La cultura audiovisual cuenta en su haber con algunas ciudades arquetípicas. Entre las más importantes se encuentra París, centro mundial referente del arte y de la cultura, título cedido tras la Segunda Guerra Mundial a Nueva York, y por el que actualmente pugnan, aunque el peso histórico de París como punto de encuentro de artistas sea mayor. Lo que es indiscutible es el tratamiento de ciudad del romanticismo que la capital ostenta. A ella remiten un gran número de historias cinematográficas para contarnos cómo encontrar el amor, o por el contrario, en otras ocasiones, cómo perderlo. Woody Allen en su último film recurre a todos estos temas centrándolos en dicha ciudad. Midnight in Paris (2011) aúna todos estos referentes, el cómo perder y encontrar el amor en París y revisa a un buen número de artistas que se dieron cita en el lugar, desde pintores a toreros, pasando por escritores y cineastas, recurriendo a la “bajada a los infiernos” del protagonista durante la hora bruja. Allen unifica así todas las características más habituales de la ciudad en una sola película. Pero normalmente no ocurre así.
Imagen de Midnight in Paris, distribuida en España por Alta Classics © 2010 Mediapro, Versátil Cinema y Gravier Productions. Todos los derechos reservados.
Otras veces París no es el lugar donde transcurre la acción narrada, pero sí una época anterior, una mejor, en otro momento y otro sitio diferente al actual, uno en el cual un posible final feliz sí pudo haber sido, tal como ocurre en Casablanca (1942, Michael Curtiz) Rick e Ilsa tuvieron su momento de pasión y felicidad en la capital francesa. En una moderna versión de los cuentos de hadas Amelie (2001), una actual hada buena, encuentra el amor en París. Una preciosa y divertida historia que nos cuenta Jean-Pierre Jeunet, con un colorido brillante que potencia el tono positivo y optimista de la obra. Aunque no siempre el brillo dará la felicidad a los personajes que, en ocasiones, están destinados a un fin trágico vislumbrado desde el inicio. Esto es lo que sucede en el musical de Baz Luhrmann Moulin Rouge (2001), ambientada en el mítico y archiconocido cabaret parisino que da título a la obra, donde arte, amor, baile y música se entremezclan dando lugar a un triste romance entre una corista y un escritor. Una magistral película del director australiano que nos ha dejado para el recuerdo piezas de música tan estupendas como la versión a ritmo de tango que Mariano Mores hizo de la canción Roxanne de The Police. La película resucitó con éxito el género del musical.
Imagen de Moulin Rouge © 2001 Bazmark Films y 20th Century Fox. Fotos por Sue Adler. Todos los derechos reservados.
La capital posee una zona que por sí misma ya es arquetípica, se trata de Versalles, construida en un inicio como pequeño palacio para la caza, siendo poco después transformado en un gran conjunto palaciego constituido para reflejar los ideales de Luis XIV con sus grandes jardines trazados por André Le Notre. Versalles se convirtió en el centro de la corte del rey ubicándose fuera de la urbe. Gracias a su importancia histórica un buen número de obras se han ambientado en este lugar. Algunas narran las conocidas aventuras de D’Artagnan y los tres mosqueteros. Una de ellas es El hombre de la máscara de hierro (1998, Dir.: Randall Wallace) donde se trata la leyenda mencionada en la novela de Dumas El vizconde de Bragelonne, de cómo el déspota rey Luis XIV fue suplantado por su hermano gemelo oculto y preso, pasando a ser conocido como el Rey Sol. Una cinta destacable por el reparo estelar de actores presente en ella. Este bello lugar también es utilizado por Sofia Coppola para su Marie Antoinette (2006). En la cinta se muestra la transformación de la joven austriaca al verse inmersa en el universo de excesos franceses y cortesanos del siglo XVIII. Todo ello encadenado a ritmo de música pop rock, rompiendo con la habitual música clásica y melódica que suele acompañar a los filmes de corte histórico. Este palacio y sus jardines son muy utilizados en el cine para la representación de obras históricas de corte regio. Pero París… Cuando se trata de París se puede ir más allá. También la intriga, los crímenes, el misterio y los asesinatos tienen cabida. Así se presenta la inquietante Vidocq (2001) de Pitaf, en la cual se exhiben los bajos fondos parisinos, donde ni el arte, cultura, amor o cualquier tema positivo tiene lugar. Un ámbito terrorífico en el que únicamente los asesinos se mueven libremente.
Así se presenta París como referente en el audiovisual, como una ciudad polifacética, centro arquetipo del romanticismo y el arte, la ciudad de la luz que, en ocasiones, muestra su faceta más oscura ya sea en forma de thriller o de modo histórico. Sea como fuere, lo que parece ser indiscutible es que finalmente, ante todo “siempre nos quedará París”.
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