Película: Mi familia italiana.
Título original: Latin lover.
Dirección: Cristina Comencini.
País: Italia.
Año: 2014.
Duración: 114 min.
Género: Comedia dramática.
Reparto: Rita (Virna Lisi), Ramona (Marisa Paredes), Stephanie (Valeria Bruni Tedeschi), Segunda (Candela Peña), Susanna (Angela Finocchiaro), Pedro (Lluís Homar), Alfonso (Jordi Mollà), Saverio (Francesco Scianna), Marco Serra (Claudio Gioè), Walter (Neri Marcorè), Shelley (Nadeah Miranda), Picci (Toni Bertorelli), Solveig (Pihla Viitala).
Guion: Cristina Comencini y Giulia Calenda.
Producción: Lionello Cerri.
Música: Andrea Farri.
Distribuidora: Wanda Visión.
Estreno en España: 17 Julio 2015.
Todo comenzó con Luigi Comencini. El célebre cineasta de la commedia all’italiana que nos enseñó que además de pan, amor y fantasía existían los celos, fue una figura fundamental en la vida de Cristina Comencini, hija del realizador y asimismo directora que, ahora, vuelve a ponerse tras las cámaras para firmar una cinta irónica repleta de elementos autobiográficos. De nuevo un padre, esta vez no el de Comencini, sino el de una larga progenie de féminas marcadas por la figura del pater familias, ocupa el puesto primordial. Saverio Crispo (Francesco Scianna), fue un auténtico latin lover del cine italiano; mito de la etapa más esplendorosa de la cinematografía latina, Saverio tenía “la ligereza de un niño y la profundidad de un viejo”, así como una larga lista de conquistas que incluían a su esposa italiana Rita (Virna Lisi), la española Ramona (Marisa Paredes), y varias amantes internacionales con las que tendría sus correspondientes hijas.
Imagen de Mi familia italiana, película distribuida en España por Wanda Visión © 2015 Lumière & Company. Todos los derechos reservados.
Precisamente todas ellas, con sus respectivas madres, se reúnen en la región de Puglia con motivo del décimo aniversario de la muerte del actor. En la casa familiar se encuentran la italiana Susanna (Angela Finocchiaro), con la española Segunda (Candela Peña), la francesa Stephanie (Valeria Bruni Tedeschi), la sueca Solveig (Pihla Viitala), y finalmente la americana Shelley (Nadeah Miranda). Con ellas estará Alfonso (Jordi Mollà), el promiscuo marido de Segunda, así como Walter (Neri Marcorè), el esposo de Susanna. Y todos ellos conducidos por un maestro de ceremonias, un periodista llamado Marco Serra (Claudio Gioè) cuyas indagaciones, en la línea de Joseph Cotten en Ciudadano Kane, irán perfilando quién fue Saverio Crispo y cómo influyó e la vida de sus mujeres e hijas. A la mitificación inicial de todo cuanto rodeo al padre de esta estirpe femenina, se irán añadiendo fisuras, pequeños recodos que demostrarán que nada fue como parecía en la vida del intérprete, todo ello desvelado por un especialista cinematográfico llamado Pedro del Río (Lluís Homar), cuya información resultará del todo reveladora.
Imagen de Mi familia italiana, película distribuida en España por Wanda Visión © 2015 Lumière & Company. Todos los derechos reservados.
Película de liberación, en términos de su propia cineasta, en ella encontramos la emancipación de los usos cinematográficos que han marcado el devenir del cine italiano, la superación del yugo de un padre cuya presencia fagocita el presente de estas mujeres, y absolución de una familia que, asimilando el pasado, podrá enfrentarse al futuro. Con la sana intención de romper con la cultura del padre, Cristina Comencini propone una brecha en la cultura patriarcal donde la mujer, como la propia directora afirma, es un mero personaje secundario. Y es que en el cine de Cristina Comencini, al igual que en sus novelas y sus piezas teatrales, las mujeres adquieren una preponderancia fundamental, un protagonismo que se trasluce en su pasión, su fuerza y su determinación. Aunque ha señalado que no es autobiográfica en el sentido más estricto del término (el retrato que realiza de la figura del padre es un tanto abrupto), sí lo será en la cercanía y asimismo el rechazo hacia la comedia que tanto marcó la trayectoria de su progenitor. A pesar de su planteamiento falocéntrico, en el que todo cuanto sucede en cuadro viene marcado por la presencia real o evocada de un hombre, este androcentrismo se diluirá conforme avance el metraje, intentando dibujar una trama en la que la autoafirmación e independencia se convierten en guías de las actuaciones de estas mujeres.
El elenco actoral no solo está encabezado por la bellísima Virna Lisi, desaparecida antes del estreno de la película, sino también por las espléndidas Marisa Paredes, Valeria Bruni Tedeschi, Angela Finocchiaro y Candela Peña, más imbuida que nunca del espíritu de Anna Magnani. Los españoles Lluís Homar y Jordi Mollà ponen el contrapunto masculino a una película que, además de actoralmente, destaca en su magnífica fotografía. De hecho, a lo largo de los innumerables fragmentos de películas de Saverio, podemos admirar cómo evoluciona el cine a lo largo del siglo XX, con un respaso que alcanza los musicales a lo Busby Berkeley, las películas del neorrealismo rosa, la nouvelle vague, el existencialismo sueco o el spaghetti western, convirtiendo al ficticio Saverio Crispo en un Marcello Mastroianni, un Jean-Paul Belmondo, o un Alain Delon de resultado más que cumplido.
Una película repleta de guiños cinéfilos, de momentos de risión, de ironía y de actuaciones espléndidas, que a pesar de ciertas debilidades nos entrega dos horas de ingenio y buen quehacer cinematográfico.
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