Febrero es el mes dedicado al amor. En San Valentín miles de parejas celebran su relación y todo tipo de merchandising nos rodea. Y aunque, en ocasiones, pueda ser banal, a veces entre ese tumulto de corazones de escaparate encontramos algo bueno y que merece la pena, algo digno de nuestra atención. Esto también es aplicable a la comedia romántica que tan infravalorada está.

Entre este género hay verdaderas joyas del audiovisual como Desayuno con Diamantes (Dir. Blake Edwards, 1961), Cuatro bodas y un funeral (Dir. Mike Newell, 1994), Sucedió una noche (Dir. Frank Capra, 1934), Notting Hill (Dir. Roger Mitchell, 1999)…, esta última con una sobresaliente elipsis temporal en la que se muestra el transcurso de un año por medio del cambio de estaciones mientras Hugh Grant pasea por un mercado. Muchos podréis pensar que es siempre el mismo argumento, pero si nos fijamos bien la base argumental en las películas de un mismo género es similar, siendo una de las características que las encuadran dentro de uno u otro, o en una mezcla de varios.

Imagen de La fiera de mi niña. RKO Radio Pictures. Todos los derechos reservados.

Una de esas magníficas cintas es La fiera de mi niña (Dir. Howard Hawks, 1938), perteneciente al denominado screwball, un tipo de comedia romántica americana realizada entre los años 30 y 40. Se caracteriza por su rapidez, sus diálogos ágiles y divertidos. Nace tras el Crack del 29 y en ella la diferencia de clases es algo habitual, comúnmente la joven es la adinerada y el galán es un trabajador. Las protagonistas femeninas son enérgicas y vivaces, adaptándose a patrones feministas y progresistas.  Todo ello terminó tras la II Guerra Mundial, cuando la sociedad se tornó mucho más conservadora y tradicional, y aunque la comedia romántica mantuvo la esencia del  screwball, el tono un tanto retrógrado le otorgó a la figura femenina un rol mucho más anticuado y marcado. Esto es habitual en muchos de los personajes interpretados por Doris Day como la divertidísima cinta Pijama para dos (Dir. Delbert Mann, 1961) donde trabajó con Rock Hudson, formando una pareja cinematográficamente exitosa, junto con el imprescindible secundario Tony Randall como compañero habitual de aventuras.

La fiera de mi niña también reunió a dos de los grandes Katharine Hepburn y Cary Grant, quienes trabajaron juntos en diversas ocasiones, siendo este film todo un clásico de la comedia romántica, pese a que en su época no fue precisamente un éxito. Es en esta obra en la cual por primera vez en el cine se pudo oír la palabra  gay tal y como la entendemos hoy, aunque en nuestro país no fue traducida.

Imagen de La fiera de mi niña. RKO Radio Pictures. Todos los derechos reservados.

El doctor David Huxley, interpretado por Cary Grant, es un apocado paleontólogo que trabaja en un museo recomponiendo un dinosaurio  junto a su prometida, una estirada mujer interesada exclusivamente en el trabajo de él, renunciando a la luna de miel o a cualquier atisbo de diversión. David trata de lograr una importante donación para su departamento, durante la negociación en un campo de golf conoce a Susan Vance (Katharine Hepburn), una joven alocada, graciosa y arrolladora que no para de meter al tímido hombre en continuos problemas. El mundo de ella está lleno de vida, de animales y personas dinámicas, contrastando con el de él, donde un dinosaurio y una adusta prometida son los únicos habitantes. Por lo cual este personaje triste y gris choca brutalmente con la disparatada Susan que lo lleva y lo trae a su antojo, metiéndolo a cada paso en mayores problemas, hasta que finalmente derrumba todo su mundo.

 

Imagen de La fiera de mi niña. RKO Radio Pictures. Todos los derechos reservados.

Los locos y abundantes diálogos entre todos los personajes resultan tan frenéticos e increíblemente rápidos como toda la acción, que se desarrolla ante la mirada limpia de una cámara que simplemente observa los hechos, manteniéndose siempre a la altura de los ojos. Pese  a que esta obra de Howard Hawks  resultó ser un fracaso total en su estreno, con los años el público ha ido comprendiéndola mejor, hasta convertirse en un clásico imprescindible del cine y de su género. Una obra de arte en la que se demuestra que los polos opuestos realmente se atraen.

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