Título: ¿Para qué sirve un oso?
Dirección y guión: Tom Fernández.
País: España.
Año: 2011.
Duración: 100 min.
Género: Comedia.
Interpretación: Javier Cámara (Guillermo), Gonzalo de Castro (Alejandro), Emma Suárez (Natalia), Jesse Johnson (Vincent), Oona Chaplin (Rosa), Sira García (Daniela), Geraldine Chaplin (Josephine).
Producción: Jaume Roures y Enrique González Macho.
Música: Mauricio Villavechia. Fotografía: Arnau Valls.
Montaje: Ángel Hernández Zoido.
Dirección artística: Balter Gallart.
Vestuario: Ariadna Papió.
Distribuidora: Alta Classics.
Estreno en España: 1 Abril 2011.
Apta para todos los públicos.
El cine español no debería ser susceptible a comentarios rude, a críticas malmiradas ni a opiniones toscas, aunque permítannos aclarar que tampoco debería dejarse llevar por apostillas condescendientes. Así las cosas, aunque haya mucho y muy bueno en ¿Para qué sirve un oso?, no quisiéramos dejarnos arrastrar por la complacencia, por poco o nada que nos guste ponernos serios. En cualquier caso, valga como premisa la idea de que este filme es de lo mejor que podemos encontrar en nuestras carteleras.
Hablar de la nueva película de Tom Fernández se presenta como narrar una contrarreloj difícil, reñida y contestada, entre dos corredores de fondo que hacen un ímprobo trabajo, llevando a sus espaldas un proyecto cargado de inmejorables intenciones, aunque resultados ralentizados. Y sirva como antecedente el hecho de que quien acuda a las salas a ver la segunda cinta del realizador de La torre de Suso no sólo pasará un buen rato, sino que disfrutará a su antojo, con diálogos chispeantes, interpretaciones espléndidas y situaciones desternillantes, aunque para ello deba sobrellevar algunos aspectos que, de haber sido bien aconsejado, Fernández habría suavizado con buen tino.
La idea no podía ser mejor. Dos hermanos científicos se reencuentran en su tierra natal tras años de separación, cuando sendas carreras han llegado a un punto de inflexión profesional. Guillermo (Javier Cámara), es un biólogo que abandona la Antártida al ser consciente de que el cambio climático ha hecho un daño irreparable a este perecedero mundo, herido ya de forma mortal; Alejandro (Gonzalo de Castro), es un zoólogo enfrascado en la hercúlea tarea de demostrar que en el bosque de su aldea, todavía existen osos, evitando así la construcción de zonas urbanizables que acabarían con el virginal entorno natural. A su llegada a Asturias, Guillermo se reunirá con Alejandro para ayudarle en su afán de conservación del bosque, no tanto por demostrar las teorías de su hermano, cuanto por ayudarle a recuperar una vida que el bosque y la obsesión le han hecho perder. Con el tiempo, comprenderá que la pasión que Alejandro pone sobre su bosque es precisamente la que a él le falta en su quehacer antártico, recuperando entre los dos el equilibrio, aunque para ello hayan de hacer frente a la admiración de una niña con casco, a una tutora enfurecida (magnífica Geraldine Chaplin), una veterinaria férrea aunque sugestiva (Emma Suárez), e incluso un oso, un providencial e inmenso oso.
Visto el plantel y expuesta la original sinopsis, existen no obstante dos puntos de terrible enflaquecimiento que no podemos silenciar: el ritmo y la excesiva teorización. En ¿Para qué sirve un oso? existen dos partes claramente diferenciadas, siendo la primera significantemente parsimoniosa, tardando en encontrar su ritmo más de veinte minutos. Esto no supone una contravención, la generalidad del cine actual incurre en este desfase rítmico, nada nuevo. Lo que sí resulta desalentador es el modo en que Fernández expone su necesario mensaje –además compartido por esta web, compuesta por fervientes ecologistas donde los haya-. El problema, si se puede denominar de este modo, está en que el público necesita sentir que descubre el camino, y no que se lo han trazado de antemano. Los trucajes literarios y fílmicos suelen desgastar al lector y a la audiencia, sintiéndose aleccionados o dirigidos, en lugar de activos exploradores. Éste es sin lugar a dudas el punto débil del filme, una película dirigida por un asturiano, un montañero y cineasta, al que agradecemos su talento, sus buenas intenciones y su magnífica propuesta, pero al que reprochamos su dilatado aleccionamiento.
Quizá este filme, como esta maltrecha Tierra nuestra, no es del todo redondo sino achatado por los polos, aunque no por ello quepa deslucir su innumerable acierto y atino. Merece la pena acercase a él y descubrir una manera diferente de hacer comedia, más inteligente, más comprometida y más lúcida, que la mayoría de las propuestas actuales.
En definitiva ¿Para qué sirve un oso? es un buen filme, con errores salvables y debilidades dentro de la norma, de un director que progresa adecuadamente y al que se agradece su compromiso y su conciencia. El cine también está para enseñar, claro que sí, aunque a veces –y esto subrayémoslo en negrita y con mayúsculas-, en el tono está la clave.
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