Título original: My week with Marilyn.
Dirección: Simon Curtis.
País: Reino Unido.
Año: 25 de Noviembre de 2011.
Duración: 101 minutos.
Género: Musical, romance.
Reparto: Michelle Williams, Kenneth Branagh, Eddie Redmayne, Emma Watson, Dominic Cooper, Judi Dench, Dougray Scott, Derek Jacobi.
Guión: Adrian Hodges.
Producción: David Parfitt, Harvey Weinstein.
Música: Alexandre Desplat, Conrad Pope.
Afrontemos la realidad: el personaje femenino por excelencia en el mundo del séptimo arte es, y siempre será, Marilyn Monroe.
Verano de 1956. El joven Colin Clark (Eddie Redmayne) arriesga todo lo que tiene por introducirse en la industria del cine. Pero no, no quiere ser el nuevo actor revelación, él anhela trabajar detrás de las cámaras, y consigue hacerse un hueco como tercer ayudante de producción. ¿Parece poco? En realidad no, teniendo en cuenta que se trata de El príncipe y la corista, protagonizada nada más ni nada menos que por Laurence Olivier (Kenneth Branagh) y Marilyn Monroe (Michelle Williams).
Marilyn, aprovechando su – tercera – luna de miel, viaja con su recién estrenado marido, Arthur Miller, hasta los Estudios Pinewood, en el Reino Unido, para poder tomar el papel protagonista en la cinta, demostrando que puede mejorar sus aptitudes interpretativas.
En un rodaje dominado por los caprichos, retrasos y olvidos de la sensual actriz, Colin se hace un hueco en el entorno más cercano de Marilyn, llegando a enamorarse de ella, a pesar de todas las advertencias que le hacen y de su más que adecuado flirteo con Lucy (Emma Watson), su compañera de vestuario en la productora. Marilyn, a la que le resulta tan sencillo seducir, no deja de aprovechar esa nueva compañía e intentar exorcizar todos sus demonios.
En la línea de otras películas recientes – cómo olvidar La Dama de Hierro – esta cinta recupera un personaje reciente, del que posiblemente aún no se haya dicho todo, y consigue acercar a la audiencia en momentos tan íntimos que se pueda desnudar a los mitos de nuestra cultura cinematográfica.
Es muy fácil rememorar a una Marilyn cantando, casi susurrando, el Cumpleaños Feliz más mítico que se haya filmado, aunque sea en blanco y negro. Es asombrosamente sencillo recurrir a todos aquellos comentarios que la representaban como alguien frágil, irregular y muy poco dada a los guiones. Es pasmosamente simple asociar su legado a una melena rubia descocada y unas gotas de Chanel para dormir. Pero Marilyn es mucho más que eso.
No se trata de negar todos aquellos testimonios que recuerdan sus excentricidades y adicciones. Posiblemente parte de ella estuvo acotada por tales circunstancias, pero ahora ella es -efectivamente en presente- un símbolo que sobrepasa cualquier revuelo sensacionalista. Una mujer que supo consagrarse como un mito eterno. Casi nada.
Ahora sólo nos queda mirar a nuestro alrededor, y darnos cuenta de lo mucho que ha influido en una generación que busca siempre llevar su personaje al máximo, que están 24 horas listas para el show business. Y es realmente fácil reconocer ese legado, sus autodenominadas sucesoras no son capaces de innovar ni respecto al cabello, ni las miradas, ni esa manera de hablar dejando flotar suspiros.
Pero no puede ser igual… como si pudiéramos olvidarla…
“Ser director es uno de los mejores trabajos que se han inventado. Pero Marilyn me mataría si volviera a dirigir”
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