Mucha gente pequeña, en lugares pequeños,
haciendo pequeñas cosas, pueden cambiar el mundo.
Proverbio africano
Queridos amigos de Todo es cine:
Un placer como siempre volver a estar con todos vosotros. Hoy vamos a recordar a dos personas excepcionales que durante este verano caluroso, nos han dejado, aunque siempre nos dejarán un recuerdo inolvidable: su trabajo, su magnífico y bien hecho trabajo.
Imagen de Pequeñeces. CIFESA. Derechos reservados. |
La primera de ellas es Aurora Bautista (Valladolid, octubre de 1925). Nos ha abandonado la intérprete que como nadie bordaba a esas mujeres de época, ésas a las que ella supo darles vida con esa voz potente y su ánimo extraordinario.
También en el recuerdo tenemos a Carlos Larrañaga (Barcelona, marzo 1937). Hombre polifacético, que supo como nadie interpretar desde muy pequeño tanto comedias, obras de teatro, cine y series televisivas. Y ha dejado unos maravillosos actores que siguen la trayectoria de una saga asombrosa de intérpretes.
Pero hay una coincidencia sobre la que me gustaría reflexionar con todos vosotros, es la película Pequeñeces (1950, Juan de Orduña), en la que estos dos grandes de la pantalla interpretaron a madre e hijo. Durante el siglo XIX, un niño de trece años, Paquito (Larrañaga), hijo de la Condesa de Albornoz (Bautista), es llevado a un internado. La vida de su madre, llena de comentarios y adulterios, hacen que Paquito tenga que ser el objeto de las burlas de sus compañeros. Un padre débil de carácter y una madre llena de carácter, junto con un niño inteligente pero que quiere mantener el orgullo y la honra (de su época) de su familia, hacen que esta película sea un drama hasta el final, y que nos tenga en vilo. Si no habéis visto la película os la aconsejo, veréis a un Carlos Larrañaga pequeño, pero que ya apuntaba maneras, y a una Aurora Bautista como nadie interpretando a mujeres fuertes, como luego sería el caso de las históricas Agustina de Aragón o Juana la Loca.
Desde estas páginas mandamos un recordatorio y un agradecimiento a las cosas que llamamos “pequeñeces”. De esas pequeñeces salen estos dos monstruos de la interpretación.
Con todo el cariño, desde la Mecedora
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