El amor duele. El amor duele y deja huella, una huella ineludible que, pese a nuestros intentos por cubrirla y olvidarla, persisten en el recuerdo. A pesar de ello, nosotros insistimos en olvidar, en pasar página y en retomar la vida antes de la cicatriz. Pero qué sucedería si fuéramos incapaces de seguir adelante, de asumir que todo ha acabado. Qué pasaría si no pudiéramos hacer borrón y cuenta nueva y tuviéramos que recurrir a una purga selectiva de recuerdos. Sobre esta base se construyeron La hierba roja y El arrancacorazones de Boris Vian, dos obras en las que se basó el guionista Charles Kaufman para componer Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004), intricado nombre que en España adoptó el título de ¡Olvídate de mí! Dirigida por el francés Michel Gondry, la premisa de esta cinta sin género específico es el amor, el amor desde su vertiente cómica, trágica, dramática, romántica y de ciencia ficción.
Narrada en distintos estadios espacio-temporales, ¡Olvídate de mí! nos presenta a Joel (Jim Carrey), un hombre anodino, tendente a la introspección, que se adentra en un vagón de tren en Nueva York, donde conoce a Clementine (Kate Winslet), el polo opuesto y desinhibido de Joel. Ambos se conocen pero no lo saben. Inician su conversación creyéndola la primera, sin percatarse de que ambos tienen una larga historia compartida. Y lo desconocen porque, hace tiempo, decidieron extirparse el recuerdo mutuo de su relación. La primera, Clementine quien, cansada del tedio, acudió a la consulta del doctor Howard Mierzwiak (Tom Wilkinson), un médico capaz de eliminar de raíz toda evocación de la persona que ya no es amada, o a la que no se quiere amar más. Por supuesto, Joel no lo sabe, él sigue su duelo, maldiciendo el momento en que Clementine entró en su vida y también el momento en que salió de ella. Sus cabellos de colores, su temperamento impulsivo, sus debilidades y sus manías le siguen persiguiendo, hasta que da con una carta en la que el doctor Mierzwiak especifica el procedimiento al que se ha sometido Clementine.
Despechado por haber sido eliminado de su mente, será Joel el que decida poner punto final a la relación, borrando todo atisbo de Clementine de su vida. El proceso parece sencillo, entregar todo lo que evoque a la amada, detectar las áreas del cerebro implicadas en esos recuerdos y mediante una técnica novedosa, eliminar toda la información vinculada a ella. Como si de la aplicación del pensamiento de Cesare Pavese se tratara, aquel que afirma que no recodamos los días, sino los momentos, todos los espacios de Clementine van desapareciendo de la memoria de Joel.
Pero justo cuando ella se olvidó de que quería recordarle, él recordó que no quería olvidarla, comenzando una lucha mental contra la abrasiva técnica de Mierzwiak, intentando conservar las vivencias con Clementine a toda costa. A través de sus rememoraciones, Joel rescatará una y otra vez a la joven de su cerebro, resguardando su memoria en otros recuerdos que se escapen al mapa trazado por el doctor y sus técnicos, Stan (Mark Ruffalo) y Patrick (Elijah Wood). Escapándose contra todo pronóstico, Joel conseguirá salvaguardar a Clementine en su mente, saltando de recuerdo en recuerdo con ánimo de no perder a su amada para siempre. Mientras las horas pasan y el día se acerca a san Valentín, Joel se dará por vencido cediendo ante la intervención que él mismo ha desencadenado. Sin el recuerdo de Clementine en su mente, ya solo le restará volver a enamorarse de ella e intentar construir su relación una vez más.
Innovadora y fascinante, la fotografía de Ellen Kuras es capaz de atrapar al más experimentado, con una imagen sorprendente que Gondry ha sabido traspasar desde la dirección de videoclips. Con un título extenso entresacado del poema Eloisa to Abelard de Alexander Pope (“¡Eterno resplandor de la mente inmaculada!”), este prodigio que obtuvo el Oscar a Mejor Guion original es un canto moderno al mito de Orfeo, a su catábasis en busca de la mujer amada, a su lucha contra los elementos en el inframundo, y a su imposibilidad de mirar atrás. El doctor Mierzwiak, convertido en contemporáneo Caronte, pondrá todos los impedimentos que le sean posibles para evitar que Clementine salga de esa oscuridad a que la aboca el olvido, sin que esto sea óbice para que Joel, reconvertido en Orfeo, luche por rescatarla del pasado.
Título ineludible por su calidad, por su ingenio y por su calado ético, ¡Olvídate de mí! plantea más interrogantes de los que despeja, delegando en el espectador el juicio acerca del procedimiento. Una película reveladora y esperanzadora que otorga un paradójico poso: quién quiere dejar de sufrir, si el dolor es señal de seguir viviendo.
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