesita. Ser gente que busque la verdad. Ser tú una agradable sorpresa. Sólo dentro del alma existen tesoros que debemos “sacar” para que los demás los encuentren. No nos hagamos esperar: que el bazar de las sorpresas nos las traiga, pero que sean sorpresas maravillosas.

Con todo el cariño, feliz abril para todos.
Desde la Mecedora.

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