Director: Fritz Lang. Guión: Sydney Boehm, según la obra de William P. McGivern. Fotografía: Charles Lang (B/N). Música: Daniele Amfitheatrof. Intérpretes: Glenn Ford, Gloria Grahame, Jocelyn Brando, Alexander Scourbi, Lee Marvin.

Los Sobornados es una de esas “enormes” obras de celuloide, equilibrada, sobria y gélida en su formalismo casi documental del retrato de la corrupción de la justicia. Probablemente sea la mejor película de Fritz Lang, la simplificación y el epílogo a una carrera plagada de dudas existenciales, miedos y afanes de venganza. Una cinta de tintes oscuros donde la “caza de brujas” se conforma dentro de una psicología maníaca y enfermiza como en las mejores líneas de la novela de Stevenson El doctor Jekyll y Mr. Hyde. Y es que el Cine Negro está plagado de trasuntos góticos a las mayores delicias de los cinéfilos de culto.

Imagen de ‘Los sobornados’ © 1953. Columbia Pictures Corporation. Todos los derechos reservados.

Mucho se ha comentado ya sobre la película de Lang, por eso me detendré en un aspecto más literario, cual si la cinta fuera la trasposición de un argumento a la manera de un Bram Stoker, universos que el director ya había experimentado en su etapa expresionista alemana (recordemos la figura de Mabuse o su propia relación de temor con el nazismo). De alguna manera la tragedia de Los Sobornados está presente desde la profundidad de la psicología de los malvados y trazada desde la simbología analítica de los objetos (retratos, cartas de juego, revólveres y un castillo de madera que se derrumba ante la mirada quejumbrosa de la hija del héroe policía encarnado por un acertado Glenn Ford). Con un alarde formal, el director utiliza el recurso de “esconder en Off” una violencia que se potencia desde la intención más primitiva: la dualidad del hombre en el bien y el mal.

Imagen de ‘Los sobornados’ © 1953. Columbia Pictures Corporation. Todos los derechos reservados.

Los delincuentes son vampiros de una ciudad que se nutre de su propio hedor y donde los personajes se ocultan en una habitación oscura en la cual se produce la transformación (Gloria Grahame tras ser quemada en su rostro con café hirviendo). Todas estas connotaciones son evocaciones de la jerarquía de violencia nazi, que el director estuvo a punto de experimentar en sí mismo, que marcaron la vida de innumerables personas y que se manifestó en una atmósfera de terror, como el mismo psicópata encarnado por Lee Marvin, como la ciudad desnuda en un cuadro expresionista de angustia vital. De hecho la última película del director en 1960, Los crímenes del Dr. Mabuse, cierra su propia filosofía cinematográfica, cual si fuera una obsesión necesaria y al mismo tiempo destructiva. Siempre los personajes malévolos de Lang quedan disueltos en el desamparo destructivo que genera la violencia ideológica (recordemos la secuencia del gánster frente al cuadro de su madre: “con ella se rompió el molde”). Exterminados ante la luz cegadora del sol, de la verdad, como Grahame fallecida sobre el visón y arropada por el papel de periódico que en grandes titulares hace justicia. Ese es el “alter ego” del director austriaco: él en su verdad.

Imagen de ‘Los sobornados’ © 1953. Columbia Pictures Corporation. Todos los derechos reservados.

Con el estreno de la película de Ben Affleck, Vivir de noche, los malvados de Lang vuelven a visitarnos y “aunque se gane existe mucha violencia en lo que se hace”. Porque la crueldad que se desarrolla en la cinta es heredera de la misma de Lang en los Sobornados. El espectador se plantea la necesidad de tanta crueldad. Y en rostros que se deforman plásticamente con el café hirviendo, otros se mutan de soldados a delincuentes porque a fin de cuentas matar es una manera de vivir y ni siquiera un fin. De la misma manera que ese universo apológico que Lang abandono cuando marchó de Alemania ante la tentativa de Goebbels de dirigir la UFA. Vuelve la crueldad como un reflejo del instinto dual del hombre donde el mal le planta batalla al bien y la novela de Stoker es poesía que se deshace ante la cámara de Affleck y las motivaciones langnianas. A fin de cuentas, en el Cine Negro siempre sucede lo mismo: “nos encontramos en la vida que no esperamos”. (Frases del guión de la cinta de Affleck). La oscuridad de las calles y la lejanía del paisaje son la ocultación de los temores y bajos instintos del hombre porque “en algún momento fuimos buenos”.

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